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Los genes mexicanos, la pasión de Gerardo Jiménez-Sánchez

EL UNIVERSAL

Este científico mexicano revolucionará la medicina en nuestro país. Desde que comenzó este siglo, Gerardo Jiménez Sánchez dedica 12 horas diarias a escudriñar la esencia de los mexicanos es decir, sus genes.

Él, en lo personal, no se ha realizado ningún examen genético y por lo tanto, desconoce qué tipo de enfermedades puede sufrir en el futuro, pero asegura que no se someterá a ninguna prueba hasta que ese tipo de estudios sean una realidad para todas las personas en este país.

Tampoco su familia ha sido objeto de investigación en su laboratorio, pero está involucrada en todas sus actividades.

Sus dos hijos conocen la que será la nueva sede del Instituto Nacional de Medicina Genómica que él dirige desde hace dos años y su esposa como diseñadora gráfica, ha colaborado en la presentación de sus investigaciones.

No sólo de ciencia...

Este médico cirujano, especialista en pediatría, no sólo vive de la ciencia.

Sus pasiones son muchas y muy variadas: las conversaciones con amigos, la lectura (especialmente de Gabriel García Márquez), la música, la comida, la cocina y los viajes.

De la comida excluye siempre las vísceras y de la cocina, prefiere la repostería con la que deleita a su familia de vez en cuando.

Su otra pasión, es, sin duda, su vida familiar porque a pesar de que viaja continuamente por el mundo su esposa e hijos, de tres y cinco años de edad, saben que él estará al pendiente de todas sus actividades.

Su esposa sabe que él jamás olvidará las fechas de cumpleaños y los días que tienen cita con el pediatra, que preguntará a diario cómo les fue en su escuela, qué tarea tienen y cuáles fueron las anotaciones de las educadoras. Qué comieron, de qué se rieron y qué soñaron.

Por la tarde o en la noche, si está en la Ciudad de México, ayudará a sus hijos con la tarea.

Esa obsesión por saber los detalles de la vida es la razón por la que también su círculo de amigos es cada vez más amplio. Su maestro, el ex rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y ex secretario de Salud, Guillermo Soberón; el anterior secretario de Salud en la administración de Vicente Fox, Julio Frenk y el actual titular de esa dependencia, José Ángel Córdova Villalobos, son algunas de sus amistades.

Sus colaboradores lo describen como una persona amable, experto como nadie más en el ramo, siempre al pendiente de todo. Cada vez que su equipo toma muestras de sangre para continuar con el estudio del genoma humano mexicano saben que Gerardo Jiménez les preguntará en cualquier instante si todo salió bien y ante respuestas positivas regresará -con una sonrisa en su rostro y apresurado- a su oficina para continuar con su agenda de actividades.

Para salir de la rutina, este científico mexicano hace deporte a diario, no importa dónde esté, siempre a las seis de la mañana dedicará una hora al ejercicio. Los fines de semana prefiere pasear con su familia, llevar a sus hijos a un jardín y comer con los abuelos.

Los orígenes

Aunque sus genes no han sido examinados, en la sangre lleva la curiosidad por la ciencia y la tecnología, fue una herencia de su madre quien es bioquímica y su papá, que es ingeniero agrónomo.

Sin embargo, de entre sus cinco hermanos, él es el único que se inclinó por este mundo de la medicina, aunque aprecia que su familia esté presente en tantas otras disciplinas como la pedagogía, el arte, los sistemas de cómputo, el diseño y hasta en los negocios. De esa forma, la plática en las reuniones familiares no sólo se abocan a la ciencia.

Con la ciencia en casa despertó su interés por la medicina. En la preparatoria -la cual cursó en el Centro Universitario México- comenzó a estudiar la genética haciendo experimentos con moscas mutantes.

En los ochenta, cuando en el mundo de la medicina comenzó a hacerse referencia a las enfermedades raras, Gerardo Jiménez se interesó en conocer más sobre ellas porque aunque son padecimientos de escasa presencia provocan daños severos a la salud.

Cuando se supo que las enfermedades raras atacaban, sobre todo, a la población infantil, se inclinó por especializarse en pediatría.

Su doctorado en Genética Humana y Biología Molecular lo obtuvo en la Universidad de John Hopkins en Estados Unidos. Gerardo Jiménez fue uno de los diez médicos seleccionados de todo el mundo para cursar esta especialidad.

Su tesis la elaboró haciendo estudios genéticos con un ratón. A uno de estos animales le alteró un gen para conocer las reacciones. Su hipótesis fue confirmada: una vez que alteró el gen el ratón, éste comenzó a presentar síntomas similares a los que se registran entre los niños que padecen alguna enfermedad rara o genética.

En 1990 se involucró en el Proyecto Mundial del Genoma Humano y desde entonces su interés se amplió al estudio de variaciones genéticas que provocan las enfermedades comunes como la obesidad, la hipertensión y el cáncer.

Pero sus esfuerzos se centraron en desarrollar esas investigaciones en México “para que nuestro país no quedara rezagado” en esta materia.

Es por eso que ahora, al frente del Instituto Nacional de Medicina Genómica, desarrolla una línea de investigación relacionada con las enfermedades a las que están más propensos los mexicanos, lo que le permitirá a cada persona prevenir y retardar la aparición de determinados padecimientos.

El interés del anterior secretario de Salud, Julio Frenk, y del ahora responsable de esa dependencia, José Ángel Córdova Villalobos, motivó la creación de este instituto.

Pero el conocimiento de este científico no sólo se concentra en la genética sino también en el de negocios, ya que estudió un curso de alta dirección de empresas.

“Quería conocer las entrañas de las estrategias de negocios porque parte de todo este trabajo es la comercialización de una idea enfocada a la innovación científica y tecnológica”.

El futuro

Cada vez que el director del Instituto Nacional de Medicina Genómica aborda este tema lo hace con emoción, la necesaria para escribir artículos en medios especializados de todo el mundo, para viajar medio centenar de veces a varios países en un solo año y dar conferencias a otros científicos y continuar con las conversaciones en su propia casa a donde los ha invitado a comer.

En su oficina dispone de la tecnología necesaria para comunicarse de inmediato con el mundo y hasta le estorba el escritorio porque dice que es un obstáculo para dialogar con las personas. Prefiere la mesa redonda del costado para conversar y escribir sus artículos, sobre todo, en las noches, cuando llega por fin la tranquilidad al final de un intenso día laboral.

Sólo dedica unos minutos -acaso 20 al día- a la labor meramente burocrática que llega a realizar un servidor público. como la firma de documentos.

El resto del tiempo, lo invierte en comunicar a todos los rincones del planeta lo que hace en su laboratorio, un espacio de 50 metros cuadrados aproximadamente, donde guarda con precaución cada una de las muestras de sangre que le permitirán cambiar el paradigma de la medicina en México.

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