Durango

Resurgen las invasiones

Autoridades municipales no han logrado evitar asentamientos ireegulares en varios rumbos

El Siglo de Durango

Desde marzo pasado, Laura Rosales y Héctor Martínez decidieron correr el riesgo de vivir en un monte de muy difícil acceso, lleno de víboras y animales ponzoñosos, sin agua, sin luz y sin drenaje.

Al predio le llaman Colonia Loma de San Ignacio. Desde ahí se puede observar otro caso similar que es el Predio Las Huertas, con cascarones de construcción sólida producto de una ocupación irregular.

Ambos casos de invasión, al igual que en la Manuelito Carrillo y en los márgenes del canal de Arroyo Seco, le han brotado en los últimos meses a la actual administración municipal.

En la Loma de San Ignacio, que nació en marzo pasado, a entre diez y 15 familias los ha seducido la ?ganga? que les ofreció una persona de nombre Jesús Ortiz de la Huerta. Al parecer involucrado también en el caso Las Huertas.

Y es que, sin importar las leyes o lo que puedan decir las autoridades, este ?casero? les permitió instalarse en esa rocosa loma a un costado del libramiento 5 de Mayo-Carretera a Parral, al que sólo se puede acceder por una alcantarilla, un especie de desagüe de la autopista.

El terreno les costará 20 mil pesos en total, y el derecho para poder ocuparlo desde ahora lo adquieren con dos mil 500 pesos de enganche, con ?cómodas? mensualidades de 500 ó 600 pesos, según dicen los inquilinos de la loma.

Sin embargo, entre la promesa de que el predio se urbanizará y las autoridades aceptarán llevar servicios, la permanencia de estas personas dentro de las frágiles viviendas de madera y cartón resulta una peligrosa odisea.

?En las noches prendemos unas velas para poder ver, pues nos dijeron que pronto pondrían la luz pero todavía no... Una fosa es nuestro sanitario y nos bañamos ahí, de pie, a jicarazos como luego dicen?, explica Laura Rosales.

Laura, madre de dos niños: Ixcel, de dos años y José Manuel, de un año tres meses, parece acostumbrada a la incomunicación, la insalubridad y a la marginación.

Antes de irse a la Loma de San Ignacio vivió junto a su madre en la invasión de El Ciprés, y le tocó en su infancia la fase final de fundación de la colonia Emiliano Zapata, creada con los mismos métodos.

Desde su jacal se puede ver otro terreno que ya no tiene similitud con el concepto de pobreza.

Sus vecinos de ese terreno ya lograron crear una construcción acabada en obra negra, prácticamente terminada, con puertas y ventanas. Nada qué ver en comparación al humilde, diminuto y endeble cuarto con letrina de Laura y su familia.

Luego, aclara: ?este jacal donde vivo es de un tortillero de la colonia José Ángel Leal. Él lo compró y me lo está prestando desde el inicio ?de la ocupación-. Mi terreno es éste de aquí de a lado, pero no tengo ni para construir el jacal todavía?.

Dice que le dieron un recibo por la cantidad de dos mil 500 pesos como enganche, y que tiene confianza en obtener la propiedad legal del terreno pues el que les vende les aseguró ser el propietario real de la loma.

Por lo pronto, el agua se las consigue el líder que les gestionó el terreno, pero tienen que pagar de diez a 20 pesos semanales para acceder al servicio de los camiones-pipa.

Y en cuanto a la comida y el agua de consumo para ella, su esposo y sus hijos, dice que la mayoría de las cosas se las lleva la persona de la tienda que ya se instaló en la invasión. Y que, por cierto, la administra la misma gente que promovió la ocupación del irregular asentamiento.

?Pos no sé, a ver cómo nos va con el frío y con los animales, porque a diario salen víboras aquí un poquito más pa?rriba. También animales. Por eso lo que hago es cuidar a los chiquillos que no les vaya a picar una?, agrega Laura.

¡¡Para atrás!!

Héctor Ávila López tenía su casa de materiales y varios cuartos en la colonia José Ángel Leal. Vivió ahí varios años hasta que dijo haber sentido cansancio y desesperación pues cada año se le inundaba su hogar.

Hoy es inquilino de la invasión en Loma de San Ignacio. Hace dos meses que compró su terreno ahí, y como vendió bien su casa de la José Ángel Leal, está en condiciones de edificar rápido si ve que la cosa va en serio.

?Vivía en la calle Jesús García, pero me salía muy caro estar comprando muebles cada año, pues se me echaban a perder con cada inundación de la temporada de lluvias. Creo que sufría más allá de lo que a lo mejor sufriremos aquí?, exclama.

Hace dos meses Héctor vive en la irregular ocupación que han tolerado las autoridades. Invirtió en su terreno y en el de su hijo, y ya los juntaron para hacer una casa más amplia.

Dice que a él le vendió el terreno un señor de nombre Jesús Cárdenas, que vive en la colonia José Ángel Leal. Aunque en ese sitio no hay ni transporte urbano ni nada cerca, afirma que seguirá ahí hasta ver si se regulariza.

Es sábado y sus nietos, hijos de sus hijos en su primer matrimonio llegan a visitarlo. Pero como acaban de agarrar una víbora ?como de dos metros? hace un par de días, los mantiene junto con él para evitar un accidente.

?Aquí lo que sí exigimos es la luz, porque no hay y nos hace mucha falta la verdad?, reclama finalmente Don Héctor.

Y no es para menos, viven en una loma junto a una carretera de muy poco tránsito vehicular (en el comienzo de la supercarretera a Mazatlán). No tienen colonias o fraccionamientos vecinos. Por eso en las noches es, como luego dicen, una ?boca de lobo?.

Leer más de Durango

Escrito en:

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Durango

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 237384

YouTube Facebook Twitter Instagram TikTok

elsiglo.mx