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El lenguaje de nadie (parte 2)

Paola Astorga
Paola Astorga

*Crédito de ilustración es de Temok Saucedo, gracias a Textosterona playeras literarias.  “Un guerrillero con una arma cargada de tinta” así describo a José Revueltas (1914-1976), y me pregunto que diría en este momento, aparte de malas razones, después de todo su literatura se nutria de la injusticia social. Estaría a la cabeza de las manifestaciones, o en la cárcel, en su época fue encarcelado en la famosa prisión de Lecumberri, y en las islas Marías donde se inspiró a escribir su libro, Los muros de agua. Busquen las letras de este autor Duranguense, es un buen momento.

             Sigamos con el cuento “Lenguaje de Nadie”

            En la historia, la llegada de los parientes pobres de Doña Quilina desencadena su mezquindad, ya que después de veinte años vienen a mendigar la ayuda de la tía rica, quién buscó con cada respiro humillarlos. Los parientes se retiraron maldiciendo a la vieja avara y empezaron a contar su permanencia en la tierra.

            Mientras Carmelo en el  panteón ya había hecho un hoyo donde cupieran su esposa Prudenciana y su perro Gurrión. Consiguió que el Tiliches el loco del pueblo le ayudara a llevar los cuerpos al panteón.

         Carmelo se le quebraba la cabeza pensando.  “Es que semos indios”, -pensó de sí mismo  de todos los suyos-  la gente de razón no nos entiende porque a la mejor hablamos de otros asuntos. Es la explicación con la que trataba de entender  porque doña Aquilina no cedía a su argumento.

          -Púes hágame la gracia su mercé  -le decía Carmelo-, hágame la santa gracia de venir  a mirar la tierrita, pa que se convenza de que de a tiro no vale ni tantito.”

          Fue una solicitud que hizo con toda su fe, pasaron los días, los meses, un año y doña Aquilina no iba a cerciorarse con sus propios ojos.

        Carmelo soportó con paciencia su atormentadora esperanza hasta que dos meses antes que Prudenciana muriera, después de que vinieron aquellos señores y señoras tan encopetadas, al día siguiente se presentó con su eterna demanda. La anciana repuso con una sola palabra rotunda e inapelable: -¡vete!

         Después de la llegada de los parientes pobres de doña Quilina, decidió vengarse de ellos, usando a el indio,  lo declararía  heredero universal a “el último de los peones, peón de peones, peón temporero, el más infeliz, que no siquiera trabajaba todo el año y apenas comía, casi un mendigo”, Carmelo. Así inmediatamente hizo todos los trámites pertinentes en la capital.

        La tifo tendió su manto en cada rincón de esa tierra, termino arrancando a sus habitantes de su tierra quienes comprendieron tarde que la muerte nació del lugar más humilde y que ella no discrimina a nadie, es el ente más justo. La muerte sembró la desgracia y cosechó el abandono de las ricas tierras. Ahora Doña Aquilina agonizaba sola en su recámara acompañada del fiel Carmelo quién aún tenía  la esperanza de obtener la tierra, la  asistió hasta el último momento. Agónico desenlace para el personaje de doña Aquilina dueña de la tierra pero no de su propia vida. Siente el aliento podrido de la muerte combinado con el de Carmelo. Y  es arrastrada a la tumba por ambos.

          “Carmelo tiene que acudir a los servicios de Tiliches a quién debió de prometer otra botella de aguardiente, y entre ambos condujeron al cementerio a doña Aquilina”.

        El cuento tiene cambios de espacio- tiempo, nos hacen saltar de llevar  el cuerpo de doña Aquilina al panteón, a que Carmelo esté en el juzgado de lo criminal, en la cabecera del distrito sin comprender por qué lo retenían ahí.

“-Es necesario que repitas lo que has declarado-.

          -Les repito a sus mercedes  -terminó Carmelo- que ansina jué como queda dicho, y pongo a Dios por testigo, que la difunta Quilina quiso espantarnos, y nomás empezaron los ruidos en el cajón, de verme la cara que hacía, el Tiliches pegó la carrera y hasta yo mesmo después. Pero me puse a reflexionar que harta vergüenza era sentir yo miedo, y armándome de valor fui y arrastré el cajón hasta el hoyo, onde lo deje cair así nomas, y pa pronto tapé el hoyo de tierra hasta los bordes, manque la difunta seguía golpeando dentro del cajón pa darme espanto, pero bien que me sobrepuse… Ante la infinita perplejidad de Carmelo, todos los presentes sonreían ¿Por qué provocaba siempre risas sus palabras entre los hombres que no eran de su raza y condición?  Pensó  con una incertidumbre amarga y desconsolada”.

          El título del cuento resuena en estás patéticas escenas. El lenguaje de nadieforma el punto culminante de este relato donde el protagonista hace un esfuerzo sobrehumano para darse a entender pero este siempre se topa con oídos inertes que lo escuchan pero no lo oyen, o más bien no lo quieren oír.

           “- Lo que pasa hijo mío  -dijo- , es que enterraste a una mujer viva, y a eso se le llama homicidio. Pero no te pondremos preso a causa de tu ignorancia de indio tarugo, si pones tu huella en este papel, que es un desistimiento donde dice que ibas a recibir de herencia una tierrita, que de cualquier manera ya no quieres, porque de nada te servirá preso…”.

        Revueltas representa en esta imagen; al indio que le arrancan la tierra de sus manos sangrantes, le arrancan sus dioses, le arrancan a sus hijos de cobre. En el libro el luto humano de este mismo autor, un indio llora en una iglesia ante una imagen blanca que oculta a Quetzalcóatl y dice “Patroncito: hay muchas lágrimas, sólo lágrimas, patroncito. Mi gente se enferma y muere. Llora mi mujer. Lloran mis hijos. Yo estoy llorando para que tú me veas”.

         No hay un Dios, sólo penas. La historia tatuada en nuestra piel, donde  le quitan la tierra al indio colonizado por los dioses blancos, al campesino sometido por el latifundista, al revolucionario manipulado por un trozo de México, al mexicano actual pisoteado por su gobierno.

         José Revueltas nos golpea con un panfleto sus ideologías, nos relata de una forma sencilla las cadenas que el pueblo mexicano cargo, carga y seguirá cargando. Muestra  las desesperanzas de una nación históricamente conquistada, históricamente esclavizada, históricamente tiranizada.

         Julio Cortázar compara el cuento con una fotografía, donde se recorta un fragmento de la realidad que abre de par en par una realidad más amplia. Si no apegamos a esta tesis el lenguaje de nadie, es una fotografía social del México detenido en el tiempo. La exposición literaria de José Revueltas nos muestra un México desnudo, un México real, un México actual, un México nuestro.

         Carmelo al final del cuento, camina a su casa después que lo soltarán por falta de pruebas o más bien exceso de ellas. Reflexionaba, que con el Tiliche si era posible entenderse porque, pese a estar sordo y mudo los dos hablaban el lenguaje de nadie. Al final se encamina al jacal. “Ora sí que ni pa remedio pensar en la tierra”, se dijo. El personaje se ve embriagado por la sensación de que de alguna forma esa tierra fue suya, pero lo increíble es que nunca tuvo la ocurrencia de pararse a escuchar lo que quiso decir la difunta desde el más allá, al golpear dentro de su cajón cuando la enterraba.

                                                                                              FIN

            La relectura de este  extraordinario cuento es válida siempre.

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Publicaré los viernes después de las diez, tenemos una cita.

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