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"Hijos Huerfanos de Padres Vivos"

German de la Cruz Carrizales

Si es válida la máxima evangélica de Cristo Jesús: "lo que hicieren al más pequeño de éstos a mí me lo han hecho", entonces en el cielo el Resucitado lo ha de estar abrazando agradecido y ofreciéndole abundancia de gracias para repartir a quienes opten por promover a los pobres, convivir con los pobres o vivir para los pobres.

Ya pasó el tiempo de hacer de este tema objeto de escritorio e incluso de inquisiciones doctrinales: lo que interesa es que "los ciegos vean, los cojos anden, lo sordos escuchen y los muertos resuciten", palabras más, palabras menos que el Jesús de nuestro tiempo responde a las dudas de los Juan Bautista de nuestra Iglesia, a través de la obra del padre Chinchachoma y de muchos otros que, ¡oh paradoja!, son perseguidos por los buenos.

No faltó quien se esforzó por hacernos notar las barbas desaliñadas de Chinchachoma, sus palabras soeces, su falta de «compostura» como religioso, la libertad en el uso del dinero, el espíritu de confrontación con autoridades civiles (policías, juzgados, etc.) y todo lo que el entorno de «niños de la calle» arrolla consigo. Yo sin embargo lo catalogo entre "los limpios de corazón" —máxima de las Bienaventuranzas de Jesús— porque vio a Dios en el fondo del alma de esos chamacos y se comprometió a transformar su rostro deformado, desilusionado, resentido y de delincuente —quizá—, en rostro digno, de hijos de Dios.

El Padre Alejandro García, «Chinchachoma», por sobrenombre cariñoso, agota su especie; es muy laudable, pero poco imitable, pues resultaríamos su caricatura. No obstante nos deja un sendero abierto que puede convertirse en carretera de solidaridad salvífica cuyos hitos serían:

Ó      Esos niños valen la pena una vida entera consagrada a su promoción;

Ó      Más vale actuar poco y bien, que despotricar contra sistemas sociales, cruzados de brazos;

Ó      Su promoción consiste en hacerlos valer por sí mismos organizadamente, y no sólo en subsidios aislados —siempre bienvenidos;

Ó      El rostro de Cristo resplandece más en estos niños sucios e ignorantes transformados en hombres esforzados y de mejora social, que en esos niños bonitos con carreras, que se van echando a perder por la adicción al consumismo de cosas, placeres y prepotencias;

Ó      El proceso tiende a multiplicarse por mano de los mismos niños, ahora jóvenes o señores hechos y derechos, por vía de contagio, sin necesidad de aparatosas estructuras y fideicomisos.

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“QUIEN NO VIVE PARA SERVIR, NO SIRVE PARA VIVIR”

German de la Cruz Carrizales

  Torreón, Coahuila. México

                 MMIX

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