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Mayoría absoluta

Carlos Castañon

¿La próxima presidencia...?


¡Al fin terminaron las campañas! Después de largos meses de ruido y una receta de 23 millones de spots, mismos que no sirvieron para posicionar con utilidad, un conocimiento mínimo del Congreso ante a los ciudadanos. Como es sabido de todos, ahora el PRI llevará la batuta en la Cámara de Diputados y por lo tanto, decidirá el rumbo del presupuesto del Gobierno Federal. Entre las diferentes lecturas que podemos hacer del pasado 5 de julio, está el hecho contundente de que los votantes rompieron el ciclo del gobierno dividido que venía presentándose desde 1997. En el pasado reciente los legisladores de los principales partidos, tenían que negociar y consensar las decisiones tomadas en el Congreso.

Ahora, después de dos sexenios, el PRI controlará, junto con el Partido Verde, una parte clave del rumbo del país. Algunos han atribuido el regreso del PRI a la ayuda dirigida por las maquinarias Estatales priistas, y tienen razón en parte, pero en lo medular, me parece, y esto a la luz de los números de la elección, lo que observamos fue un voto claro para cambiar al partido en el poder. El hecho puede parecer obvio, pero no lo es, sobre todo, después del desprestigio y desgaste de la palabra “alternancia” en el país. Quizá, una de las pocas cosas que sí ha logrado la democracia mexicana, es la alternancia en el poder. Hoy por hoy en México, un partido en el poder, lo mismo puede perder que ganar, derivado de la competencia política. Como un modesto logro, ahí está ya instalada la alternancia. Y justamente, hace doce años, los votantes rompieron el monolito del poder priista en el Congreso. Posteriormente, vino en el 2000, la victoria esperanzadora de Vicente Fox con el PAN y el ¡Verde Ecologista!

A la vuelta de esta historia, el PRI ganó la mayoría, tendrá el control del Congreso, y por lo tanto, la guía del propio Gobierno Federal. Pero si bien, la victoria priista fue contundente y recordó las viejas épocas del carro completo, lo cierto es que no logró un aumento significativo de votos con respecto a la elección del 2006. Al revisar con calma los resultados de la elección, se observa que en realidad el voto del PRI no creció sustancialmente. Su variación fue de 0.9%, por el contrario, lo que resaltó la victoria priista fue el desdén de los votantes al PAN y el desplome del PRD. El PAN retrocedió 4.2% con respecto a su votación anterior, y el PRD, lo hizo con 7.8 %. Aún así, la caída del PAN no es tan dramática como parece, dado que ha llevando un gobierno con varias crisis como la de salud, inseguridad y económica. Normalmente, en otras democracias, esto les hubiera costado 10 o 15 puntos menos.


Pero regresemos a la alternancia. La experiencia histórica en nuestro país, nos recuerda que después 2000, los electores había echado al fin, al viejo partido en el poder, no sólo querían un cambio, sino también justicia y la esperanza de salir del atraso. Lo cierto es que después de Fox, no se logró un cambio significativo, tampoco se generó justicia ni rendición de cuentas. Y finalmente, seguimos con el atraso económico.  El PAN, que durante su larga lucha de oposición pugnó por esas causas, se mimetizó rápida y cómodamente con la cultura del anterior partido y los peores vicios del pasado.
Habrá que ver hasta qué punto, esta situación se puede repetir funestamente con el PRI. Es decir, la nueva alternancia, dotada de mayoría absoluta en el Congreso, no garantiza que el PRI actúe con responsabilidad y mucho menos, que procure un compromiso con la rendición de cuentas.  Por lo pronto, seguiremos el comportamiento de la nueva mayoría, en un entorno con expectativas económicas adversas y un creciente déficit en las finanzas públicas. Lo cual, no son buenas noticias.

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