Asteroide 2024 YR4 (ESPECIAL)
El asteroide 2024 YR4, detectado a finales de 2024, generó inicialmente preocupación por una posible colisión con la Tierra.
Sin embargo, recientes observaciones del telescopio espacial James Webb han revelado una trayectoria que, si bien ya no amenaza nuestro planeta, sí presenta una probabilidad del 4.3 % de impactar contra la Luna en diciembre de 2032.
Aunque este evento no representaría ningún peligro para la humanidad, se perfila como una oportunidad única para la ciencia planetaria.
El descubrimiento del asteroide 2024 YR4 el 27 de diciembre de 2024 marcó un hito en la vigilancia espacial. Por varios días, captó la atención global al figurar como una amenaza real para la Tierra, alcanzando una probabilidad de impacto del 3.1 %, una de las más altas jamás registradas.
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Su tamaño -estimado entre 53 y 67 metros de diámetro, equivalente a un edificio de 12 pisos- era suficiente para causar daños catastróficos a nivel urbano si hubiera colisionado con zonas densamente pobladas.
Las alarmas sonaron en comunidades científicas y agencias espaciales. Los primeros análisis preveían que el asteroide podría caer en regiones como el Pacífico oriental, Sudamérica, África o el sur de Asia. Afortunadamente, las observaciones refinadas de telescopios en Chile y Hawái permitieron descartar una colisión con nuestro planeta.
El riesgo se redujo drásticamente al 0.004 % en febrero de 2025, tranquilizando a la opinión pública y confirmando la eficacia del sistema internacional de defensa planetaria.
Sin embargo, el caso de 2024 YR4 no terminó ahí. A pesar de haber sido eliminado de la lista de amenazas terrestres, su trayectoria mantuvo el interés de astrónomos por otra razón: su rumbo sugería un posible impacto contra la Luna.
Los nuevos datos obtenidos por el telescopio espacial James Webb a mediados de 2025 proporcionaron una mayor precisión sobre la trayectoria de este cuerpo celeste. El análisis del equipo liderado por Andy Rivkin, del Laboratorio de Física Aplicada de Johns Hopkins, concluyó que el riesgo de colisión con la Luna había aumentado al 4.3 %. Aunque este porcentaje sigue siendo bajo, es notablemente superior al de la mayoría de objetos cercanos a la Tierra.
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El fenómeno, de concretarse en diciembre de 2032, no tendría consecuencias para la vida en nuestro planeta. No modificaría la órbita lunar ni implicaría fragmentos que pudieran representar peligro, ya que cualquier resto proyectado hacia la Tierra se desintegraría en la atmósfera.
Lo verdaderamente significativo sería la posibilidad de estudiar en tiempo real la formación de un cráter de impacto, algo inédito hasta ahora.
Los científicos destacan que la Luna, al carecer de atmósfera y vida, ofrece un entorno perfecto para este tipo de observaciones. La oportunidad de predecir el momento exacto del choque y monitorear sus efectos con instrumentos avanzados permitiría avanzar en el conocimiento sobre impactos astronómicos, su dinámica y sus efectos geológicos.
