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La camiseta sigue puesta

Eduardo Sepúlveda

Al inicio del torneo vislumbraba a 17 contendientes por el título, donde el único equipo que dejé sin posibilidad fue el campeón. Aun así, Monterrey estuvo cerca de hacer lo que pocos se han atrevido. Luego de lograr el título en el Apertura 2009, los Rayados no se enfermaron de “campeonitis” y se llevaron con méritos el Interliga. Durante el Bicentenario 2010, los albiazules alcanzaron a Chivas en la carrera por ser el mejor de la tabla, lugar que sin embargo no regala títulos. Su afición se llenó de ilusión y el futbol los respaldaba. En Torreón, las cosas no marchaban tan bien. Santos fue eliminado en cuartos de final bajo el mando de Sergio Bueno en el torneo anterior. Al relevo llegó Ruben Omar Romano, rodeado de dudas pero prometiendo practicar un “buen futbol”; ofensivo, al menos. Santos fracasó en el Interliga; lo único que logró en ese torneo fue romper la racha de 24 partidos sin victoria contra equipos mexicanos de su nuevo entrenador. El 10 de enero de 2010, me atreví a decir que los triunfos no tardarían tanto en llegar para el argentino y sus pupilos, y así fue. Con 8 triunfos y 27 goles a favor, Santos terminó en quinto lugar (el mismo que un torneo antes ocupó Rayados y con el que se proclamó campeón).

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En la tribuna, a los rayados les tocó ver en su estadio casi puras alegrías (8 triunfos y un empate durante el torneo regular con 20 goles a favor y cuatro en contra). Sólo perdieron un juego en casa, el decisivo en los cuartos de final. En el campeonato, ligaron 15 partidos sin derrota. Al mismo tiempo disputaron con dificultades el torneo continental más añejo. Los “hinchas” rayados despidieron de pie y con aplausos a sus jugadores en aquel 0-0 contra Sao Paulo, dentro de la Copa Libertadores de América, donde ya se sabían prácticamente eliminados, pero no dejaron de reconocer el esfuerzo dejado en el campo.

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En Torreón: si Santos ganaba, bueno por Romano; si caía, se convertía en el peor entrenador del mundo. Al principio, el técnico era el culpable de los malos resultados. Cuando se ligó una buena racha (a pesar de que el desempeño en la cancha todavía era el mejor) ya pocos culpaban a Romano. Los empedernidos santistas se preocupan demasiado por ver qué hace (o deja de hacer) el Monterrey, lo sienten como su enemigo. Mientras, los Rayados se dedican a apoyar a su equipo. Dos horas antes de que iniciara el partido contra Pachuca se podía oir un estruendo desde la tribuna de sol. El sonido local hacía una pausa para darle paso al “¡chiquiti bum, a la bim bom bá, Chiquiti bum, a la bim bom bá, a la bio, a la bá, a la bim bom bá, Monterrey, Monterrey, ra, ra, ra!”. Una porra que contrastaba con los cánticos de La Adicción, que durante todo el partido nunca cesaron. Aun con el dolor de ser eliminados, miles de seguidores albiazules volvieron a reconocer el corazón de sus héroes y el gran torneo del equipo. Otra vez los despidieron en medio de aplausos, de pie. Con porras y cánticos. Los santistas ya saboreaban su “primer triunfo”.

Hoy, el mejor equipo está fuera y Santos sueña con ocupar su lugar.

 

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Me despido: chao!

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