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Más pobre y desigual

Carlos Castañon

 

(Coneval, 2008)

El próximo año, 2010 será el Bicentenario de la Independencia y el Centenario del la Revolución en  México. En las condiciones actuales, ¿hay algo que celebrar? O mejor dicho: ¿Qué tanto ha cambiado el país a la fecha? ¿Cuánto ha avanzado? Negar los cambios sería absurdo. Hoy por hoy nuestro país está integrado, a diferencia del siglo XIX y la política no es un asunto de violencia a la hora de renovar el poder. Del siglo XX y la Revolución somos herederos de las instituciones públicas que actualmente continúan vigentes entre nosotros, por ejemplo, el IMSS y el Banco de México.
No obstante, pareciera que en México, hay ciertas constantes, cierta raíz que no podemos cortar y que está tan vigente como en el pasado. Me refiero al atraso y su manifestación más dura: la pobreza. Y eso es lo que recientemente nos vuelve a recordar el INEGI y el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL).

Esta semana se revelaron los resultados de la Encuesta Nacional  de Ingresos y Gastos en los Hogares (ENIGH), y como sabemos, la pobreza, lejos de disminuir, aumenta. Con datos duros, se estima que 50.6 millones de mexicanos viven en la pobreza, de los cuales, unos 19.5 se encuentran en pobreza extrema, lo cual implica para estos pobres entre los pobres, pobreza alimentaria. En este sentido, si algo caracteriza nuestro país en esa historia a “celebrarse”, es la profunda desigualdad, pero a diferencia del Bicentenario y la Revolución, ahora la desigualdad aparece multiplicada. 
Paradójicamente, entre el periodo 1992-2008, la pobreza de patrimonio disminuyó de 53.1% a 47.4% y la alimentaria de 21.4% a 18.2%. A pesar de ello, se incrementó de 2006 a 2008, en 4.5 millones el número de personas pobres de patrimonio y en 880 mil el número de pobres alimentarios (CONEVAL, 2008). Para el Secretario de Desarrollo Social, Ernesto Cordero, el aumento se debe a un “bache”, que si bien es cierto, la crisis económica agravó la situación, ésta no cambió mucho la tendencia de las últimas dos décadas.

A pesar de los grandes programas asistenciales, primero Solidaridad, luego Progresa y Oportunidades, y ahora Vivir Mejor, los resultados más que benéficos, han sido contraproducentes como bien lo demuestra Santiago Levy en su libro,  “Buenas Intenciones, Malos Resultados: Política Social, Informalidad y Crecimiento Económico en México (2008)”. Las buenas intenciones del gobierno, a través de los programas para el desarrollo social y combate a la pobreza, están generando malos resultados.


Otra consecuencia de esta política, expresa Levy, es la generación  de “incentivos perversos” hacia la informalidad, es decir, mexicanos que trabajan, pero lo hacen desde la economía informal, beneficiándose a su vez, de los programas sociales que pagan los contribuyentes. A pesar de todo, algunos no han perdido la esperanza en México. Uno de ellos es el profesor Georg Friedman, que en su reciente libro sobre el futuro, “The next 100 years”, imagina a México como una de las grandes potencias para fines del siglo XXI. Mientras tanto, a la luz de los problemas nacionales, parece que hemos extraviado el rumbo, ahora que sabemos que el país es más pobre y desigual.

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