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Tradición reúne a familias un año más

Los gomezpalatinos acudieron a la Iglesia de Santa Rosa de Lima a observar el Viacrucis.

Los gomezpalatinos acudieron a la Iglesia de Santa Rosa de Lima a observar el Viacrucis.

SERVANDO MARTÍNEZ

La representación de la condena, castigo y crucifixión de Jesús, por los fieles de la iglesia Santa Rosa de Lima, de Gómez Palacio, dejó las calles con rostros de asombro, incluso de dolor.

Son ya 85 años de llevarse a cabo el calvario que sufrió Jesucristo antes de su dolorosa muerte, por parte de los parroquianos de la iglesia Santa Rosa de Lima, una tradición que tienen arraigada los gomezpalatinos.

Ayer, en Viernes Santo, afuera de la iglesia comenzaron a llegar familias completas, niños y jóvenes que se acercarán a un sentimiento de empatía por lo padecido por el nazareno.

Se había informado que el recorrido daría inicio a las 10 de la mañana, pero comenzó una hora con quince minutos más tarde.

La iglesia estaba abarrotada, pero las calles se inundaron de feligreses que esperaron con respeto el momento de la pasión. Salieron los romanos y Jesucristo, y comenzó el calvario, el joven que personificó a Jesús, salió a caminar descalzo todo el recorrido.

Los golpes y los insultos a Jesús de Nazareth, de parte de los soldados, hacían retumbar la conciencia de aquellos que de pronto sintieron la conexión, algunas voces de lamento y quejidos se escucharon entre los asistentes… "Sálvate, ¿no que tu padre es Dios?", dijo el romano más inquisidor, mientras golpeaba la espalda del salvador, y del público resaltó, aunque no muy fuerte, esa voz que dijo: "maldito", refiriéndose al lacayo de Poncio Pilatos.

Jesús cayó, los lamentos del público se escuchaban, estaban aturdidos ante la violencia de la cual era objeto. El padre leía pasajes y algunos cantos se entonaban, el hombre joven que interpretó a Jesús, se veía cansado, dolorido, su pies desnudos mostraban ya la batalla perdida con el pavimento.

Las estaciones y caídas siguieron, la fila de gente y el amontonamiento también, hay quienes por la inclemencia del tiempo se retiraban, otros avanzaban a la par, querían ver y llegar hasta el destino final del hombre que terminaría crucificado.

Mujeres y hombres mayores como espectadores, tal vez los más arraigados a la longeva tradición gomezpalatina, pero también la cara curiosa de los más niños, de ver cómo es maltratado un hombre, que lleva una corona de espinas, tal vez muchos de esos pequeños sin entender la razón.

La última estación y el tirón más largo para quien carga la cruz, para quien lleva una hora siendo golpeado e insultado. Para quien le pesa la cruz, el sol, la calle, los gritos y el alma. Morirá en la cruz, mitigará su dolor, habrá dado la vida por los que son igual que él, se sentirá aliviado.

La mirada atónita de muchos, que a pesar de saber que es una representación, no dejan de sentir y de sufrir, por un momento, son hombres y mujeres de paz.

Judas, el traidor, no soporta la muerte de su maestro; se cuelga, muere, el fin del hombre que vendió una vida por unas monedas de oro… ¿Por qué hizo eso, mamá? Se escucha la voz de una infante, "porque fue un hombre malo", respondió la madre, mientras veía como colgaba el cuerpo de Judas.

Un año más de una tradición que reúne a las familias de Gómez Palacio, personas que inundan las calles, por volver a ver lo que un hombre sufrió, lo que un actor decide también padecer.

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Escrito en: Viacrucis

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