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El precio de la verdad

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

La retórica se refiere al arte de deleitar y persuadir con el lenguaje, hablado o escrito; una conferencia ante una asamblea, un comercial de televisión o una carta de solicitud, por ejemplo. El propósito de esta disciplina es estudiar el discurso en sus formas, con argumentación y razonamiento; dirigir el pensamiento hacia una idea específica. Sin embargo, cuando se distorsiona la realidad por intereses particulares, la intervención se convierte más bien en manipulación.

Un escritor debe saber qué escribe, para qué y para quién escribe, aplicando este conocimiento tanto al contenido de sus escritos como al proceso de su construcción, siendo parte importante de él, la retórica. Para Stephen Glass, el personaje principal de la película “El precio de la verdad” (EUA, 2003), escrita y dirigida por Billy Ray, la actividad periodística se convierte en un juego de engaños cuando a fin de deleitar con enfoque de entretenimiento con su trabajo, el joven desarrolla varias de sus historias periodísticas con base en la falsedad, “vendiendo” ficción como si fuera realidad.

El guión se basa en el artículo publicado en 1998 por la revista Vanity Fair, escrito por H. G. Bissinger, en el que se hace una crónica de los hechos reales protagonizados por Stephen Glass, acusado por fraude periodístico luego de descubrirse que varias de sus historias escritas fueron fabricadas, parcial o totalmente, durante su tiempo trabajando para la Revista The New Republic, a mediados de la década de 1990.

Ascendiendo rápidamente en la publicación de giro político, los jóvenes que ahí trabajan encuentran oportunidades del periodismo y la escritura como la nueva generación que son dentro del grupo de redacción de la revista. Glass busca la aceptación de sus compañeros alimentando la relación con una actitud forzadamente amable, tal vez demasiado pretenciosa y obsequiosa, de disponibilidad, que utiliza como una ventaja para cobrar favores y presionar para la aprobación de los demás.

De las varias ideas de reportaje que Glass desarrolla durante este tiempo, se encuentra la de una historia sobre un joven hacker que fue contratado por una gran empresa de tecnología para reforzar su plataforma digital, suceso que Glass supuestamente presenció. La parafernalia con la que el periodista cuenta la experiencia es el tipo de distracción que funciona para hacer que su historia increíble, sea creíble. Pero cuando la división digital de la revista Forbes comienza a indagar el contenido de la nota, descubren que ningún dato de la información  contenida en el reportaje puede ser cotejada, los nombres mencionados no existen, la empresa en cuestión no está listada en los registros públicos y los teléfonos provistos o cuentas de correo electrónico no funcionan. Glass se excusa diciendo que toda la información se puede encontrar en sus notas, pero, cuando de pronto la página de internet y los teléfonos provistos comienzan a funcionar, aquellos que investigan se detienen a sospechar de la veracidad de la información otorgada por el periodista.

Previo a que un reportaje sea publicado en un medio escrito, debe pasar por varias revisiones de estilo, pero también de análisis legal y verificación de información con el fin de validar el contenido a través de las fuentes de información, cuando se trata de una publicación como en la que trabaja Glass, sin embargo, en el tipo de notas que éste escribe, la única fuente de información verificable son sus notas. En casos ordinarios las notas no significan nada, las fuentes son las que dan validez; en este caso, las notas lo son todo pero, ¿qué significan realmente? Cualquiera puede escribir notas falsas, inventar historias y hacerlas parecer ciertas, que es lo que Glass muy convincentemente hace, seguro de que lo importante no son los hechos, sino la forma en que son contados. “Periodismo es el arte de captar comportamientos”, comenta; él apela por la construcción de hechos más que por el hecho mismo, explotando a las personas (lectores o aquellos que son objeto de sus reportajes), en sus sentimientos, emociones e intereses, olvidando el sustento informativo y comunicativo de su profesión, incluyendo la ética y la obligación social que tiene como medio público que es.

Glass considera presuntuosa a la revista y gente para la que trabaja, calificándolos de demasiado orgullosos y serios en lo que se escribe. El calificativo es más bien aplicable a su persona. El joven le dice a los otros lo que quieren oír y observa a detalle lo que sucede a su alrededor, para utilizar esa información para manipular a sus compañeros. Lo mismo hace a través de sus escritos, sus reportajes son entretenimiento pasajero, que el lector absorbe con interés por encontrar en las palabras que lee una forma de distracción; el problema no es tal enfoque, sino la forma en que Glass manipula un escrito sabiendo esto, y lo declara como verdadero y comprobado, para darle validez a partir de “su palabra” cuando en realidad es un conjunto de mentiras entramadas con el único propósito de manipular a una audiencia, tanto a los lectores de la revista como a los otros escritores y editores que trabajan en ella.

El joven sabe cómo dirigirse a las personas que tiene a su alrededor, hasta que la investigación del equipo de la revista Forbes hace que esta dinámica se vea accidentada, en especial ante la presión del propio editor en jefe de Glass, quien apela por las cuestiones éticas de su trabajo; su papel no es el de respaldar al periodista, sino de respaldar a la revista y al resto de sus escritores; respaldar y dar dignidad a la profesión y la responsabilidad que llega con ella, misma que Glass ha desestimado.

El caso es también ejemplificación de la participación del mundo digital en la labor periodística. ¿Para qué contar con una fuente de información creíble y confiable cuando es tan fácil falsificarla? Notas escritas de mano del periodista, fotografías, entrevistas, videos y cuentas de redes sociales, por ejemplo, son factores que le auxilian para narrar la historia producto de su imaginación. Para la época en que se desarrolla la historia, el departamento digital en el mundo periodístico apenas figuraba en el mapa, pero su conocimiento en las redes y la forma de aprovechar el internet como herramienta es lo que permite el acceso a información de otro modo inaccesible, o de difícil alcance, dada la accidentada disponibilidad de registros escritos, en parte por las distancias, otras por los trámites burocráticos que implica llegar a ellas.

El periodista podía distraer con sus escritos detalles respecto a sus fuentes, que recaían en sus notas a mano, pero olvidó la necesidad de respaldar ciertos aspectos de su información, la existencia del sitio web de la empresa que contrató al joven hacker, por ejemplo, algo que el equipo en Forbes con facilidad pudo observar que no existía y que, cuando repentinamente apareció en la red, notó la falsedad detrás de su existencia, en la forma en que estaba construido o  el dominio en línea que abarcaba.

La película es un proyecto cinematográfico que reflexiona sobre el periodismo y la responsabilidad del escritor-reportero respecto a las palabras que plasma en sus trabajos, que analiza en el proceso formas de comportamiento que deambulan entre la manipulación y la ambición, señalando cómo, no todo lo que se escribe y/o lee, es la verdad, así como la facilidad con que una mentira, repetida cientos de veces, a veces respaldada por otros que la creen, puede darse crédito a sí misma, hasta ser desafiada por la lógica de otras mentes ávida de conocimiento, curiosidad, reflexión y análisis, dispuestas a cuestionar cuando es necesario, cuando es importante hablar con la verdad, como lo es en el mundo del periodismo.

Ficha técnica: El precio de la verdad - Shattered Glass

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