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Cine de arte

Diana Miriam Alcántara Meléndez

De alguna manera el cine de arte constituye el ejemplo y muestra de que la cinematografía tiene diversidad y propuesta cuando se trata de contar historias con visión. Las posibilidades del cine de arte se amplían porque los interesados no se preocupan por el consumismo ni las ganancias de sus películas, sino por la calidad y sustantividad del relato, de la película, del producto mismo que construyen, así como de su contribución al arte, a la sociedad, a la industria.

Resulta irónico, y de manera extraña, que sea este tipo de cine el que se encuentre en polos opuestos de la oferta y la demanda en el mercado. Si bien existen películas a las que se tiene un fácil acceso por su disponibilidad, como en el precio, por otra parte se encuentran películas que, ya sea por su popularidad a voces, por los festivales en los que participa, por los premios que gana, o por el prestigio que toman, se convierten en productos difíciles de encontrar y fáciles de subir de precio. Incluso en puestos de películas “pirata”, el cine de arte se vende a un precio más elevado cuando el vendedor así lo considera. ¿Pero cuáles son los parámetros que se siguen? ¿La cantidad de demanda o el que alguien le llame cine de arte y por lo tanto se le considere un mayor “valor” agregado?

Con un doble juicio como este, vale la pena preguntarse: ¿Es que el cine de arte puede estar sobrevalorado y devaluado al mismo tiempo? La tendencia popular de hablar de cine de arte como elemento para demostrar que se sabe sobre el tema  es lo que daña a la industria.

El cine independiente no significa una película barata per se, significa que el total de dinero que invierte una productora comercial en el proyecto no alcance el 50 por ciento del presupuesto total con que se ha producido tal película. Por otro lado cine de autor se le llama a aquel que en pantalla lleva el sello de su director, quien además, suele ser también partícipe en la producción y escritura del mismo proyecto. Pero todo esto viene a menos cuando se juzga una producción artística fílmica. Tal como en el cine comercial, se ha llegado al punto en que se le da más valor al nombre del director y de los actores, a los premios que se ganan y a la llamada “relevancia o importancia” que la película o los partícipes tienen dentro de la industria.

Cuando alguien intenta ir en contra del sistema, cuando hubo una persona que decidió explorar personajes, sentimientos, pensamientos y sustancia por encima de la mercadotecnia, cuando se busca la estética, la técnica, y la historia como los elementos más importantes y de peso en las películas, surge el cine de arte, corriente vanguardista que a la fecha sobrevive pero que se ha dejado de comprender a causa de la explotación comercial y el engaño de supuesta profundidad intelectual.

En la actualidad es difícil definir el cine de arte en términos estrictos. Dejar de lado la producción monetaria o los nombres de los artistas que en ella participan sería descartar muchas de las películas. De igual manera no se puede considerar cine de arte a todas las películas de bajo presupuesto. Por lo tanto el arte es la técnica. Así como en la pintura, la música, o la literatura, la base artística se construye por la técnica y la habilidad para desarrollar trabajos innovadores.

El cine también experimenta, el cine también sigue corrientes. No siempre del gusto de todos pero siempre proponiendo nuevas tendencias, el cine de arte no debe ser visto como un escape a películas populares, ni tampoco como el buen cine que ofrece la industria del séptimo arte; después de todo, cine de arte no es sinónimo de calidad.

La intención es proponer, así, el acercamiento a esta rama cinematográfica, incluyendo al independiente, el de autor, el experimental y todo el cine artístico, debe realizarse con la mente abierta, pero en especial, conscientes de que una película independiente no es una etiqueta que catalogue y limite los parámetros de una industria ni de sus partícipes, sino todo lo contrario.

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