Siglo Nuevo

Wong Kar-Wai y la estética del amor

Filmografía sin fronteras

The Grandmaster, 2012.

The Grandmaster, 2012.

Miguel Báez Durán

Contados son los realizadores que se ocupan del amor sin caer en la cursilería y Wong Kar-Wai no sólo le rehúye a esta tentación, sino que además su cine lo lleva a los terrenos de la poesía visual.

El milagro del encuentro amoroso constituye la médula de la obra del director Wong Kar-Wai. Y con su cine ese sentimiento traspasa los confines de la pantalla grande llegando al espectador como una caricia para los ojos, ejecutada a través de un estilo obsesionado con la estética. Incluso en sus cintas de artes marciales, tanto el amor como el desamor juegan roles primordiales para detonar la, a veces, nebulosa anécdota.

El director nacido en Shanghái -pero cuya educación se lleva a cabo en Honk Kong-empieza a destacar dentro de los circuitos menos comerciales y más interesados en el cine extranjero de autor, con títulos como Chungking Express (1994) y Happy Together (1997). En la primera, un puesto de comida se convierte en el lugar donde convergen varios personajes enamorados. Inolvidable es la escena de Faye Wong, mientras en el fondo musical se escucha una versión china de Dreams de The Cranberries. En la segunda película, una pareja homosexual viaja a Argentina ante el desmoronamiento de su relación. Acá el escenario será un Buenos Aires descascarado y de hoteles sórdidos. Por Happy Together, el realizador ganará el Premio a Mejor Dirección en el Festival de Cannes. Sin embargo, Deseando amar logra dinamitar las fronteras y convierte a Wong Kar-Wai en un artista de talla internacional. Esto por la extensa recepción del filme.

EL SECRETO EN EL ÁRBOL

El deseo y la necesidad de acallarlo son los temas principales de Deseando amar (2000). Encapsulado en la historia, el espectador se halla en el Hong Kong de los años sesenta. Dos matrimonios jóvenes se mudan a cuartos contiguos el mismo día, dando pie a la primera coincidencia. Gracias a cargas laborales y viajes de negocios a Japón, las dos parejas se distanciarán y volverán a encontrarse en un doloroso intercambio. Gracias a ciertos objetos -una bolsa de mano, una corbata, dos cartas con sellos japoneses- el señor Chow (Tony Leung) y la señora Chan (Maggie Cheung) se darán cuenta de la infidelidad compartida de sus esposos. Con la intención de averiguar en qué momento surge esta relación extramarital, convierten su amistad en teatro y actúan en lugar de los infieles, siempre con la condición de nunca ser como ellos. Sin saberlo, después de comidas y pláticas juntos, empezarán a enamorarse.

Aquí el director habla de la culpa reprimida con una sutileza admirable. Cada movimiento y palabra requieren la actividad e interpretación porque sólo se cuenta lo esencial. A pesar de dicha agilidad narrativa, la cámara lenta es utilizada en ciertos momentos para simbolizar las rutinas de soledad, otorgando al espectador un sentimiento etéreo sincronizado con la música.

En los cortos viajes al puesto de comida cercano al edificio, los protagonistas se toparán una y otra vez para adivinar en sus miradas lo que poco a poco aflorará sin preverlo. Es una complicidad establecida desde la primera vez, en la mesa de mahjong. Los infieles no tienen semblante. Sólo se nos permite escuchar sus voces, observarlos de espaldas. De esta forma, el amor no confesado entre los protagonistas nace sin planearlo. Sólo así podrán hallar la respuesta al abandono de sus respectivas parejas.

Sorprenden de inmediato las sobrias actuaciones de Leung y Cheung, el equilibrio de la banda sonora con la presencia de nuestro idioma en voz de Nat King Cole, la refulgencia de la fotografía merecedora de un premio en Cannes, la maestría al hilar los elementos narrativos y el elemento poético del secreto en el árbol. Wong Kar-Wai logró con Deseando amar una obra cinematográfica digna de recordarse como una de las películas más románticas en la historia del cine.

LA TARTA PÚRPURA

Luego de haber permanecido con 2046 en el universo de Deseando amar, el realizador se aventura a filmar en otro idioma. Con un hilo conductor narrativo más aferrado a atmósferas que a anécdotas, Noches púrpuras es una road movie de planos atípicos con su usual reparto de personajes coloridos. Como en otras cintas de Wong Kar-Wai, nunca hay un guión al comienzo del rodaje. En este caso la idea a desarrollar es la de un café en Nueva York, punto de encuentro para quienes se han topado con el desamor. De este lugar partirán dos relatos enmarcados por otro que los absorbe. Sólo por eso, durante fugaces instantes, Noches púrpuras semeja ser en realidad tres cortometrajes y no un largo.

Durante el inicio, se ve a Jeremy (Jude Law) recibir una llamada. Alguien pregunta por un cliente del café y el dueño sólo puede identificarlo a través de sus pedidos. Más adelante, será Jeremy quien realice las llamadas a cafés o bares de Memphis para encontrar a la persona al otro lado de la línea.

Así comienza la historia de desamor de una chica llamada Elizabeth (la cantante Norah Jones en su debut cinematográfico) que, tras enterarse por Jeremy de la existencia de una tercera en discordia, abandonará las llaves del departamento de su ex novio en el café. Esto no es poco común en el lugar, pues a lo largo de los años se ha convertido en un depositario de llaves. Éstas representan relaciones pasadas, puertas cerradas cuyos picaportes los anónimos clientes no son capaces de soltar. Ahí también se desprecian las tartas de arándano, cuya grisura ante otros postres no desmentiría nunca el color púrpura ya aludido por el título del filme.

En este período de desconsuelo para Elizabeth, surge una amistad con Jeremy. Ninguno de los dos se atreve a convertirla en romance. Para aceptar sentimientos y aclarar dudas, la joven emprende un viaje sin destino fijo por diferentes ciudades y pueblos de los Estados Unidos, ganándose además la vida como mesera de día y cantinera de noche. Entre la ida y el regreso irá contándole sus vivencias a través de postales sin remitente.

Elizabeth pasará de ser protagonista a testigo. El segundo acto lo conforman la pareja de Arnie (David Strathairn), policía alcohólico, y Sue Lynne (Rachel Weisz). El tercer acto, en cambio, lo protagoniza Leslie (Natalie Portman), una jugadora en problemas con un padre distante. Fuera del idioma inglés, Noches púrpuras aporta poco a la filmografía del director.

VUELTA A LAS ARTES MARCIALES

En Occidente se suele reconocer el impacto de cintas como El tigre y el dragón de Ang Lee o Héroe de Zhang Yimou, para revivir la admiración fuera de Asia del género de artes marciales. Pero ya años antes Wong Kar-Wai había hecho lo suyo con Ashes of Time (1994), película cuya segunda vida se debe a una restauración hecha en 2009. En 2013, regresa en grande al género con The Grandmaster (2013).

Basada en la vida de Ip Man (Tony Leung de nuevo) -el hombre que fuera maestro de Bruce Lee- la más reciente cinta del cineasta hace un recorrido de años a lo largo de la vida del personaje histórico. En enfoque, sin embargo, se tornará de nuevo hacia el artificio. El planteamiento será lugar común en el género: primero el enfrentamiento de las diferentes escuelas de artes marciales.

No obstante, antes de que alguien pueda erigirse como el gran maestro, vendrá la invasión japonesa. Con ella, las muertes de las personas a las que más ama Ip Man. En otro de los roles principales se halla la estrella china Ziyi Zhang como Gong Er, una joven cuyo amor a su padre la obliga a dedicar su vida a la venganza.

Mientras en Ashes of Time abundaban el desierto, el sudor y el desaliño de los combatientes, en The Grandmaster las peleas presentan un contraste atractivo: por un lado la dureza de los golpes, y por el otro, la elegancia y el terciopelo del vestuario. Si ya antes sus compatriotas han llevado las peleas de artes marciales a diferentes épocas y ambientes, Wong Kar-Wai le otorga a sus espectadores un encuentro de kung fu con abrigos de piel y bajo la nieve mientras un tren recorre una estación. Aclamada ya en su país de origen, es posible que The Grandmaster alcance la nominación al Óscar por Mejor Cinta en Lengua Extranjera. Se logre o no este objetivo, pocas dudas quedan ante el cine de Wong Kar-Wai, ante la maestría de quien, como pocos, sabe plasmar la estética del amor sobre una pantalla.

Twitter: @mbaezduran

As tears go by, 1988.
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Happy together, 1988.
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In the mood for the love, 2000.
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2064, 2004.
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My blueberry nights, 2007.
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