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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Le pregunta un tipo a otro: “¿De modo que ya no eres nudista?”. “No, -contesta el tipo-. Realmente no me importó mucho que un tipo me colgara su paraguas ahí, pero sí me molesté bastante cuando otro me pidió que le guardara su pluma allá”... Ovonio Grandbolier, el empleado más flojo de la empresa, estaba con la mirada perdida en el vacío. “¿Qué haces?” -le pregunta uno de sus compañeros. “Aquí, -responde el haragán-, esperando el próximo aguinaldo”... Suena el timbre, abre la puerta la atractiva rubia y ve a un individuo joven que le pregunta de buenas a primeras: “Estoy haciendo una encuesta sobre sexo, señorita. Consiste en una pregunta solamente: ¿lo hacemos?”... Don Martiriano llegó a su casa muy contento, y le dijo a su esposa “¡Jodoncia! Conseguí trabajo en una tienda de mascotas. ¡Voy a estar entre puros animales!”. Le dice ella: “Cuando estés ahí ponte una gorra, para que te pueda distinguir la gente”... Eran tiempos de guerra. Todos los hombres en edad de combatir habían sido llevados al frente de batalla. Un oficial que iba por un camino rural vio a un hombre joven y fornido que ordeñaba una vaca. Va hacia él y le pregunta con indignación: “¿Por qué no estás en el frente?”. Responde con cachaza el individuo: “Las ubres están atrás”... Joe Garagiola, famoso catcher de beisbol, hablaba de un cierto pelotero que solía persignarse al ir a batear. Una vez el pitcher rival vio aquello, caminó hacia el bateador y se persignó también. “¡Anda! -le gritó desafiante-. ¡A ver a quién le ayuda ahora!”. Yogi Berra, catcher de leyenda, hizo algo semejante. Un bateador enemigo trazó con el bate el signo de la cruz junto al home plate. Con su guante la borró Yogi, y le dijo al otro: “Deja que el buen Dios se limite a ver el juego”. Yo, católico que soy, aunque indigno -hijo pródigo que todavía no regresa a casa-, pienso que nadie tiene derecho a imponer su fe a otros, y tampoco las manifestaciones de su fe. Algo se inquieta en mí al ver en los espacios públicos imágenes o símbolos religiosos: cruces sobre los cerros; estatuas de la Virgen en las calles; efigies del Sagrado Corazón a la orilla de las carreteras. Para mí esas figuras y esos signos son familiares y queridos. Sé que algunos de ellos han sido puestos donde están por la piedad popular, y no por la Iglesia misma o por alguno de sus ministros. Creo, sin embargo, que el mismo derecho tienen entonces, digamos, los mormones, de poner en la cumbre de algún cerro una monumental estatua de Moroni; o los judíos de colocar en cualquier esquina una gran estrella de David, o los musulmanes la media luna en una calle. Esto que digo no es jacobinismo, ni actitud laicista a ultranza; es simplemente expresar mi pensamiento de que las cosas de Dios deben estar en los espacios sagrados destinados a ellas. En una sociedad no teocrática nadie tiene derecho a imponer a otros su fe, y tampoco la visión de sus emblemas religiosos en los espacios que pertenecen a toda la comunidad... Declara el guía de turistas: “Estas ruinas tienen 2500 años”. “No puede ser -lo contradice Babalucas-. Apenas estamos en 2009”... Eva le pregunta con enojo a Adán: “¿De dónde vienes a estas horas?”. Responde él: “Estuve paseando por el jardín del Edén”. “¡No es cierto! -replica furiosa Eva-. ¡A ver, déjame contarte las costillas!”... La joven esposa empezó a sentir los primeros dolores del parto. Su nervioso maridito llamó por teléfono al ginecólogo. “¿Qué tan separados tiene los dolores?” -pregunta éste. “No sé, doctor -responde el muchacho-. Entiendo que todos los tiene en la misma parte”... FIN.

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