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Una fiesta nada infantil

LITERATURA

Una fiesta nada infantil

Una fiesta nada infantil

Luis Guillermo Hernández Aranda

Parece que el país Liberia es un país nefasto. México también es un país nefasto. Es un país tan nefasto que no puedes conseguir un hipopótamo enano de Liberia. Eso en realidad se llama ser tercermundista.

Las noticias relacionadas con el narcotráfico ocupan las primeras planas de los periódicos desde 2006, cuando el presidente Felipe Calderón decidió declararle la guerra al crimen organizado. Desde entonces la violencia que se vive en el país es el tema principal de conversación. Nadie escapa de la inseguridad, el temor a quedar atrapado en una balacera es palpable en todas las calles.

Las manifestaciones artísticas siempre han retratado la realidad de diferentes épocas. Obviamente la literatura no es la excepción y el fenómeno del narcotráfico ha originado una gran cantidad de libros que van desde el análisis periodístico hasta la narrativa. Élmer Mendoza puede considerarse como el ‘jefe de jefes’ del cártel de escritores que han sabido retratar la cultura del narcotráfico. Novelas como El amante de Janis Joplin y Balas de plata resultan imprescindibles para comprender el momento histórico que vive México. Dentro de este ámbito surge la pluma de Juan Pablo Villalobos, que en 2010 publicó en la editorial Anagrama su primera obra de ficción titulada Fiesta en la madriguera.

Este volumen de apenas 104 páginas retrata de manera ágil la otra cara del narcotráfico, particularmente la de los excesos como producto de la riqueza. Aquí no hay ríos de sangre, pero sí se detecta una violencia implícita por un modo de vida que no conoce los límites.

El relato se vuelve más brutal debido a que es la voz de un niño la que nos guía por el palacio de su padre, el cual es traficante de drogas y no le importa gastar millones de dólares para viajar a Liberia a cazar el hipopótamo enano que desea su hijo Tochtli, quien prácticamente nunca sale de su hogar y es educado por el profesor Mazatzin.

A través de la voz de este pequeño, admirador de los samuráis, el lector se convierte en ‘testigo’ de brutales traiciones, decapitados, de las noticias que hablan de inseguridad y la corrupción de los gobernantes en México, país que él define como nefasto. Tochtli es considerado por su círculo cercano -los cómplices y sirvientes de su papá, Yolcaut- como un niño ‘adelantado’. Algunas personas dicen que soy un adelantado. Lo dicen sobre todo porque soy pequeño para saber palabras difíciles. Algunas de las palabras difíciles que sé son: nefasto, pulcro patético y fulminante. [...] Pero yo no pienso que soy un adelantado. Lo que pasa es que tengo un truco, como los magos, que sacan conejos de los sombreros, sólo que yo saco las palabras del diccionario.

TODO POR SER PAPÁ

El currículum de Juan Pablo Villalobos es atípico entre los novelistas. Nacido en 1973 en Guadalajara, estudio Marketing y también Letras Hispanoamericanas. Actualmente radica en Barcelona donde estudia un doctorado en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, pero no se dedica por completo a la escritura; trabaja a la par en una empresa de comercio electrónico.

Su narrativa muestra influencia de la contracultura, es ágil y posee un humor negro particular. Su gusto por los cómics se evidencia en la construcción de los personajes y en los nombres que utilizó en La fiesta... Tochtli significa ‘conejo’ y Yolcaut es ‘serpiente de cascabel’, mientras que Mazatzin es ‘venado’.

En una entrevista publicada en el diario Reforma, Juan Pablo Villalobos declaró que cada uno de los nombres de estos personajes-animales guarda relación con la posición que tienen en la historia. Es en esta lectura donde me interesa ‘ver’ la novela como una caricatura.

La idea de la trama y que fuera contada por un niño surgió en la mente del joven creador cuando su esposa le informó que sería papá. “Me embargó la angustia que viene casi siempre ligada a un momento como ése, la educación de mi hijo, la responsabilidad de ser padre. Ahí nació la novela”, ha declarado Juan Pablo a diversos medios.

Pero no es la única referencia autobiográfica. En una de las páginas del ejemplar el pequeño Tochtli confiesa que su maestro Mazatzin a pesar de ser muy culto tiene una existencia ingrata y patética, ya que vive frustrado. Y es que resulta que el docente había ganado bastante dinero como publicista pero no lo disfrutaba porque soñaba con ser escritor. La analogía inmediatamente remite a Villalobos, quien tiene en la publicidad su modus vivendi.

El volumen retrata la realidad que actualmente vive México, sin embargo el autor confesó a La Jornada que no es un conocedor del tema del narcotráfico. La verdad no he leído mucha literatura del narco; unas pocas novelas solamente, las más conocidas. Como género en sí, no me interesa. Me parece que cualquier tema es bueno y que, en nuestro caso, por desgracia, por lo que está pasando en el país con el narcotráfico, como escritor, al ser un tema que nos duele, se convierte en algo de lo que debemos escribir.

Fiesta en la madriguera es un libro que se devora en unas cuantas horas gracias a su lenguaje ameno y conciso, que desde el primer momento atrapa al lector y no lo suelta hasta el punto final de la historia.

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