Responsable de una traducción de Madame Bovary que doce años después de su aparición aún se aplaude, la biografía que Geoffrey Wall ha dedicado a Gustave Flaubert, autor cumbre de la novela realista francesa, llega ahora a las librerías españolas editada por Paidos. Se trata, según el Sunday Telegraph, de un texto "extraordinario". Hay sin duda en él algo excepcional: la erudición y el coloquio se mezclan con tanto tino en sus páginas que el libro es apto tanto para el crítico como para el común de los lectores. Buscando una referencia familiar a los escasos lectores latinoamericanos con los que cuenta la novela decimonónica francesa, puede decirse que Geoffrey Wall es a la docencia universitaria inglesa lo que el extinto puertorriqueño José Luis González a la mexicana. Si aquél es profesor de literatura francesa en la Universidad de York, éste impartió la misma materia en la de México. Así, de idéntica manera que González fue la máxima autoridad española en lo que a Balzac y su Comedia humana se refiere, Wall es el mayor experto en Flaubert con el que cuenta la erudición inglesa.
Flaubert, musa de intelectuales
Considerando que la biografía de Flaubert ha inspirado a autores del calibre de Mario Vargas Llosa, Hugo Friedrich o Maurice Nadeau, entre decenas y decenas de plumas igualmente notables, ni qué decir tiene que Wall ha hilado muy fino para conseguir ese aplauso que se le dispensa. Desde la copiosa correspondencia, que el autor de Madame Bovary mantuvo con colegas de la talla de George Sand, Iván Turgeniev o Guy de Maupassant -brillante discípulo de Flaubert-, hasta la epilepsia del escritor, no falta materia literaria puestos a hablar del maestro. Aun así, pese a la cuantiosa y valiosa documentación que pueden manejar sus biógrafos, salvo la interpretación que cada uno de los estudiosos quiera dar a esos datos sobradamente conocidos, no hay nada nuevo bajo el sol en lo que a Flaubert se refiere. De ahí que el acierto de Wall consista en la interpretación que hace de lo ya sabido.
El mal vivir de un genio
El Flaubert que se nos presenta en estas páginas prefiere a las cortesanas, actrices, artistas y demás gentes de mal vivir antes que a los puritanos que promovieron la condena que sufrió la primera edición completa de Madame Bovary. Aunque acusaron la novela de inmoral para instigar su prohibición, lo que en verdad le escandalizaba era que Flaubert -quien dejó dicho que madame Bovary era él-, perteneciendo a una familia clásica de la burguesía de provincias, se divirtiera más entre la bohemia parisina. Ésa es, al menos, una de las tesis de Wall. Ahora bien, esto no quiere decir que la Comuna, que tanta fascinación causó entre los poetas malditos, con el mismísimo Rimbaud a la cabeza, le mereciera a Flaubert el más mínimo respeto. Así, en una carta escrita a George Sand en 1871, ante los destrozos causados por los comuneros, de los que nuestro escritor fuera testigo en uno de aquellos viajes a París que hacía regularmente para escapar de su Ruan, Flaubert apunta: "Creo que la multitud, el rebano, será siempre odioso. Desafecto a la burguesía sí; revolucionario, no. De hecho, aún después del derrocamiento y muerte de Napoleón III, nuestro escritor siguió visitando a la princesa Matilde en su exilio de Bruselas.
Una nueva forma de mirar a un clásico
Todas estas cuestiones y el resto de las referencias obligadas en la biografía del autor de La Educación Sentimental, son acometidas por Wall con unos puntos de vista tan novedosos como interesantes. De idéntica manera que con su traducción de Madame Bovary este profesor de York supo dar con el lenguaje exacto para acercar a Emma Bovary al lector de nuestros días, con esta biografía le descubre los aspectos de mayor interés del autor de la novela por excelencia, de cara a la sensibilidad de nuestro comienzo de siglo.