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Ensayo sobre la cultura / EPIFANÍA

José Luis Herrera Arce

La epifanía es el momento en que Dios se revela a los hombres y se representa por la adoración de los sabios o los reyes magos al niño Jesús. Hay otros momentos que también son epifánicos: el bautizo y el primer milagro. Estos son momento que sustentan la fe de los cristianos.

Quedémonos con el concepto de epifanía como revelación y apliquémoslo a nuestra propia conciencia; o sea, interpretémoslo como el momento en que nosotros nos damos cuenta de las cosas y estas obtienen su sentido en relación a nuestros propósitos. La conciencia es eso, darme cuenta de mi relación con el mundo para actuar en consecuencia. De epifanía no sólo podemos hablar en términos religiosos; hay escritores que han retomado el concepto para aplicarlo a la vida cotidiana y a la vida creativa. Joyce ha sido uno de ellos.

Antonio ballesteros hace el siguiente comentario:

“Hay varias definiciones de epifanía en Joyce, yo tengo recogida la siguiente: “Una manifestación espiritual repentina, ya sea a través de algún objeto, escena, acontecimiento, o fase memorable de la mente, siendo la manifestación desproporcionada con respecto a la significación o la relevancia estrictamente lógica de cualq1uiera cosa que la produzca”. Es una definición compleja que viene a demostrar cómo en Joyce aparecen estos momentos epifánicos, estos momentos que yo identifico con lo que los místicos orientales denominan la no mente, la mente se para y entonces uno experimenta. Luego lo puede contar o no, pero nunca será exactamente igual a lo vivido. Puede suceder, depende de la percepción de cada persona, son momentos de una conmoción íntima, contemplando un cuadro, un amanecer, dándole un beso a la persona amada, lo que sea, instantes en los que se produce ese momento de sublimidad, de una percepción que va más allá de lo cotidiano, de lo sensorial.”

El descubrir de la vida cosas que antes no nos podíamos explicar, el que de repente tengamos una revelación de lo que nos rodea que con anterioridad no se nos daba, el que de alguna forma u otra haya existido en nuestra vida un momento que nos hace apreciar lo que vivimos de manera diferente. Son momentos epifánicos, momentos que se nos muestran; y tal vez con ello comprendamos nuestra pequeñez comparada con la del universo que nos rodea.

De dos siglos para acá los hombres han querido explicarse todo por medio de los procedimientos científicos. Lo que no puede explicar la ciencia no es problema según dicen. Esta no es más que otra manifestación de la soberbia de los hombres. A pesar de lo que se diga, hay cosas que permanecen en la oscuridad y de ellas sólo contamos con indicios de su posible existencia o de su posible naturaleza, pero es imposible indagar más allá.

Al mundo no solamente lo comprendemos con las razones que nos da el positivismo, el mundo también lo entendemos con las interpretaciones que de él nos da el arte, sobre todo el arte, sobre todo ese artista que sabe ser congruente consigo mismo y por lo menos nos muestra su búsqueda como lo que es, como una forma de indagar lo que de otra forma no se puede conocer.

¿De qué habla el arte? De los mismos problemas que la ciencia, la filosofía y la religión. El acertijo se trata de resolver por muchos caminos o por diferentes metodologías. El mismo Joyce en el retrato del artista adolescente resume los cuatro tipos de problemas a los que el enfrenta el ser humano y son relaciones, la relación que el hombre tiene consigo mismo, con la naturaleza, con los otros hombres y con Dios.

Lo que los filósofos tratan de resolver es el problema de sentido ontológico, o el sentido del ser; el mismo problema se plantea la religión, además de la relación con Dios. Lo que la ciencia intenta resolver es la relación con la naturaleza y la relación con uno mismo y con los demás. El problema de Dios lo ha dejado de lado por no poderlo abordar con su metodología. Lo que el arte se plantea son todos estos problemas, porque a fin de cuentas nos encontramos inmersos en ellos y de alguna manera u otra habremos de resolverlo, en la dimensión de la realidad o en la dimensión de la ficción, o en la dimensión de la intuición.

Intuir algo sería percibir su presencia aunque no pudiéramos explicárnosla de momento. Sabemos que lo percibido es pero no qué es, ni podemos definirlo racionalmente. El arte no se avoca a eso. Simplemente describe emocionalmente lo que siente o lo que lo conmociona y eso es lo que transmite. Es una visión subjetiva de la realidad; o es ésta a partir de la versión de alguien que n os puede impactar o no y entre más impacte más importante se vuelve para la humanidad. Hay artistas que se vuelven esenciales por esto, porque su versión del mundo es única y nos revela lo que de otra forma no podemos percibir. ¿Qué no sería estos momentos epifánicos para los hombres? Sin Kafka no hubiéramos tenido esa revelación del mundo a través de sus ojos, o la versión que del mundo nos presenta Cortázar, o los impresionistas. El mundo también está ahí, en sus obras y ellas nos ayudan a comprender mejor nuestro propio mundo.

Todo ello sirve para abrirnos la conciencia, o sea para hacernos más hombres. La conciencia es lo que nos diferencia de los animales. Nosotros nos damos cuenta de que vivimos y de que debemos de vivir para algo. Ni los animales, ni las plantas ni las cosas tienen esta concepción.

La epifanía nos revela a Dios, al mundo, y nos revela nuestra propia naturaleza, n os hace vernos en un espejo como alguien que se encuentra en transición hacia algo importante, su realización.

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