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Nada qué celebrar

Herida abierta. Los señores Javier y Haydeé, padres de Javier Francisco en el homenaje que le dedicaron en su escuela secundaria, el 24 de marzo de 2010. Sed de justicia. Luz María Dávila encaró al presidente y su esposa.

Herida abierta. Los señores Javier y Haydeé, padres de Javier Francisco en el homenaje que le dedicaron en su escuela secundaria, el 24 de marzo de 2010. Sed de justicia. Luz María Dávila encaró al presidente y su esposa.

EL UNIVERSAL

'Que la muerte de mi hijo no sea en vano'

"Imagínese el dolor que siento si era mi único hijo", dice Rosa Elvia Mercado Alonso, mamá de Jorge Antonio Mercado Alonso, uno de los dos estudiantes sobresalientes de posgrado del Tecnológico de Monterrey quienes murieron durante un fuego cruzado entre delincuentes y militares, el viernes 19 de marzo.

Hoy, miles de mujeres en México, como la señora Mercado Alonso, no tienen qué festejar pues sufren por la pérdida de uno o más hijos, víctimas de la guerra contra el narcotráfico que enfrenta el Gobierno Federal.

En sus hogares hay luto, llanto, heridas que sangran y un intenso sufrimiento por la pérdida de un ser querido, ajeno a la lucha contra la delincuencia organizada.

Igual de fuerte, sin duda, es el penar de aquellas mujeres a quienes la muerte les arrebató al hijo que, sin medir consecuencias, se sumó a la delincuencia con el deseo de hacerse rico o porque la falta de empleo le orilló a ello.

El 23 de marzo la señora Mercado sepultó a su hijo. Cuando le dio el último adiós suplicó: "Que la muerte de mi hijo no sea en vano. Sé que Dios quería un angelote en el cielo, por eso se lo llevó, sólo Él sabe por qué; aunque no me agrade, acato su voluntad".

La noche en que los asesinaron estaban estudiando en el Tecnológico, bajaron a cenar cuando ocurrió la balacera, días después se supo que Jorge Antonio recibió un tiro en la cabeza.

Al principio las autoridades aseguraron que los fallecidos eran sicarios, después aclararon que eran alumnos destacados de la institución. Hasta el momento se ignora quiénes son los responsables de ambos crímenes.

 EL UNIVERSAL

 

 LA PAZ, BCS.- "A estas alturas no nos satisface ninguna respuesta", afirma la señora Haydeé Verdugo Villalobos, madre de Javier Francisco Arredondo Verdugo, uno de los dos estudiantes del Tecnológico de Monterrey muertos durante la balacera entre presuntos sicarios y elementos del Ejército. Lo único que desean los padres de Javier es que si hay alguna forma de evitar muertes de inocentes, lo hagan.

"Deben pensar en los que vienen atrás de nosotros, en los jóvenes, en los niños", expresa la mujer, quien recuerda lo aplicado que era su hijo menor desde que ingresó al jardín de niños en la comunidad de Todos Santos.

"Siempre le gustó estudiar, no estaba conforme hasta que resolvía los problemas, se desesperaba si sentía que no le enseñaban". Con orgullo, muestra el reconocimiento que el Instituto Tecnológico de Saltillo le otorgó a su hijo por ser el mejor promedio de su generación. Mientras vuelve a leerlo, recuerda el día en que se graduó Javier, la misa de acción de gracias, los detalles de la fiesta, las felicitaciones de los profesores.

A casi 50 días de los hechos, su madre comenta que se siente triste, confundida, pero ante todo muy "decepcionada" de las autoridades.

Sentada en la sala de su casa, en el pequeño poblado de Todos Santos, al Sur de La Paz, coincide con su marido al referir que "todo está muy confuso" y que por eso cualquier resultado de las investigaciones estará siempre en duda.

 EL UNIVERSAL

 

 CHIHUAHUA, CHIH.- Luz María Dávila, la mujer que perdió el pasado 31 de enero a sus dos únicos hijos en la masacre de Villas de Salvárcar, en Ciudad Juárez, tenía la esperanza de que en este punto del país -apartada del Distrito Federal, que la vio crecer-, las cosas relacionadas con la violencia iban a cambiar.

Hace 23 años, Luz María llegó aquí: "Me gustó Juárez porque era más tranquilo que el DF", y de manera súbita, la noche del fatídico sábado todo cambió. En un "abrir y cerrar de ojos" perdió a sus hijos: Marcos y José Luis Piña Dávila, de 19 y 16 años.

La mujer que el jueves 11 de febrero decidió romper la valla para reclamarles al presidente Felipe Calderón y a su esposa Margarita, a quienes dijo que no podía darles la bienvenida, ni saludarles de mano, anida en su corazón la sed de justicia. No habrá festejos por este día...

Pero tiene la esperanza de que un buen día, las autoridades agarren a los verdaderos culpables, dice en entrevista.

Luz María se ha quedado sola. Su modesta vivienda del número 1211 de Villas del Portal, retrata a la perfección el estado de soledad.

Su físico, su semblante y las pocas ganas de hablar, proyectan el dolor que aún siente por la pérdida de sus hijos.

Cuenta que el 10 de mayo de 2009, sus hijos y sus amigos les llevaron serenata a todas las madres de Villas de Salvárcar, así como a otras mamás de la escuela. Les regalaron unas rosas. Marcos y José Luis salían poco antes de las 12 de la noche y llegaban a las 5 de la mañana luego de haber cumplido con las tradicionales mañanitas... Pero hoy todo es diferente.

"Los sigo extrañando, es lógico", dice la afligida madre, quien relata que todos estos días han sido muy pesados, y se cumplen los primeros cien días de la tragedia, desde que un grupo de criminales tomó por asalto el fraccionamiento para matar a un grupo de 15 jóvenes, todos estudiantes y deportistas, quienes estaban en una fiesta de cumpleaños.

Hoy es el Día de las Madres y no hay nada qué celebrar. Los hijos no están presentes, pero en su corazón anida una sed de justicia y la "esperanza de que agarren a los verdaderos culpables".

El saldo

En diciembre de 2006, el presidente Felipe Calderón lanzó una ofensiva contra los cárteles de las drogas.

⇒ 22 mil 700 muertos ligados a este lucha, reportó el Gobierno hasta el mes de marzo de 2010.

⇒ 4 mil niños asesinados y 3 mil 700 han quedado huérfanos, reconocieron autoridades.

⇒ 15 jóvenes fueron ultimados a balazos en Villas de Salvárcar el 31 de enero.

EL UNIVERSAL Sed de justicia. Luz María Dávila encaró al presidente y su esposa.
EL UNIVERSAL Sed de justicia. Luz María Dávila encaró al presidente y su esposa.

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