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Solo y Sin Marca

Alex Rodríguez

En la prepa, en la materia de Cálculo Integral (y con esto mando un saludo al profesor Luévanos), yo era de esos estudiantes románticos a la antigua que se iba al examen extraordinario, el cual, después de contestarlo de la manera más ridícula, como si fuera Vucetich quien decidía las respuestas, no pasaba. Entonces me iba al examen super extra, como le decían, donde mi rendimiento era muy parecido al de Andrés Guardado en plena eliminatoria y que por supuesto tampoco aprobaba. Había, pues, una última opción, una denigrante para cualquier estudiante y sumamente cara, como pagar un viaje de ida y vuelta a Nueva Zelanda, que era llamado el examen super super extra. Si no pasabas esa prueba, por mucho que tu promedio fuera bueno y la mentada materia la única con calificación reprobatoria, simplemente te corrían y el sentimiento, las pérdidas económicas de mi padre, la frustración y el estancamiento eran como quedar fuera de un Mundial. De modo que pedía ayuda a tres compañeras, las tres cerebritos de mi salón, que en toda calificación tenían un diez, como si una fuera Miguel Herrera, con su melena rubia; la otra todo el América, creída pero muy autosuficiente, consentida de los profes; y la tercera, hermosa y contundente, me daba la seguridad que sólo Oribe Peralta puede dar con su presencia. Memorizaba, como jamás he memorizado algo, sin comprenderlo, números, letras, flechas y resultados, todo, esperando un milagro de esos que poco se dan. Pero sucedía. Como si hubieran caído dos goles de Estados Unidos en tiempo de compensación y una chilena de Raúl Jiménez al mismo tiempo, milagrosamente pasaba con siete.

Aunque sé que en cuestiones de números y matemáticas nunca supe más allá de la tabla del once, sé que a lo largo del semestre no vi o no quise ver todas las fallas en mi sistema de estudio, cual Justino Compeán en su oficina. Tomando pésimas decisiones sin ganas de mejorar, como Iñárritu y compañía. Si mis padres me decían que estudiara Cálculo, les contestaba con orgullo, altanería y sin un mínimo de humildad, que iba mejorando, que estaba trabajando, que esto era parte de un proceso y que yo no prometía nada, que yo no estaba obligado a nada, hasta ya me andaban apodando el Chepo. Cuando reprobé el extraordinario y contesté el primer super extra, hice las mismas tonterías, contesté las mismitas incongruencias, mi examen fue un caos, una perversión y aún así me enorgullecí de ello, hasta ya me andaban apodando el 'Flaco' Tena.

Al final, milagrosamente, pasé la prepa, pero México… México, contestará hoy el primero de sus dos exámenes super super extraordinarios, pagando así tantas culpas. A estas alturas, aunque pase de panzazo, pero que pase.

Twitter: @AlexRodriguezSa

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