Supe que le apretarían el cuello, nunca imaginé hasta dónde. Por primera vez en muchos años, el nombramiento del titular de la Secretaría de Educación Pública no fue sometido a su consideración, tampoco se le permitió colocar ahí a personas afines al sindicato ni, mucho menos, pensaron en ofrecerle el asiento de Vasconcelos. No, a la SEP fue a parar uno de sus más acérrimos detractores, un enemigo político en toda la extensión de la palabra: Emilio Chuayffet. Entonces supe, querido lector, que sus días podrían estar contados.
Quizá en virtud de su olfato político, ella misma lo percibió. En el marco del aniversario del sindicato y frente al gobernador del Estado de México, Eruviel Ávila, Elba Esther Gordillo se atrevió a vaticinar el desenlace, su propio fin. "Aquí yace una guerrera, como guerrera murió" sería dijo, el epitafio para su tumba.
Siempre afirmó que su debilidad eran la buena vida y las marcas, las obras de arte, viajar y vestir bonito. Rete bonito. Todos lo supimos y lo vimos: le encantaba restregarnos a la cara su poder económico. Y qué curioso que algo que le dio tanta seguridad, terminara siendo su Talón de Aquiles: el dinero. Sí, por ahí la agarraron: malversación de fondos, lavado de dinero, asociación delictuosa y evasión fiscal; de todo eso la acusa la PGR. Y es apenas, dicen, la punta del iceberg. El dispendio y los tamaños del desfalco al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación se antoja demencial.
Lógicamente, a cualquiera ofende el estilo de vida de Elba Esther Gordillo en un país con cuarenta millones de personas viviendo en la pobreza. Ofende el dispendio cuando miles de maestros a lo largo y ancho del país, perciben salarios de hambre -en ocasiones no tienen ni para comprar lápices- y se ven obligados a impartir clases con lo mínimo indispensable. Ofende al ver a miles de niños que tienen que caminar varios kilómetros para llegar a las aulas y probablemente lo hacen con el estómago vacío. Ofende cuando desde fines de los años setenta, Elba Esther Gordillo dice estar "preocupada por la calidad de la educación en México" y al tiempo lleva un tren de gastos que no va de acuerdo con lo que percibe como lideresa de los maestros.
Presunción de inocencia, y ante dichas imputaciones no existe derecho a fianza al tratarse de delitos graves; podría pasar años en la cárcel, por lo menos una parte del sexenio de Enrique Peña Nieto. Quizá, su única tabla de salvación para atenuar la sentencia, sean los secretos que de muchos posee, los favores políticos y económicos que le deben quienes todavía ocupan puestos clave en la administración pública a todos los niveles. Ya no hablemos de Vicente Fox y Felipe Calderón, expresidentes de México, bajo cuya protección y cobijo acumuló un poder inconmensurable.
Elba Esther Gordillo, presidenta vitalicia del sindicato más grande de América Latina, está presa en el penal de Penal de Santa Marta Acatitla, hecho que nadie se hubiese atrevido a imaginar. La bronca de Elba, su mayor error además de haber acumulado enemigos en todas partes, fue atreverse a desafiar -velada y abiertamente- al Gobierno de la República y sentir que podía, sin chistar, ponerse a las patadas con el Presidente de México, así como oponerse a la Reforma Educativa que todos pedimos a gritos. En política, por la indisciplina se paga un precio muy alto y a Elba Esther, estimo, ni todos los recursos que dicen tiene, le alcanzarán para salir del entuerto.
La opinión pública ya relaciona los hechos con lo ocurrido con Joaquín Hernández Galicia "La Quina", a fines de los ochenta, sin embargo, el trasfondo es muy distinto. A diferencia del defenestrado líder sindical, el repudio hacia Elba Esther Gordillo es compartido por gran parte de los mexicanos. Si bien la vida sindical es independiente, en el fracaso de la educación pública en el país Gordillo resulta corresponsable. Esa es su mayor culpa.
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