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El dolor de la separacion 1a Parte

German de la Cruz Carrizales

 

Cuando una pareja rompe su relación no lo hace generalmente sin dolor. Cualquier rompimiento implica abandonar cosas de nuestra vida, dejar atrás un pasado y reconocer alguna clase de equivocación por parte nuestra. Es inevitable, incluso, sentir cierta sensación de fracaso y hasta de desolación. Me refiero, por supuesto, a esas parejas que llevan algún tiempo juntas; no hablo de esas relaciones del momento, pasajeras y circunstanciales, aunque en esos casos también puede sobrevenir el sufrimiento y la frustración.


Creer que una ruptura amorosa se concreta fácilmente es una ilusión. Siempre hay un desgarramiento, por eso cuesta tanto concretarla y por eso, aunque esto no se dé por igual en ambos miembros de la pareja, se sufre tanto.
Aún en los casos en que ese rompimiento sea para bien, una separación no se logra así como así. Y esto pese a la madurez que puedan tener los involucrados y aunque todo lo resuelvan sin choques violentos o reproches y odios irreconciliables. Nos aferramos a los objetos; ¡cómo no nos vamos a aferrar a un ser a quien pudimos amar y con quien compartimos tantas ilusiones y proyectos!
Por eso después de la separación quedan dos caminos: hundirnos en el dolor y no salir de allí, o recomponer la fe e iniciar una vida nueva.


Me interesa dejar sentado lo siguiente, y deseo resaltarlo porque es útil que los  tomen conciencia de ello: si una separación es inevitable, habrá que estar preparado para sobrellevar y superar el dolor que acarrea un rompimiento.
Según las circunstancias puede haber un alivio en uno o ambos miembros de una pareja que se separa, eso no lo negamos. Pues las tensiones son tan grandes entre dos personas que se llevan mal, que se vuelven insoportables. Sin embargo no se crea que todo serán risas, principalmente durante el tiempo inmediato al rompimiento.

Vacío y depresión
Es saludable tener alguna idea de lo que nos puede ocurrir luego de una separación. Por de pronto, reconocer que pese a las diferencias de género, el varón y la mujer llegan a sufrir con la misma intensidad. El dolor, en asuntos de fracasos amorosos, no es privativo de lo femenino o de lo masculino.


No siempre el rompimiento es previsible. A veces una pareja se deshace abruptamente, casi de un día para el otro, sin que uno de los miembros ni siquiera hubiera sospechado tal desenlace. En otros casos no: La separación se planifica con tiempo, de común acuerdo y armoniosamente. Son circunstancias diferentes, pero que sin embargo tienen un punto de contacto: el rompimiento acarrea sensación de vacío. Todo el pasado de una vida en común aflora en la mente y los recuerdos nos abruman; desearíamos volver atrás, desandar los acontecimientos y hasta soñamos con modificarlos. En esta etapa puede surgir la idea casi obsesiva de pretender reparar, de volver a empezar la relación, de mejorarla y retomarla. Esos deseos podrían hacer que negáramos la realidad, y en lugar de fortalecernos, nos debilitaríamos. Hay cosas que jamás vuelven atrás, y cuando finalmente nos damos cuenta de ello puede sobrevenirnos una depresión aun mayor que la que sentimos al tener que separarnos. La evidencia de que será inútil tratar de recuperar lo perdido hará que toda nuestra omnipotencia se derrumbe. Habíamos creído que podíamos torcer los hechos y de pronto advertimos que es imposible hacerlo. El dolor se renueva; la sensación de vacío aumenta.


El tiempo que dure esta situación de tristeza depende de cada caso, pero debemos aceptar que en mayor o menor grado le sucede a toda persona que se separa. Estar preparado para afrontarlo fortalece la decisión; sirve de apoyo para animarnos a decir "basta" cuando una relación se torna insostenible y necesitamos ponerle fin.

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“QUIEN NO VIVE PARA SERVIR, NO SIRVE PARA VIVIR”

German de la Cruz Carrizales

  Torreón, Coahuila. México

                 MMIX

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