Una autora escribe su primera novela bajo un seudónimo y pide a la editorial una única condición: el anonimato. Esa primera novela es un éxito, genera expectativas entre lectoras(es) y gana un premio que nadie reclama el día de la entrega. Hasta diez años después, aparece su segunda publicación. A partir de ahí, no ha dejado de escribir novelas, y éstas se han convertido en series y en películas.
Desde hace más de tres décadas, la escritora italiana que firma con el nombre de Elena Ferrante ha preferido no ser una figura pública para que sea su obra la que brille sin interferencias. Ferrante eligió desde su primer libro, El amor molesto, el anonimato como una declaración de principios. Sobre ello ha escrito: “Creo que los libros, una vez que están escritos, no necesitan a sus autores”.
Estamos ahora tan acostumbrados a que el “yo” se exhiba hasta la saturación, que Ferrante representa una postura radical, una voz que se niega a ser rostro. Su ausencia pública desafía la lógica del mercado editorial en el que las autoras(es), además de escribir bien, deben asistir a giras, ferias, entrevistas, tener activas sus redes sociales, es decir, que de algún modo quien escribe debe exponerse tanto como su obra.
A algunas les parecerá sencillo, y hasta emocionante hacerse difusión, viajar, hablar en público, pero ¿a las que solo desean escribir, a las introvertidas, a las que no les interesa ser vistas? No olvidemos que la historia de la literatura ha estado llena también de personas que “preferirían no hacerlo”, como Bartleby, el personaje de Herman Melville; que preferirían no tener tanta exposición pública, precisamente porque su forma de expresión es la escritura.
El seudónimo de Ferrante puede verse como un límite, pero también como una llave: protege su intimidad, y a la vez, da libertad total a su escritura. Como lector(a) es posible entrar en sus novelas sin distracciones biográficas, enfrentando únicamente las páginas. Su literatura es visceral, precisa, impregnada de las tensiones entre las mujeres y sus cuerpos, entre las hijas y las madres, entre las amigas, entre la mujer y la lengua que la forma y la limita. La tetralogía Dos amigas —con La amiga estupenda como punto de partida— ha sido celebrada en todo el mundo como una narración enorme sobre la amistad femenina, pero también sobre la desigualdad, el ascenso social, la rabia, la maternidad, el deseo.
Cuando en 2016 un periodista intentó revelar su identidad, la indignación de sus lectoras(es) fue mayor que la curiosidad. Quizá porque entendieron que saber su nombre no suma nada a la experiencia de leerla. ¿Qué será lo que perturba a quienes “necesitan” saber quién es?, ¿no poder apropiarse de ella como personaje o que no le importe figurar? No creo que el silencio de Ferrante pretenda esconderla, sino quizá, ir contra esa norma del narcisismo que sostiene a nuestras sociedades digitales.
Acá les comparto los títulos de sus novelas convertidas en series o películas: El amor molesto (novela, 1992 / película, 1995); Los días del abandono (novela, 2002 / se estrenará en 2026 con Penélope Cruz, y hubo una versión italiana en 2005); La hija oscura (novela, 2006 / película, 2021); Teatralogía Dos amigas: La amiga estupenda (novela 1, 2011), Un mal nombre (novela 2, 2012), Las deudas del cuerpo (novela 3, 2013). La niña perdida, (novela 4, 2014 / serie, 2018); La vida mentirosa de los adultos, (novela, 2019 / miniserie, 2023).