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Cantando bajo la lluvia

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

A 120 años del inicio de la cinematografía (la primera presentación de imagen en movimiento sucedió en Paris el 28 de diciembre de 1895), el séptimo arte ha cambiado, se ha adaptado, ha experimentado, ha evolucionado y ha revolucionado tanto al mundo como a sí mismo. Realizadores y partícipes de un ambiente artístico creativo que se encuentran en un entorno igual de cambiante y que, al mismo tiempo, con su trabajo, se permiten reflexionar sobre el mundo, sobre su evolución,  respecto al sentido de la vida y en relación al proceso de cambio  en sí.

Cantando bajo la lluvia (EUA, 1952) es un musical que habla del cine y de, precisamente, una de sus más grandes adaptaciones al cambio, el tránsito del cine mudo al sonoro. La película saca provecho de su género (coreografía y música por igual), pero también, en el proceso de desarrollo de su historia, habla de otras realidades de forma crítica: la fijación del espectáculo con las estrellas del cine, la insistencia por dicho cambio enfocado hacia un negocio-espectáculo, complaciendo al público y dejando claro que el cine pasa a ser una industria, en donde la forma creativa de hacer ese espectáculo consiste en construir historias y sacar proyectos narrativos a flote, jugando con pasiones, sentimientos e intereses de los espectadores.

Don (Gene Kelly) y Lina (Jean Hagen) son un dúo exitoso en las películas mudas, pero cuando “El cantante de Jazz” (en efecto, la primera película con sonido sincronizado, estrenada en 1927) se convierte en un éxito, y por ende, en un tipo de cine novedoso que el público clama, un estudio productor se propone hacer de su siguiente película un proyecto sonoro. La inexperiencia del equipo se conecta con la poca habilidad de expresión y habla de Lina, quien además cree que Don de verdad la ama, a pesar de que la pareja sólo simula estar junta como una estrategia publicitaria. Don conoce entonces a una talentosa joven, Kathy (Debbie Reynolds), de quien se enamora, y cuando la película de Don pinta para el fracaso, ella accede hacer el doblaje de voz de Lina para poder transformar el proyecto al género musical, decisión que se toma para aprovechar las habilidades de canto y baile de Don y su amigo y colega Cosmo (Donald O’Connor); sólo que Lina, toda una diva, odia a Kathy y está decidida a destruir su carrera.

La película habla de las apariencias del medio, tanto en el sentido de las falsas expectativas que la cultura popular trae consigo, como en el estudio productor teniéndose que adaptar a las demandas de su público, incluso si no está del todo preparado para ello, dando de paso, con esta línea de trama, una mirada a la oferta y  demanda dentro del mundo del cine.

Mientras el cine era mudo, el público se hacía una idea de quiénes eran y cómo eran sus estrellas favoritas, esperando de ellas ilusiones e ideales que los actores, por supuesto, no podían ni debían cumplir. La gente olvida que los actores no son las mismas personas que los papeles que interpretan. El control y dominio que un estudio cualquiera de cine tenía sobre el actuar y decir de los artistas (algo que en efecto sucedía en la edad de oro de Hollywood), los llevaba a crear figuras inalcanzables para ponerlas en un pedestal, con un manufacturado perfecto (un trazado que aplica a muchas de las figuras públicas actuales), pero cuando el mundo se enfrentaba al verdadero yo de estas personas, las presión caía en todas direcciones: la prensa, los medios de comunicación, los estudios de cine y los artistas mismos.

Es como si se les exigiera a los actores (cantantes, productores, directores, etcétera) ser algo y alguien que no son, un propia imagen pública que viene con su propio precio a pagar. Una situación que, estrictamente hablando, no debería existir. La figura pública actual, por ejemplo, debe cuidar lo que hace, dice, piensa, escribe, expresa y siente, la gente con la que sale, los lugares que frecuenta e incluso la ropa que usa. La fijación e idealización se lleva al extremo sin ningún verdadero motivo o valor; el mérito del actor debería ser su capacidad actoral. Algunos utilizan su imagen y todo lo que esta implica estratégicamente a su favor, otros eligen dejarla al límite o al margen, pero la realidad de esto sólo refleja la cultura y mentalidad de una sociedad recargada en la banalidad, alimentada precisamente por el cambio y la presencia de los medios de comunicación y la tecnología, un primer escalón que, en la película, se enfrenta cuando se ven forzados a dejar el mundo del cine como lo conocían para dar paso a una nueva modalidad, las películas sonoras. El mundo artístico se convierte, en el caso del cine, en vender una imagen, efectos especiales, color, sonido o estrellas.

En la película Don y Lina no están románticamente juntos, pero es más redituable hacer pensar al mundo que lo están. Algo parecido en relación a la careta creada se ejemplifica al inicio de la historia, cuando Don platica a una reportera su perfecto acenso al estrellato; mientras las imágenes nos muestran la realidad, sus palabras hacen todo lo contrario. Él cuenta que siempre tuvo los mejores estudios gracias a sus padres y que formó parte de los más exitosos espectáculos, cuando en realidad estudió en la práctica, ganando dinero al presentarse con su amigo Cosmo en bares y otros espectáculos del estilo. Es su talento lo que eventualmente lo hace resaltar y prosperar en su profesión, sus habilidades de baile, acrobacia y canto que lo ponen en la mira de aquellos que necesitan a alguien capacitado para hacer trabajos de doble de acción, el inicio de un camino futuro próspero y destinado al ascenso. Eventualmente eso mismo, el profesionalismo y preparación, es lo que hace que Kathy sea propiamente reconocida por su trabajo, en su apoyo y solidaridad hacia Don, Cosmo, el estudio y el proyecto.

“Si has visto una película, las has visto todas”, dice Kathy a Don recién lo conoce, una plática que subsecuentemente hace al actor dudar de sus capacidades en el ramo, cuando Kathy, con formación en teatro, insiste que los que trabajan frente a las pantallas de cine en realidad no son actores, sino piezas de un tonto espectáculo visual. Una forma crítica con que la película logra decir que el cine no puede olvidar notar su evolución ni a las disciplinas que lo alimentan, como tampoco puede olvidar notar estos cambios y las circunstancias y descubrimientos tecnológicos que los impulsa a suceder. El paso del cine mudo al sonoro, en el caso de “Cantando bajo la lluvia”, pero, por ejemplo, en el presente, también está el paso del cine análogo al digital, una evolución más reciente en la historia de la cinematografía.

Dirigida por Stanley Donen y Gene Kelly, escrita por Betty Comden y Adolph Green, la película estuvo nominada a dos premios Oscar, mejor actriz de reparto para Jean Hagen y mejor partitura de música para una película musical (banda sonora). La película, cabe recalcar, ha sido catalogada como uno de los grandes musicales y filmes de este arte gracias a su importante contenido temático, así como al despliegue icónico de baile y canto; la escena de Gene Kelly bailando tap, precisamente, bajo la lluvia, así como la coreografía de Donald O’Connor en el número musical “Make ‘em laugh” (Hazlos reír), por mencionar dos ejemplos, se han convertido en referencia de la cinematografía y la cultura popular.

Ficha técnica: Cantando bajo la lluvia - Singin' in the Rain

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