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Lo que he aprendido

Diana Miriam Alcántara Meléndez

La primera vez que oí que del cine se aprende, pensé que era una locura. ¿Cómo se puede aprender de una película?, me pregunté. Después, un buen día, mi hermano y yo fuimos asignados a la singular tarea de escribir un resumen de aquella aventura de Disney titulada Bernardo y Bianca en Cangurolandia (EUA, 1990); entonces lo descubrí: el cine enseña;  no hay nada como pasar un verano viendo una y otra vez una película que disfrutas, en este caso, ver a dos ratones rescatar a un niño. En serio, lo digo con el corazón, aún hoy día puedo ver la película y recordar con una sonrisa aquel año. Lo que aprendí es a ver al cine con otros ojos, a recrearme en la repetición para captar nuevos mensajes, a fijarme en los detalles, a retar a la lógica de las películas animadas, a entender la ley de causa y  efecto en una historia, a imaginar finales alternativos, a descubrir la historia colateral de personajes que no son abordadas de manera suficiente en el guión, a valorar el trabajo de todos los que hicieron posible la película y, claro está, a concluir que no importa cuán buena o mala pueda parecernos una película, del cine siempre se aprende algo si te acercas con curiosidad y observas con atención.

Realmente, yo no estaba familiarizada con la dinámica escolar y sus reglas en las escuelas alrededor del mundo hasta que vi Chicas Pesadas (EUA, 2004), Elephant (EUA, 2003) o 2:37 (Australia, 2006). Los grupos de amigos, las reglas del juego, el ser adolescente dentro de diferentes sociedades, en contextos sociales distintos, cambian de un país a otro, de una cultura a otra; el comportamiento del adolescente se ve afectado por su ambiente escolar, familiar, social, religioso, en suma,  se modifica dependiendo de la cultura y de la historia de la sociedad en la que se encuentra inmerso.

Aún recuerdo cuando utilizamos la película  Rumores (EUA, 2000)  para explicar ese fenómeno de la comunicación dentro de la sociedad durante una clase en la Universidad. También, en clase de inglés en la preparatoria, aprendimos sobre la correcta e incorrecta pronunciación de las palabras viendo Mi Bella Dama (EUA, 1964). Incluso los deportes, aceptémoslo, toman más sentido después de ver una buena dosis de cine, llámese Pequeños Gigantes (EUA, 1994), Los campeones (EUA, 1992)  o Wimbledon (UK, 2004).

A través de los años las películas me han enseñado e invitado a investigar y reflexionar. La verdad es que yo fui de aquellas quienes, después de ver The Runaways (EUA, 2010), se pusieron a leer la biografía de Joan Jett y Cherie Currie.  De igual manera, después de ver El Diablo Viste a la Moda (EUA, 2006) corrí a comprar el libro para leerlo completito, para más tarde tomar nota de las diferencias entre libro y película; así como me apuré a terminar la versión impresa de Posdata te Amo (EUA, 2007) antes de verla en el cine.

Alguna vez alguien me dijo que las mejores películas son las que te dejan pensando; desde luego, coincido, pero lo más importante es darle una oportunidad  al filme y detenernos a pensar: ¿Qué es lo que acabo de ver, qué me deja? Porque siempre, siempre hay algo que aprender. De la vida,  las culturas, la historia, las personas, las amistades, los deportes, los niños, la escuela, la moda, el clima, los negocios, de nosotros mismos, y todo, todo está en el cine.

 

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