Siglo Nuevo

El hombre y la extinción de las especies

Asumiendo responsabilidades

Culebra de collar amarillo (Diadophis punctatus).

Culebra de collar amarillo (Diadophis punctatus).

Gamaliel Castañeda y Sara Valenzuela

Se estima que en la historia de la Tierra han ocurrido cinco grandes extinciones de especies, producto de cambios climatológicos repentinos. Hace 65 millones de años, se concretó la última que se conoce. Actualmente, se habla de una sexta extinción masiva a causa de la mano del hombre.

GRANDES EXTINCIONES

La última gran extinción que se conoce, ocurrió en el evento denominado como la extinción del Cretáceo, cuando desaparecieron de la faz de la tierra los dinosaurios (se cree que por producto del choque de un meteorito contra el planeta).

Otra suposición es que su desaparición se debió a la erupción consecutiva de muchos de los volcanes que existían en ese entonces, lo que contaminó el aire y modificó el clima, haciendo imposible la vida de plantas, dinosaurios, aves y mamíferos.

Actualmente, algunos expertos afirman que se está llevando a cabo una sexta extinción masiva de especies, cuyo principal detonante son las actividades productivas que realiza el hombre, sin considerar al resto de los organismos que dependen del entorno que es destruido para la comodidad del ser humano.

LA SEXTA EXTINCIÓN

De acuerdo con la Norma Oficial Mexicana 059 (NOM-SEMARNAT-059-2010), sólo en México se reconocen dos mil 631 especies (plantas y animales) en alguna categoría de riesgo de desaparecer. Dentro de este número, se cuentan 49 como posiblemente extintas, es decir, que han pasado años sin que se les haya vuelto a ver en la naturaleza.

Al respecto, para que una especie se considere extinta, deben pasar al menos cincuenta años sin que se le aprecie en la vida silvestre, o bien, que se evidencie la desaparición de su hábitat.

Desafortunadamente, la lista de especies desaparecidas en el país ya tiene registros: el lobo mexicano del noreste (Canis lupus monstrabilis), extinto por la implacable cacería por parte de ganaderos locales; la foca monje del Caribe (Monachus tropicalis), extinta debido a la cacería realizada por los marinos, para obtener su carne como alimento; el carpintero imperial (Campephilus imperialis), que se hallaba ampliamente distribuido en los bosques de pino desde Sonora y Chihuahua hasta Michoacán, y que dependía para su subsistencia de los árboles más altos y viejos de los bosques, mismos que fueron aprovechados por la extracción forestal.

De mismo modo, la lista contempla al zanate de Lerma (Quiscalus palustris), extinto debido a la desaparición de la ciénaga donde habitaba, y que fue utilizada para abastecer de agua a los habitantes de la Ciudad de México.

Penosamente, para el estado de Coahuila, en la región Laguna recientemente declararon extinta a una especie de tortuga de fango que habitaba en el poblado de Viesca. De este animal (Kinosternon hirtipes megacephalum), únicamente queda una fotografía para su registro, y se cree que desapareció de la zona debido a la extracción desmedida de agua, lo que terminó por agotar las lagunas naturales de Viesca y el hábitat, que en un tiempo fue el unico de esta tortuga: el manantial de Juan Guerra.

ACCIONES CONJUNTAS DE CONSERVACIÓN

A pesar de que el escenario futuro para las poblaciones silvestres de plantas y animales, luce poco prometedor frente a la actividad del ser humano, existen grupos de activistas, dependencias y leyes gubernamentales nacionales e internacionales, que promueven la conservación y cuidado de los ecosistemas y de las especies que se encuentran en mayor riesgo de desaparecer (como la Ley General de Equilibrio Ecológico y Protección al Ambiente LGEEPA).

Desde finales del siglo XIX, se crearon «parques nacionales» o áreas naturales destinadas principalmente para la recreación de las mismas personas. Posteriormente, en los años setenta nace el concepto de «Reservas de la Biósfera», propuesto por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).

Bajo este término, se pretende la inclusión de las personas en la tarea de conservación de los ecosistemas y las especies que en ellos habitan. Una de las primeras zonas de México en ser declarada como Reserva de la Biósfera es Mapimí, localizada en los estados de Chihuahua, Durango y Coahuila. A partir de entonces, comienza la creación de Áreas Naturales Protegidas (ANP) a lo largo de todo México.

Las ANP se declaran debido a la importancia ecológica que presentan sus ecosistemas, o bien, por la cantidad de especies que se encuentran dentro de las mismas, y que tienen algún estatus de protección en la norma. Actualmente, en el país existen 166 áreas protegidas.

Gracias a la creación de estas áreas, se han podido reestablecer y continuar las labores de conservación de distintas especies, tal como la mariposa monarca en Michoacán, la tortuga lora en Tamaulipas, la guacamaya roja en Chiapas, la recuperación de la ballena gris en el Golfo de California, entre muchas otras especies.

Regionalmente, también se encuentran casos de éxito en la Reserva de la Biósfera de Mapimí, con los programas para la conservación de la tortuga del Bolsón (Gopherus flavomarginatus) que han dado resultado. Las poblaciones permanecen bajo esquemas de protección, y los mismos pobladores han optado por la crianza de ganadería con métodos de rotación de ganado, sobre la típica y dañina ganadería extensiva tradicional. Esto ha favorecido en buena medida a la recuperación de los pastizales del área y de sus especies asociadas.

Es preciso aclarar que no todas las especies en peligro de extinción se encuentran dentro de reservas naturales, y no todas las regiones que se consideran de importancia para la conservación de las especies, están dentro del estatus de ANP. No obstante, el mayor problema radica en la falta de conciencia general por la naturaleza.

La cacería furtiva, la introducción de animales exóticos, la explotación desmedida de recursos minerales y forestales, el aumento en la ganadería y la agricultura, el turismo descontrolado, la pérdida de hábitat, la mala planeación de ciudades, el aprovechamiento general de todos los recursos naturales sin manejo alguno y, sobretodo, la «sobrepoblación» humana, son las principales amenazas para todas las especies que habitan en el planeta, incluido el mismo hombre.

CREAR CONCIENCIA

A pesar de que mundialmente se reconocen estos problemas, y de que recientemente se habla no sólo de extinciones producto del hombre, sino de un cambio climático antropogénico, pocos son los países que han comenzado a tomar medidas en el asunto. La responsabilidad del hombre es total. La actual tasa de pérdida de especies, ahora se reconoce como la primer y única extinción masiva a causas de un agente biológico: el ser humano.

Sin el reconocimiento de que las actividades humanas ocasionan cambios y deterioro en el entorno, sin una actitud responsable y considerada de políticos, académicos y sociedad en general, la pérdida de especies silvestres continuará. Las consecuencias son muchas y muy variadas.

Se puede estar en riesgo de perder especies que son clave en el entorno ecológico, por su función y su relación con otras especies. Es posible perder elementos vivos que constituyen una fuente de materia prima para actividades y necesidades cotidianas de uso directo e indirecto, incluso se podrían perder especies que, al igual que los seres humanos, merecen vivir sólo porque se insertan en la historia evolutiva de la vida en la Tierra.

Cualquier actividad del hombre tiene consecuencias positivas o negativas en el ambiente. Si las segundas superan a las primeras, entonces el desequlibrio esperado en la complejidad de los ecosistemas, traerá consecuencias costosas en el ambito moral, ético, económico y social de cada ciudadano.

Por lo tanto, es indispensable asumir responsabilidades, tener en cuenta que la conservación de la biodiversidad implica una accion más cautelosa, una consideración de sí mismo y de los organismos del entorno, y una planeación del desarrollo propio con plena conciencia de que todos dependen de alguna manera de los recursos vivos.

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Gavilán colirrojo (Buteo jamaicencis).
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Agave victoriae-reginae.
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