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VIFF

Diana Miriam Alcántara Meléndez

¿Cómo es ver cine mexicano rodeado de extranjeros? Bueno, es una experiencia interesante por sus comentarios respecto a la película, a nuestro país, a nuestras historias, a nuestro lenguaje, y a nuestro mundo. Y aunque tuve la oportunidad de ver varias películas durante el Festival Internacional de Cine en Vancouver 2010 (VIFF – Vancouver International Film Festival) la exhibición de cine mexicano es lo que más llamó mi atención. Después de más de 370 películas en circulación en el transcurso de 15 días, concluyó un festival lleno de propuestas cinematográficas provenientes de todo el mundo, incluidas tres producciones mexicanas, siendo, las tres, recibidas con altas expectativas.

La primera película que tuve oportunidad de disfrutar fue Revolución (México, 2010), serie de cortometrajes relativos al Centenario de la Revolución Mexicana. Esta fue, ante todo, una propuesta novedosa celebrando la palabra Revolución, el movimiento de nuestra historia y en especial, la libertad de expresión. Resalta la libertad creativa de sus directores que dejó a más de uno preguntándose ante qué tipo de cine se encontraban. En mi opinión el éxito de la película recae en su propuesta artística y la diversidad de puntos de vista respecto a la palabra misma: revolución; y ante la versión de cada director respecto a la cultura mexicana. De ahí que en alguna entrevista los productores del filme dijeran que tenían muy claro que, independientemente del orden que le darían a los diez cortometrajes, el inicio y el final eran indiscutibles. Según ellos, el comienzo y el cierre se dieron casi de manera natural tras ver las diez piezas. Entonces ¿qué pensó el público extranjero? Bueno, no puedo saberlo con exactitud, pero como buena compilación de cortometrajes, los asistentes juzgaron las piezas por separado y gustaron más de algunos que de otros, lo mismo que pasaría incluso con nosotros mismos, pero me queda claro que el concepto Revolución para ellos no es el mismo que para mí. ¿Revolución de qué, por qué, para qué? Definitivamente, es bueno ser mexicano, porque si no probablemente hubiera salido como ellos con más de un par de preguntas en la cabeza relacionadas con el mensaje del proyecto.

Mi siguiente experiencia mexicana fue con Biutiful (España-México, 2010), una coproducción esperada por muchos,  muchos  de los asistentes. Esta película fue lo que se le llama un “sold out”. Básicamente esto significa que todos los boletos se vendieron y que la gente se formó en línea durante largo tiempo para poder verla. Creo que Biutiful  ha dado mucho de qué hablar incluso antes de que se estrenara: Que si nos encontramos ante el trabajo de un director sin la acostumbrada colaboración de su guionista de cabecera, que si es una coproducción hispano-mexicana y no mexicana exclusivamente, que si Javier Bardem es digno candidato y favorito al Oscar, que si es válido o no que represente a México ante los premios de la Academia, que si representa una realidad de la vida en Barcelona y no la vida en México etc., etc., etc. No obstante a la gente le gustó. Es lo más que puedo decir, no fue una sorpresa, no fue una desilusión; fue una obra bien lograda y de gran calidad que dejó a los asistentes contentos, complacidos, satisfechos. En todos los sentidos nos encontramos ante una historia bien contada, con diferentes dimensiones y emociones, ante una especie de efecto dominó donde las piezas y acciones causan movimiento y reacción; una historia de vida que nos deja pensando que no hay más que vivir y convivir con las circunstancias, y que incluso entonces, las cosas pueden salir mal.

Finalmente asistí a la que sería la más polémica de las tres películas mexicanas, Año Bisiesto (México, 2010). Escuché que muchos se interesaron en ella porque había recibido varios premios alrededor del circuito de festivales, entre ellos la Cámara de Oro en Cannes, o porque la polémica sobre su contenido sexual dio de qué hablar entre los asistentes, o porque esta misma polémica respecto a la manera en que se abordan las relaciones humanas es un enfoque cinematográfico digno de presenciar. Personalmente creo que la respuesta correcta sería: todas las anteriores. Apuntemos que la historia sola es, sí, un acercamiento a la vida masoquista, banal, vacía y solitaria de una mujer mexicana, lo que por si mismo comienza a llamar nuestra atención. Debo confesar que se trata de una película que no es para todos los gustos, que su temática y crudeza puede molestar e incomodar a muchos. Esto fue lo que pasó durante el festival, no sólo durante la función a la que yo asistí, sino durante las demás funciones, en donde varios espectadores se levantaron de sus asientos y salieron de sala para no regresar. Más allá de mala o buena, la película es dura, cruda, directa, explícita, no un tipo de cine del que todos gustamos.

Sé que no doy como tal mi opinión respecto a cada filme. Lo hago a propósito porque creo que cada uno de nosotros debe acercarse a estas películas con actitud abierta, sin prejuicios. Me remito a contar lo que observé y escuché del público canadiense  al ver cine mexicano en sus pantallas, cine que llegará a las salas de nuestro país en estas fechas y espero el interés que ellas despertaron en el Festival de Vancouver se exprese también en México.

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