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Natalia Oreiro se sale con la suya

El País

MADRID, ESPAÑA.- ¿Puede la narración de una pequeña vivencia mostrarte la materia de la que están hechos los sueños de alguien a quien acabas de conocer? Bar Malasartes, en el barrio de Palermo de Buenos Aires. Esperamos con calma a que el aire caliente de las miradas anuncie la entrada del huracán Natalia. Ella llegará en unos minutos, vive muy cerca.

Aunque suele ser puntual, se ha retrasado porque tiene su sesión de terapia bioenergética. ¿Acaso necesita aún más energía? Tal vez: cada día recibe cuatro horas de clase en una escuela de circo como preparación para un nuevo personaje en la televisión argentina. Ya es una experta acróbata y trapecista. En cuanto comience a grabar estará metida en un estudio 12 horas diarias durante 10 meses. Además canta. Y es pareja del guitarrista y cantante Ricardo Mollo, líder de Divididos, una de las bandas más conocidas en Argentina y que recibe el sobrenombre de “la aplanadora” del rock.

Tiene 26 años. Hace sólo nueve, a sus 17, Oreiro llegó sola a Buenos Aires. No la conocía nadie. Ahora la fama de esta uruguaya se extiende por Rusia, la República Checa, Eslovenia, Israel o Filipinas gracias a las teleseries que ha protagonizado. Detrás llegaron los discos (tres) y posteriormente sus películas: la primera, Un argentino en Nueva York, como experiencia y negocio. La segunda, Cleopatra, dirigida por Eduardo Mignogna, como desafío personal (el 26 de marzo se estrena en España). Su personaje es Sandra, una actriz popular gracias a la televisión que decide fugarse del sistema. Vueltas que da la vida.

Cuando Oreiro entra en el bar, no hay tiempo para más bebidas. Es como un menudo Clark Kent en versión femenina que cada mañana, tras la ducha y el desayuno, se desprende de las ropas y se transforma en Natalia Oreiro. Pelo negro, ojos verdes. Al paso de este tornado todo se altera. Se vuelven las cabezas. Se alzan los admiradores. Ha llegado el momento de que ella misma cuente lo que considera la historia central en su vida, esa anécdota que nos descubrirá sus sueños.

“Nos iba mal en Montevideo. Mis padres decidieron venderlo todo para probar suerte en Málaga, donde vivían mis padrinos. Yo tenía seis años, por eso no sentí nuestra partida: para mí era todo un descubrimiento. Pero dos años más tarde nos volvimos porque tampoco nos fue bien en España. Ya no teníamos casa así que vivimos con mi abuela. Llegó Navidad. Aunque yo nunca fui católica y siempre tuve mi propia fe, me gustaba celebrar fiestas que reunieran a la familia.

“Para poder tener un arbolito de Navidad, tomé un viejo paraguas de mi abuela, lo planté en una maceta y lo recorté en forma de pino. Una vecina algo mayor se burló. Me dijo: ‘Aunque la mona se vista de seda, mona se queda’. Cualquier chica en mi lugar se hubiera puesto a llora-Yo no. Yo pedí a cada vecino del barrio que me regalara una bola para adornarlo y esa Navidad tuvimos nuestro árbol. Parece una tontería la historia, ¿no? Sin embargo, ésa es una constante en mi vida.

A esa edad, ocho años, decidí estudiar teatro. Una década después, me vine sola a Buenos Aires y aquí muchas veces me maltrataron. Me soltaban: ‘¿Para qué te maquillas si sólo eres una extra?’. O: ‘Nunca serás actriz, ¿de qué vas a vivir? Dedícate a otra cosa’. ¿Y sabes qué? En 1999 fui a Málaga a cantar en un festival. Había más de 100.000 personas en la playa. Mis padrinos no podían creerlo…”.

Los relatos sencillos de la vida dejan huella profunda en Nati, como la llaman sus íntimos. Ella lee a Osho, un escritor budista, y repara en las señales del destino. Piensa que es mejor ser “insignificante”, y desea que el éxito sea “pequeño” para poder mantenerse “en el eje”. Pues ese miniéxito la ha llevado a formar un dúo tipo Thelma y Louise junto a la diva Norma Aleandro en Cleopatra, de Eduardo Mignogna, ganador de tres premios Goya con El faro, Sol de otoño y La fuga.

-Tu personaje en Cleopatra, Sandra, es también una popular y famosa actriz de televisión. ¿Te pareces a ella?

-Sandra tiene mucho de mí en las formas, no en el contenido. Yo también tuve muchas ganas de escaparme del sistema, pero siempre tuve un porqué para volver: mi vocación de actriz. Yo elegí mi destino. En cambio, a Sandra le tocó de casualidad. Ella hubiera hecho cualquier cosa para llamar la atención de sus padres. Y cayó en manos de un productor ávido de chicas sin demasiadas convicciones. Yo sé muy bien lo que quiero y no voy a hacer lo que quieren los demás. Sandra no sabe. Ve a través del personaje de Cleopatra, el de Norma Aleandro, lo que le pasará si no busca su destino.

-¿Cómo evitaste hacer de ti misma?

-Yo esperaba una oportunidad así, un personaje que me moviera internamente para mostrar algo diferente. Mignogna es un director muy sensible y tiene una mirada muy femenina. Necesitaba que alguien me enseñara a mirar y a ve-Aprendí tanto que me senté a ver por primera vez la película y no me reconocí. Eso me encantó.

-Tendrías que trabajar sobre las diferencias.

-Claro, Sandra es mucho más calmada que yo. En la primera parte yo quería componer a una persona muy fría pero no superficial. Que en su mirada se hubiera muerto algo. Trabajar al lado de Norma era mucho más que un desafío. Ella es considerada “la actriz”. Yo sabía que eso me iba a potenciar porque uno crece cuando del otro lado hay verdad.

-Algo habrá que odies de la actuación.

-El mostrarme demasiado. Estuve en el festival de Valladolid y todo fue muy tranquilo. Ahora sólo doy esta entrevista por la película: también pongo límites a esto. La excesiva exposición distorsiona el mensaje que quieres da-Sólo logra saturar tu imagen.

Actuar, ser actriz, encarnar a muchas mujeres en una sola vida. Eso está, insiste, por encima de todo. Si la cadena de televisión le da permiso, viajará este año a España para participar en el rodaje de una ópera prima, un papel “pequeño” que le ha ofrecido Francisco Ramos, el productor de Cleopatra. Las giras de promoción del disco anterior, Turmalina, ya terminaron y el nuevo aún no está listo. Puede espera-“Cantar es parte del juego de ser actriz, que es lo que me importa”. ¿Y el resto? “Todo me alucina”, dice. “Dar un concierto en el Kremlin, hacer giras…, pero me subo y me bajo de eso como una actriz. Vivo la fantasía y regreso al mundo real”.

-¿Cantarás alguna vez en inglés?

-Nunca lo haré en inglés para conquistar más mercados. Yo escuché a la gente en Rusia cantar mis temas en español. ¿Por qué voy a hacerlo en inglés o en otro idioma? ¿Para conquistar qué? No lo necesito. Y no quiero dejar de vivir para alcanzar eso.

Sonríe para las fotografías como una niña con las dos coletas del pelo. Al fin, se marcha. Se revuelve sobre sí misma, gira, y se desliza en su vértigo. Al paso del tornado, el viento sopla con ráfagas de pasión, desparrama las miradas, y los vasos de cerveza se detienen a mitad de camino de la boca.

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