Tras otro vertiginoso año, comienzan las voces a buscar qué fue lo mejor y lo peor del ciclo que se va. Balances, opiniones… mera subjetividad, para terminar con una conclusión básica y recurrente: cada quien tiene su propia narrativa.
Yo mismo, desde los cavernosos límites de la ignominia, he entrado en el colmo de la vergüenza al enterarme que durante 2021 pasaron infinidad de discos (sobre la música que tanto nos apasiona) que ignoré de manera olímpica, al punto que, en muchos casos, ni siquiera me percaté de su existencia.
¿Cómo entonces es posible que alguien se atreva a asegurar cuál fue el disco del año, el grupo del año, el subgénero del año? Personal y anecdótico.
En este espacio, sin embargo, me permitiré asegurar que 2021 fue el año del ‘heavy metal’ (al menos de los últimos 20); particularmente, fue el año de Iron Maiden.
La legendaria banda inglesa, sobre la cual posan tantas y tantas historias y generaciones enteras, no se cansa de inventar.
Quizá ya todo está descubierto, pero aún se puede jugar con la opaca voz de Bruce Dickinson; las guitarras rechinantes de Janick Gers, DaveMurray y Adrian Smith. Aún se siente el calor del bajo de Steve Harris y se estremecen las fibras con la batería de NickoMcBrain.
Composiciones magistrales de quienes ya lo han hecho todo y a nadie tienen que convencer.
El disco se va descubriendo de a poco. Dividido en dos partes, el viaje comienza en Senjutsu, que da nombre al álbum. Desde entonces, sabemos que el decimoséptimo trabajo de estudio de la banda será lento y cadencioso. Luego, avientan el par de sencillos, Stratego y The Writing on the Wall (las canciones “cortas”), para luego seguir con piezas larguísimas que cuentan historias independientes.
Hell on Earth, el último corte de su más reciente producción discográfica (que vio la luz en septiembre de este año), arranca con dos minutos de secuencias rítmicas que nos llevan al escenario gráfico más apocalíptico (hay que tener imaginación).
Dos minutos y 16 segundos de calma después de la tormenta; una paz costosísima como resultado de la peor guerra. El horror ha terminado. Enseguida, aparece una tarola galopante acompañada de nuevos ‘riffs’ que van resumiendo la vida en el planeta, casi extinta ya.
Un hoyo se abre en el Cielo y con él, la nostalgia de lo que se fue y ya nunca volverá. La vida, como la conocemos, ha mutado. Y solo lo superficial permanece. La esperanza queda más al fondo de lo que pensábamos. El galope sigue, al golpeteo de los tambores. Sube la intensidad al caer el sol y acercarse la noche. Las agudas guitarras recuerdan a sus muertos. Se clavan en miles de otros cuerpos; la sangre escurre para formar ríos incandescentes de lava formada por las almas de los más débiles.
La música lo es todo. Nos toma al vaivén de las emociones, nos mueve a su antojo. Pareciera que la paz está por regresar, pero no se sabe si es solo un oasis que nos prepara para el golpe final.
Minuto 7:26, la voz de Dickinson hace un llamado hacia el juicio final: amor con ira; vida en peligro. Perdidos en la ira. El camino está claro y no parece haber retorno. Un minuto de calma tras la tormenta. Los decibeles bajan, el colofón perfecto de una obra multicolor entre un profundo pesar y alivio.
Iron Maiden lo ha hecho de nuevo. Escondió, en su último corte, una bellísima pieza para irla descubriendo con el tiempo, a cada escucha. Para dejarnos con ganas de más. Se cierra el telón, pero falta otro acto… por lo menos.
Es el año de Iron Maiden, porque tras lograr meternos de a poco en su disco más oscuro, por medio de campañas publicitarias bien trabajadas, nos adelanta la segunda parte de su gira The Legacy Tour, con escala en CDMX el 7 de septiembre de 2022. Son 30 shows por América y Europa añadidos a la agenda. El ‘heavy’ está presente. El ‘heavy’ vive aún.
La espera ha comenzado. Feliz 2022 y que Dios nos bendiga a todos.
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