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El arcoíris que emergió en el desierto: líderes LGBTIQ+ en resistencia

Este diario rescató las voces de algunos de los activistas laguneros que han convertido la marginación en una causa, y la causa en una lucha colectiva por el derecho a existir, a ser visibles y a vivir con dignidad.

El arcoíris que emergió en el desierto: líderes LGBTIQ+ en resistencia

El arcoíris que emergió en el desierto: líderes LGBTIQ+ en resistencia

DANIELA RAMIREZ CERVANTES

El cielo se tornó gris y las nubes espesas amenazaban con un chubasco. Cayeron algunas gotas, sólo las suficientes para provocar que saliera el arcoíris.

Sí, del arcoíris. Esa ola multicolor que la comunidad diversa provoca cada año cuando toma las principales calles de Torreón para marchar por el orgullo LGBTIQ+. La de este año se realizó el sábado pasado bajo un firmamento grisáceo.

Aquí y en varias partes del país, gays, lesbianas, bisexuales, transexuales, personas no binarias y un largo etcétera se unen para exigir respeto, dignidad y derechos.

El Pride TRC 2025 fue dedicado a las mujeres trans resilientes, aquellas que, a pesar de enfrentar adversidades y discriminación, han desarrollado la capacidad de adaptarse, recuperarse y prosperar.

Se pensó en ellas porque en esta edición la comunidad también celebró que hace 20 años lograron la abolición del artículo 75 del reglamento de Salud Municipal, el cual prohibía a la comunidad realizar muestras de afecto en público, un acto discriminatorio que, aunque no como aquellos tiempos, sigue experimentando la población trans femenina.

Y es que, para las nuevas generaciones actualmente puede parecer sencillo ondear una bandera o tomarse de la mano en público. Pero no siempre fue así. Hace apenas dos décadas, caminar por las calles asumiendo una identidad divergente podía significar una detención arbitraria, burlas, amenazas o violencia.

La represión era el paisaje cotidiano para quienes se atrevían a desafiar el molde heteronormado de una región históricamente conservadora. Las expresiones de género y orientación sexual distintas a la norma se ocultaban entre sombras, en fiestas privadas, en susurros y en resistencias silenciosas.

Aunque la primera marcha del orgullo LGBTIQ+ en el país, se realizó en la Ciudad de México el 26 de junio de 1979, en Torreón se desenvolvió hasta el 28 de junio del 2008. Este mismo diario reportó al día siguiente una fotografía del suceso en el foco de su versión impresa. En el pie de la imagen se puede leer que 80 personas salieron a las calles a exigir respeto por sus preferencias sexuales.

Sin embargo, antes de esa primera marcha oficial en 2008, en 2003 un grupo de homosexuales (así se leyó en los diarios), había tomado las calles de Torreón para manifestarse. En ese entonces la Asociación por Respeto a la Comunidad Gay se expresó en contra Guillermo Anaya Llamas, quien como alcalde del municipio mantenía una persecución contra los hombres homosexuales.

Días antes de esta manifestación Anaya declaró a los medios de comunicación que se castigaría a todos los hombres homosexuales que se dedicaran al sexo servicio.

La cacería se respaldaba en los artículos del capítulo 9 del Reglamento de Salud y Asistencia Social del municipio, el cual prohibía a homosexuales realizar en público muestras de afecto, y los obligaba a someterse a la prueba del VIH/sida, con penas de permanecer hasta 36 horas tras las rejas sin posibilidad de efectuar llamadas telefónicas. Fue el alcalde panista Jorge Zermeño Infante quien impuso este código en agosto de 1999.

Actualmente, gracias a la lucha de los colectivos y activistas que resisten ya no se persigue a esa parte de la población y la visibilidad de la comunidad avanza. Lo que alguna vez fue clandestino, el sábado pasado desfiló al frente, al ritmo de voces y banderas que reclamaron un espacio digno en el espacio público.

En ese sentido, y en el marco del mes del arcoíris, hoy Día Internacional del Orgullo LGBT, conmemoración que recuerda los disturbios acontecidos en un bar de Nueva York en 1969, cuando miembros de la comunidad se enfrentaron a una redada policial, este diario decidió rescatar las voces de algunos de los activistas laguneros que han convertido la marginación en una causa, y la causa en una lucha colectiva por el derecho a existir, a ser visibles y a vivir con dignidad.

MILITANTE POR LA LIBERTAD

Uno de los rostros imprescindibles en la resistencia local es Raymundo Valdez Andrade, activista incansable y promotor de derechos humanos para la comunidad LGBTIQ+ en La Laguna. Él recuerda con claridad aquellos años donde “la vergüenza y el miedo” se imponían sobre cualquier intento de vivir con libertad.

“Muchos me critican y me dicen ‘es que traes un movimiento político’, y yo les digo: claro que sí, soy político y soy activista, porque sin política no hay resultados”, sentenció Raymundo, quien a sus 48 años ha sido testigo y protagonista de las luchas más importantes por los derechos de la diversidad en la región.

Cuenta que se asomó al mundo gay en 1996, cuando aún no existían todas las siglas ni los términos de identidad de hoy. “Éramos jotos o machorras. Apenas se empezaba a escuchar el término gay o lesbiana. Lo nuestro era clandestino, fiestas a escondidas y un miedo permanente de que te detuvieran sólo por existir”.

Fue en 1999 cuando, junto a compañeros de la universidad, decidió fundar una organización llamada Apoyo Laguna para asistir a personas con VIH, aunque, confesó, “no sabíamos bien qué era el VIH o el sida, sólo sabíamos que estaba acabando con los nuestros y nadie hacía nada”.

Ese mismo año, rememoró, se aprobó el Artículo 75 del Reglamento de Salud Municipal que facultaba a la policía a detener a cualquier hombre maquillado o vestido como mujer, o a quienes manifestaran afecto en público, obligándolos además a practicarse pruebas de VIH y sífilis en contra de su voluntad.

“Nos sacaban en la nota roja con nombre, dirección y donde trabajábamos. Algunos migraron, otros fueron asesinados, otros murieron de sida. Los que quedamos, sobrevivimos al estigma, al odio, a los prejuicios”.

En diciembre de 1999, Raymundo apareció por primera vez en televisión local. “Antes de eso, la comunidad sólo salía en nota roja o éramos caricaturizados”. Desde entonces, ha sido una voz presente en cada marcha, en cada foro y en cada gestión política.

Uno de los episodios que recuerda con más orgullo ocurrió en 2003, cuando, como ya se escribió, el entonces alcalde Guillermo Anaya Llamas amenazó con encarcelar a los homosexuales bajo la excusa de combatir la prostitución.

“Le preguntaron cómo iba a saber quién era gay y respondió: ‘Es muy sencillo, el que parece, es’. Así que en la marcha agarramos una foto de él y marchamos con la leyenda: el que parece, es. Le revertimos su discurso. Esa marcha la organizó Lorena Charles, otra activista que ya no está con nosotros”.

Aquel activismo político y ciudadano logró la derogación del Artículo 75 el 28 de junio de 2005, exactamente seis años después de su publicación.

“Es un logro local, una fecha que hay que recordar. Porque esa resistencia nos permite hoy caminar sin miedo por las calles”.

Raymundo sostiene que la lucha sigue. “La derecha no duerme. Hoy tenemos matrimonio igualitario, adopción, un Capacit (Centro Ambulatorio para la Prevención y Atención en SIDA e Infecciones de Transmisión Sexual), pero en cualquier momento pueden arrebatarnos derechos. Por eso hay que politizar la lucha. La marcha no es sólo fiesta, es resistencia”.

Para Raymundo, los logros sociales se reflejan también en las familias. “Cuando vas a la marcha y ves a los papás con sus hijos, a los abuelos con banderas, eso para mí es lo más bonito. Porque si afuera me gritan joto, pero en mi casa me aceptan, yo me vuelvo invencible”.

Antes de cerrar la charla, Raymundo lanzó un mensaje a las nuevas generaciones: “No se duerman en sus laureles. Sí, hemos avanzado, pero aún existen crímenes de odio, discriminación, y una derecha que en cualquier momento busca retroceder. El activismo no se hace desde el clóset. Hay que seguir alzando la voz”.

JUVENTUDES TRANS Y LAS NUEVAS TRINCHERAS

Auken Ramos Montaño, un joven hombre trans no binario de 24 años, lo dice sin rodeos: “No hay LGBT sin la T”.

Cofundador del colectivo Transposición, un espacio nacido hace tres años para cobijar y visibilizar a las personas trans y no binarias en La Laguna, sabe bien lo que significa vivir escondido.

“Durante mucho tiempo, nuestres compañeres trans permanecimos invisibilizades, porque era una forma de protección, una estrategia de supervivencia ante la violencia diaria que se respira en esta región”, relató.

Desde pequeño, Auken supo que su identidad no coincidía con lo que le imponía el mundo. “Desde los tres años le decía a mi mamá: ‘¿por qué me hiciste niña, si yo no soy niña?’”.

Fue hasta los 11 que descubrió la palabra “trans” y entendió que había más personas como él. El miedo vino después. “Transgredir lo que te enseñaron desde la infancia, lo que dicta la escuela, la iglesia, la calle… no es sencillo. Salí del clóset a los 19, pero el miedo se quedó mucho tiempo”.

Auken comenzó su activismo desde los feminismos, denunciando que incluso en los espacios progresistas de la región se replicaban actitudes transfóbicas y excluyentes. El colectivo Transposición surgió de esa necesidad: reclamar un sitio dentro y fuera de esos movimientos.

“Los colectivos antes se enfocaban en hombres gays cisgénero, pero las voces trans, las juventudes trans, las infancias trans… apenas estamos resonando en esta tierra que sigue siendo hostil para nosotres”, apuntó.

Desde su trinchera han logrado organizar brigadas para el cambio de nombre y género en actas de nacimiento sin tener que viajar hasta Saltillo, así también intentan crear una red de salud integral trans, y llevan su mensaje a través del programa de radio Transinfórmate, asimismo por medio de la red de periodismo independiente Traspapelade, además de conferencias en instituciones públicas y talleres para familias.

“Porque sí, hemos avanzado, pero aún queda mucho por hacer. En Coahuila la ley de identidad de género existe, pero no contempla a las infancias ni a las personas no binarias, por ejemplo”.

Para Auken, el siguiente gran paso será garantizar salud integral y digna para la población trans. “Aquí sigue siendo inaccesible conseguir terapia hormonal a bajo costo o que te orienten desde el sistema público de salud. Hay un protocolo, pero no lo conocen. La violencia institucional persiste”.

Antes de despedirse, el joven activista dejó un mensaje: “Las personas trans también somos parte de todas las luchas. Nuestras familias de sangre a veces no nos aceptan, pero hay otra familia allá afuera. Sigamos haciendo comunidad, sigamos haciendo colectividad para sobrellevar las situaciones complicadas que traviesa la población diversa”.

EL COBIJO DE LA POBLACIÓN TRANS

Paola Valentina Obregón nació y creció en Torreón. Tiene 30 años y, como muchas otras mujeres trans, ha tenido que forjarse entre obstáculos y pequeños triunfos personales que se vuelven colectivos.

"Yo soy una mujer trans", dice sin titubeos. "En mi vida he vivido varios procesos que me han llevado a tener ciertas inquietudes y preocupaciones por todo lo que está sucediendo dentro de la población. Mi vida es normal, como cualquier otra persona".

Se identificó como mujer a los 15 años. Fue en ese momento que sintió por primera vez la urgencia de cambiar su nombre.

“No me gustaba el nombre masculino. Yo necesitaba identificarme como mi mente, mi cuerpo y mi corazón me decían”. En ese entonces, la ley de identidad de género no existía en la región.

Fue en noviembre del 2018 cuando se estipuló en Coahuila una norma que permite a mayores de edad solicitar el cambio de nombre y género en su acta de nacimiento ante el Registro Civil.

En su caso, Paola, primero se nombró como hombre gay, pero poco después entendió que era una mujer trans. A los 19 años eligió su nombre femenino. Desde entonces ha vivido su identidad con orgullo aunque esto le implique, aun con todos los logros que tiene la comunidad, vivir al margen.

“He enfrentado discriminación, burlas, y sectores de la sociedad donde todavía no somos bien vistas, incluso en lo laboral. Mi identidad es una, pero a veces mi físico no corresponde a lo que la gente espera, y eso genera comentarios negativos. Aunque también hay quienes me felicitan, me apoyan, me dicen que les doy fuerza. Eso me sostiene”, compartió.

Su familia ha sido un pilar. Su madre, su hermano y su abuelo la han acompañado en este tránsito. Su padre, quien falleció hace algunos años, también logró reconciliarse con su identidad. “En sus últimos días me pidió perdón por no entenderme antes”,

Inspirada por su propia historia y por las de otras 17 mujeres trans y dos hombres trans que conoció durante el proceso de cambio de identidad en Saltillo, Paola fundó Red Trans Laguna, un colectivo que nació para llenar un vacío: “No había una organización que se dedicara exclusivamente a la comunidad trans en la región. Yo decidí ser esa persona que lo hiciera”.

Al principio, su iniciativa no tuvo mucha respuesta. Pero insistió. Aprendió de otros activistas, preguntó, investigó y lo intentó de nuevo. Hoy, después de dos años y medio, su colectivo comienza a tener eco. No tiene registro oficial, pero sí una misión clara: “ayudar a los demás”.

El nombre ya empieza a sonar. “Para mí, esto es activismo, pero también es algo humanitario. Yo estoy aquí para acompañar a quienes vienen detrás”.

LA VOZ DE LAS MUJERES TRANS TRABAJADORAS SEXUALES

Durante años, Grecia Zúñiga Velazco caminó las calles de Torreón con miedo, no por ejercer el trabajo sexual, sino porque ser una mujer trans era razón suficiente para ser detenida arbitrariamente.

Hoy, ocho años después de iniciar su activismo, Grecia se ha convertido en una de las principales voces por los derechos de las mujeres trans trabajadoras sexuales en La Laguna. Su lucha, marcada por logros tangibles y una tentativa de transfeminicidio, es testimonio de resistencia, sororidad y dignidad.

“Nos detenían por estar vestidas de mujer, aunque tuviéramos identificación. Nosotras sabíamos que no era justo, pero no teníamos a quién acudir”, relató Grecia a este diario, quien inició su camino en el activismo gracias al apoyo de Unión y Fuerza de Mujeres Trans Chihuahuense A.C.

Ese primer respaldo fue la chispa que encendió una lucha que ya suma casi una década. En 2017 fundó el colectivo Trans Laguna, que preside junto a Abigail Hernández y Armando Lira. La agrupación se enfoca especialmente en mujeres trans trabajadoras sexuales, a quienes acompaña en procesos de cambio de identidad, distribución de insumos de salud y denuncia de violencias.

Uno de los mayores logros del colectivo fue abolir el cobro del control sanitario por parte del sector salud: "Nos cobraban 599 pesos cada tres meses y 99 semanales. Era una forma de criminalizarnos desde la salud pública”.

Hasta hoy, Trans Laguna ha apoyado a al menos 25 mujeres trans en su proceso legal para modificar su identidad, una herramienta fundamental para que sus derechos sean reconocidos por la ley y las instituciones.

Pero la lucha no ha sido sin heridas. El 2 de enero de este año, Grecia fue víctima de un intento de transfeminicidio. Un hombre con quien tenía una relación de amistad la apuñaló seis veces dentro de su casa.

El camino para denunciar, como ya lo relató este diario a través del reportaje “Sobrevivir no es vivir: mujeres trans en el limbo judicial en Coahuila”, ha sido igual de violento: funcionarios que desconocieron su identidad legal, instituciones que la rechazaron y una investigación que no avanza.

A pesar de contar con su INE como mujer, Grecia tuvo que peregrinar entre dependencias hasta que finalmente su caso fue aceptado bajo la figura penal de feminicidio en grado de tentativa, ya que en Coahuila no existe el transfeminicidio como delito.

El intento de silenciarla solo fortaleció su voz: "Hoy sé que no me puedo quedar callada. Lo que viví no se lo deseo a ninguna otra mujer trans. Por eso alzo la voz, para que las que vengan después de mí no pasen por lo mismo”.

Grecia no sólo busca justicia para ella. Quiere impulsar una iniciativa de ley que reconozca y tipifique el transfeminicidio en Coahuila, un paso esencial para el acceso real a la justicia de las mujeres trans.

Mientras tanto, sigue recorriendo bares y puntos de encuentro distribuyendo condones, acompañando a quienes inician su transición legal, e intentando abrir puertas que, para esa parte de la población, han estado cerradas.

UNA LUCHA DE LA LAGUNA DE DURANGO

Rocío Moreno Gutiérrez es otro rostro de resistencia. Es presidenta de Laguna Diversa A.C, la única agrupación que vela por los derechos humanos de la diversidad sexual y promueve los derechos de la comunidad a través de distintas actividades en Gómez Palacio.

Creada desde el 21 de julio del 2016, está asociación nació con el propósito de velar por la salud mental y desarrollo humano de la población diversa de este municipio duranguense.

“Del 2016 al 2022 estuvimos trabajando con lo que fue grupo de desarrollo humano, psicoterapia, conferencias, actividades de concientización y visibilizarían en el público en general”.

Moreno Gutiérrez recordó que antes de formalizarse realizaron una marcha el Día contra el VIH Sida, un acto que marco un precedente, porque, aunque acudió poca gente, la comunidad de ese municipio comenzó a hacerse visible.

“Ya después nos enfocamos en el proceso de atención a la población mediante el grupo de desarrollo humano, psicoterapia individual y grupal. Hicimos alianza por ejemplo aquí con la escuela (el CETis 47 donde funge como maestra) para poder hacer actividades por ejemplo el Día de la lucha contra LGTBIfobia, la lucha contra el VHS Sida, entre otras”.

Desafortunadamente, relató, se quedaron sin un espacio físico. La oficina que operaba desde 2016 tuvo que cerrar en 2022, luego de un incendio cuyas causas aún no están claras.

“No supimos si fue un atentado directo o un accidente, pero se incendió la instalación, tuvimos que desalojar y ya no nos quisieron volver a rentar el espacio”.

Poco después, Roció enfrentó un nuevo obstáculo ligada a su salud. “A partir de ahí tengo una cuestión de discapacidad que empezó en el 2022, precisamente unos días antes de esa situación. Hasta apenas ahorita me estoy empezando a normalizar. Empecé con esclerosis múltiple, dejé de caminar, dejé ver, y desde septiembre estoy diagnosticada con cáncer”.

Es así que hoy, se puedes escribir, su lucha es doble, colectiva por los derechos de la comunidad, y personal para que su salud mejore.

Aun así, Rocío sigue activa. “Seguimos haciendo lo que podemos con lo que tenemos, por medio de la página que es lo que manejamos. Por lo menos orientar a las personas que tienen alguna duda de canalización, instancias que las puedan atender, más que nada eso. Y confío, y espero pronto poder retomar la atención en físico”.

Para ella, la visibilización es una herramienta vital. “Es lo que permite que se den cuenta de que estamos, que tenemos necesidades particulares y que estamos siendo foco de violencia y violaciones a nuestros derechos humanos”.

En Gómez Palacio, Laguna Diversa es el único colectivo en activo, y a pesar de los desafíos, han logrado posicionarse.

Desde un inicio Rocío apoyó la marcha del orgullo LGBT+ en en este municipio, que ya lleva tres ediciones y cuya última cita es justo este 28 de junio.

“Afortunadamente, el hecho de no amedrentarnos, por decirlo de alguna manera, con las presiones sociales, con los estigmas sociales que salen del machismo y de la LGBTfobia, nos ha llevado a poder romper esos paradigmas sociales. Y que la gente diga que no se acaba el mundo porque eres LGBT”.

A título personal, la activista concluyó que ser parte de la comunidad: “Fue y sigue siendo una situación de vida que me ha permitido resignificar lo que soy en este mundo, y me ha permitido aprender de mí misma, de otras personas y de cómo poder servir a otros”.

Y así, en ese ambiente árido que ofrece el desierto, Raymundo, Auken, Paola, Grecia y Rocío, y demás población diversa de La Laguna, resisten porque saben que después de cualquier tormenta, el arcoíris emergerá como un símbolo de esperanza.

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