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El séptimo arte

Diana Miriam Alcántara Meléndez

El cine. La proyección cinematográfica comenzó con aquellos cortos filmes de duración de unos pocos minutos, en los que se plasmaban escenas de la vida cotidiana en 24 fotogramas por segundo. Su progresión y evolución sucedió gracias a la iniciativa, creatividad e inventiva de quienes se interesaron por esta novedosa forma de expresión. Tomó sólo una idea cambiar al mundo, y éste cambió para siempre.

Después de impresionar con escenas en las que se veían obreros trabajando o personas de compras en la calle, comenzó un nuevo ciclo en el cine al mostrar y escenificar relatos elaborados que contaran una narrativa; comenzó entonces el cine de ficción, un cine más parecido a lo que conocemos hoy día, un cine más completo.

El cine no es llamado el séptimo arte por simple inercia; su complejidad lo ha vuelto un medio de comunicación, una forma de expresar sentimientos, sensaciones y  emociones en forma estética. El cine expresa visiones de la realidad, muestra maneras de entender el mundo real  con un nivel artístico que impacta en nuestros sentidos en forma múltiple, convirtiéndose en una vía de expresión y comunicación  multidimensional e intercultural.

El cine comienza a tomar prestado de otras artes herramientas, técnicas y oportunidades que le enriquezcan y permitan evolucionar. El cine no sólo es imagen, también es sonido. La musicalización de la imagen, por ejemplo, es un proceso estructurado de gran soporte y complemento a la imagen visual. El área de sonido dentro del cine es una rama que ha sido extensamente estudiada y reconocida por los expertos. La sincronización entre visual y auditivo es de gran importancia para transmitir sentimientos; una combinación parecida la podemos encontrar en producciones de videos musicales, hermanándose la producción cinematográfica con la televisiva.

La sincronización y armonía de la danza se ve reflejada por ejemplo en la cadencia de imágenes, escenas y secuencias de una película. Incluso la teoría de la imagen de la pintura o la geometría de la escultura son de gran importancia para el cine, especialmente cuando se establecen las formas y  colores que se verán en pantalla, lo que implica no sólo vestuario o decorado de set, también la posición de los cuerpos (personas u objetos) que se encuentran en una toma y, por supuesto, la habilidad narrativa literaria que siempre está presente en la estructura del guión y el discurso de las historias.

La pregunta sería entonces por qué, si el cine es un arte, no se estudia como tal dentro de los programas artísticos básicos de los planes educativos. Tal vez sea su menor antigüedad comparada con las otras artes, su avance tecnológico, innovación y complejidad constante, su estatus como función de entretenimiento o un devalúo de la sociedad acostumbrada a otorgar reconocimientos científicos a otras áreas del estudio. La misma evolución cinematográfica ha dado pie a estas situaciones, desde el glamour Hollywoodense hasta la falta de calidad que se presenta en muchas ocasiones en los productos hechos por los cineastas.

A pesar de ello no debe olvidarse el gran trabajo de los participantes en el complejo mundo de la cinematografía; el trabajo de dirección, de producción, de escenario, de sonido o de actuación, por mencionar algunos, son los elementos que conforman el todo  estructural y complejo, nunca un proceso aislado o individual.

Como medio artístico su reconocimiento crece. No sólo dentro de premiaciones y galardones otorgados alrededor del mundo (creadas además por los mismos estudiosos y expertos del cine), sino también dentro de las nuevas generaciones. Tanto en Francia como en Inglaterra, por ejemplo, se enseña ya teoría del cine en los niveles de educación básica, sentando un ejemplo y demostrando que la educación cinematográfica enriquece la mente, los sentidos y  las habilidades, tanto de análisis como de percepción, desde edades tempranas.

Es importante transformar al espectador de pasivo en activo; sin embargo, se ha intentado erróneamente a través de técnicas tales como el 3D o 4D, en donde el público-consumidor sólo visualiza con mayor amplitud pero sigue con limitada iniciativa; en su lugar lo más recomendable es retar de la mejor manera posible al espectador, desafiar su mente provocándolo a reflexionar, imaginar, sentir y crear; instruir y promover el estudio y análisis  de la realidad, de la forma en que el productor-director-guionista la interpretan y transmiten; porque el significado de una película va más allá de ser una  simple vía de distracción o un medio pasajero portador de ideas.

Un poco más de cien años después de su invención (con fecha 1895 cuando se proyectan los primeros fotogramas en movimiento por los hermanos Lumière), el cine ha recorrido un revolucionario camino promovido por los interesados en esta forma de expresión, aceptada y revitalizada por una sociedad abierta al arte y a la diversidad de propuestas. El séptimo arte avanza y es vital seguirle el paso para enriquecerlo y enriquecerse con él.

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