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A 30 años, surgen detalles de masacres en Indonesia

Sulchan, un clérigo musulmán indonesio, reveló detalles de su participación en algunas de las peores atrocidades del siglo XX, con hasta medio millón de personas asesinadas en una purga comunista que fue apoyada por EU. (AP)

Sulchan, un clérigo musulmán indonesio, reveló detalles de su participación en algunas de las peores atrocidades del siglo XX, con hasta medio millón de personas asesinadas en una purga comunista que fue apoyada por EU. (AP)

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Sulchan y otros tres individuos que participaron en la matanza dicen que se trató de una operación

cuidadosamente planificada y describen por primera vez algunos de los horrores.

Los hombres ataron los pulgares por la espalda a decenas de presuntos comunistas usando hojas de bananos y los llevaron a un descampado en la selva, iluminado con antorchas. Uno a uno los fueron matando, en medio del abucheo de los lugareños.

“No hubo resistencia”, relata Sulchan, quien entonces tenía 21 años y era subcomandante de una milicia juvenil islámica. “A todos los degollamos con unas espadas largas”.

Sulchan fue uno de los participantes en una de las peores atrocidades del siglo XX, la matanza de hasta medio millón de personas entre 1965 y 1966, en una purga de comunistas apoyada por Estados Unidos. La matanza facilitó la llegada al poder del dictador Suharto, quien gobernó por tres décadas.

Los libros de Historia de Indonesia no mencionan las muertes y el Gobierno y los militares dicen que lo ocurrido fue parte de una rebelión contra la amenaza comunista.

Sulchan y otros tres individuos que participaron en la matanza dicen que se trató de una operación cuidadosamente planificada y describen por primera vez algunos de los horrores. Todos hablaron con orgullo y sin el menor remordimiento, convencidos de que estaban defendiendo su país y su religión, el Islam.

CON APOYO DE EU

La CIA sigue negando a hablar de la operación por razones de seguridad. Pero documentos difundidos por el Archivo de Seguridad Nacional de Washington indican que la Embajada estadounidense suministró al Ejército indonesio los nombres y direcciones de decenas de líderes comunistas, y tal vez de más personas. También señalan que funcionarios de la Embajada estadounidense reportaron a Washington la matanza de entre 50 y 100 personas diarias. La Embajada declinó hablar del tema.

Incluso tras la muerte de Suharto en enero, muchos de los que colaboraron en la purga siguen ocupando puestos importantes o ejerciendo mucha influencia, según expertos.

“En los diarios y revistas publicados desde fines de 1965, es muy raro encontrar alguna descripción de las matanzas por parte de alguno de sus participantes”, expresó John Roosa, profesor de la Universidad de la Columbia Británica y autor del libro “Pretexto para un Asesinato en Masa”.

FALLIDO GOLPE

El testimonio de los cuatro hombres permite ver cómo sucedieron los hechos.

Todo empezó después de un fallido golpe intentado el 30 de septiembre de 1965, en el que murieron seis generales que fueron tirados a un pozo de agua cerca de la capital, Yakarta. Suharto, un mayor general poco conocido, asumió el Gobierno para llenar el vacío de poder. Atribuyó los asesinatos al Partido Comunista de Indonesia y dijo que su blanco eran los líderes islámicos.

No se conocen pruebas de que los comunistas hayan participado en el golpe. El partido era el más grande del mundo después de los de Rusia y China, con unos 3 millones de afiliados. Tenía un brazo armado y mucha influencia económica. Sus lazos con Moscú y Beijing preocupaban a Washington en un momento en el que arreciaba la guerra en Vietnam y se temía que varios países del Sudeste asiático cayesen en manos de los comunistas.

ORDENAN ASESINATOS

Los cuatro hombres entrevistados eran miembros de la milicia anticomunista Banser. Andaban por los 20 años. Sulchan y su superior comandaban una unidad de 200 hombres.

Sulchan, quien tiene hoy 64 años y es un predicador, dijo que “la orden de eliminar a todos los comunistas” llegó a través de clérigos islámicos de Nahdlatul Ulama, la congregación musulmana más grande de Indonesia. Sulchan dirigió el primer asesinato en su barrio, el de un maestro llamado Hamid que se decía tenía lazos con los comunistas.

Lo “golpeamos en la cabeza con un mazo y murió en el momento”, indicó Sulchan, un hombre alto, envuelto en un pañuelo javanés, con los dientes manchados por el cigarrillo, mientras señala el lugar donde se produjo el asesinato.

Otro día, sus hombres decapitaron a un hombre llamado Darmo porque temían que resucitase para vengarse. Colgaron su cabeza de una higuera en la plaza del pueblo y arrojaron su cuerpo del otro lado del río, relata Sulchan, sentado en el piso de su mezquita.

Una noche, la unidad de Sulchan ayudó a transportar a 20 o 30 prisioneros al lugar de la ejecución, matando a golpes a quienes intentasen escapar. Ya en el sitio elegido, los asesinaron a todos. Un hombre le pidió a su ejecutor que le dijese a su hijo que estudiase el Corán. El verdugo accedió y luego lo mató.

Los cadáveres fueron arrojados a un pozo. Estas escenas se repitieron a lo largo y ancho de Java, Sumatra y Bali durante meses en 1965 y 1966.

“Las acciones estuvieron justificadas porque los comunistas eran enemigos de mi religión”, declaró Sulchan. “Sentí que hacíamos lo correcto”.

ANTICOMUNISMO

El superior de Sulchan, Mansur, comandó la milicia Banser durante dos años y dice que fue una operación muy eficiente. Mansur, quien, al igual que muchos otros indonesios, usa un solo nombre, recopiló los nombres de los sospechosos de simpatizar con el comunismo en su zona. Sus casas fueron marcadas con rojo en los mapas y le ordenó a sus hombres que los detuviesen a todos.

Los que se resistieron fueron asesinados en el acto. Otros fueron enviados a centros de detención, para ser llevados luego a descampados donde serían asesinados a tiros, puñaladas o a golpes. Muchos fueron degollados. Mansur observó el asesinato de cientos de personas desarmadas de su pueblo.

“No queríamos que triunfase el comunismo en el país”, manifestó. “No me arrepiento de nada”.

No muy lejos de allí, viviendas y comercios de supuestos comunistas fueron saqueados y sus dueños obligados a huir, según Munib Habib, quien dirigió un movimiento estudiantil anticomunista.

SECUESTROS

Las casas de los indonesios de ascendencia china, una minoría mal vista, fueron saqueadas nuevamente en 1998, en disturbios que dejaron cientos de muertos.

“Nos informaron que estaban acaparando alimentos. Fuimos a los comercios y sacamos arrastrados a los dueños”, relató Habib, de 64 años y quien es hoy un clérigo musulmán y se dedica a la política.

Satuman, quien vive en una modesta casa de cemento con su hijo, dice que el blanco de los secuestros y asesinatos eran no sólo los comunistas, sino también elementos retirados de la Armada y el Ejército, campesinos y maestros.

Afirmó que vio cómo las personas eran sacadas de prisiones en la noche y llevadas a sitios donde eran ejecutadas. En una ocasión unas 60 personas fueron bajadas de un camión a empujones y ejecutadas en medio de gritos. Las víctimas fueron tiradas a una fosa recién cavada, muchas de ellas todavía vivas.

“Los soldados las remataron”, manifestó Satuman, quien tiene 68 años.

Roosa sostiene que las matanzas no fueron una necesidad.

“En su mayoría fueron ejecuciones de detenidos indefensos”, sostuvo.

El Partido Comunista sigue proscrito en Indonesia, donde los testigos de las matanzas mantuvieron silencio durante la dictadura de Suharto por temor a ser secuestrados, detenidos o asesinados.

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