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Guerrero de la pluma

'Si hay un común denominador en mi vida, ese ha sido Santos Laguna. Ha sido un honor y un buen hábito de vida ser su aficionado y comentarista.'

'Si hay un común denominador en mi vida, ese ha sido Santos Laguna. Ha sido un honor y un buen hábito de vida ser su aficionado y comentarista.'

Alejandro Rodríguez

Se necesitaba un corazón templado para ser aficionado a los Guerreros del Santos Laguna en los primeros años. Desde el 88 hasta el 93, el equipo luchó por no descender, milagroso objetivo que cumplía hasta la última jornada. ¡Pero qué goles de Juan Flores, el hondureño! Como los delanteros ya no los hacen: de chilena, de palomita y sus estéticos remates de cabeza. Yo tenía 8 y 13 años en el rango del tiempo mencionado y me preocupaba mucho más que Santos no perdiera en su siguiente encuentro y que permaneciera en Primera División a mi examen de matemáticas de la semana entrante. Ya copiaría en la prueba o sacaría un acordeón, o, lo que es peor, estudiaría. Pero cómo hacer para que Dolmo y Juan Flores hicieran goles, para que Panduro no los recibiera, para que Pedro Muñoz y Lupe Rubio no dejaran pasar rivales y que Armendáriz golpeara al talentoso rival. Nosotros, los laguneros, teníamos a un poeta del balón, Ramón Ramírez, que junto al "Curita" Gómez y "Choque" Galindo preocupaban a más de doce zagas defensivas de la liga.

Por eso cuando en el 93 el equipo simplemente contrató a lo mejor en el mercado, los que habíamos seriamente sufrido, desesperado, arañado las mesas hasta quedarnos sin respiración por un mal resultado, obtuvimos del infierno la gloria. De pronto en Santos estaba el mejor jugador de la liga, Daniel Guzmán y el plantel se presentaba repleto de estrellas: Apud, Adomaitis, Zambrano, Rubén Martínez, Olaf Heredia, entre apenas algunos. Para un niño que su principal preocupación en la vida era que el equipo de sus amores no descendiera, por encima de sus calificaciones escolares, festejar goles épicos en una liguilla, la primera, avanzar rondas y llegar hasta la gran final, fue más que un sueño. Aunque se perdió, el subcampeonato fue respirar en el Monte Olimpo.

Después, a mis 16 años, festejé junto con mis primos, tan aficionados, el primer campeonato. Hicimos una montaña humana como si nosotros hubiéramos anotado el gol y después nos tiramos a la alberca con ropa y las celebraciones duraron como tres días, tal era la bacanal y la locura. El equipo había quedado campeón y después de lo vivido en las primeras épocas, la lógica y la realidad no nos cuadraba con lo que sucedía, pero en aquellas épocas conocí la euforia deportiva.

Decidí estudiar comunicación simple y sencillamente para ser comentarista de futbol, mi gran pasión (aunque después lo serían las letras) y estar cerca de Santos Laguna. Como no me perdía un solo juego, de ninguna liga, sabía mucho y no me fue difícil conseguir trabajo a mitad de carrera. Fue en la radio y mi labor consistiría en ir a Santa Rita a entrevistar jugadores. Iba aterrado. Sabía que, por muy mis ídolos que fueran, el jugador normalmente es hosco, sangrón y poco paciente. Había rebasado la línea de ser un aficionado que grita, sufre y se emociona desde la tribuna, a poseer una grabadora y preguntas que podían gustar o no a las personas que yo admiraba. El central argentino Guillermo Rivarola fue el primer futbolista que entrevisté. Sus respuestas fueron tan amables, su disposición absoluta, que de inmediato perdí el miedo y desmitifiqué la figura de futbolista como inalcanzable. Enseguida José Antonio "Tato" Noriega respondió mis cuestionamientos y tan elocuente como es, me sentía pez en el agua entrevistando. El megacrack Antonio Carlos Santos fue el tercero, esa misma tarde, y yo no daba crédito a lo que estaba viviendo. Todos sonrientes, amenos, tranquilos y dispuestos a contestar a mis preguntas. Yo era un periodista deportivo y me sentía feliz.

El tiempo, la experiencia y las relaciones que se forjan me llevaron a la prensa escrita y a la televisión. Fueron seis años los que estuve a nivel de cancha transmitiendo por radio los juegos de Santos como local, casi a un lado de Fernando Quirarte, el técnico en turno. Me tocó transmitir la final Santos-Pachuca, en la que los Guerreros ganaron su segundo título y di la vuelta a la cancha junto con el equipo, disfrazado de periodista y con el corazón, alegría y ánimo guerrero por dentro.

Si hay un común denominador en mi vida, ese ha sido Santos Laguna. Ha sido un honor y un buen hábito de vida ser su aficionado y comentarista. Gente, novias, empleos, situaciones, economías, viajes, problemas y momentos han ido y venido en lo que va de mi vida, pero mi equipo siempre ha estado, ha sido el mismo y nunca cambiará. ¡Treinta años para Santos Laguna, qué alegría poder decirlo y festejarlo! pues su presencia en la Comarca ha dignificado y llenado de triunfos a nuestra región.

Twitter: @AlexRodriguezSa

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Escrito en: 30 años

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