México pierde a otra de sus estrellas
México está triste, y es que ha perdido a otra de sus grandes estrellas.
Ernesto Gómez Cruz falleció la noche del pasado sábado dejando un gran legado y un enorme pesar entre el público, su familia y colegas.
"La Asociación Nacional de Actores lamenta el sensible fallecimiento de nuestro Compañero Ernesto Gómez Cruz. Nuestras condolencias a sus familiares, amigos y compañeros. La comunidad artística en México sufre la pérdida de un gran artista y compañero. QEPD", informó la ANDA en un comunicado.
Ernesto Gómez Cruz nació en 1933, fue conocido por sus participaciones en diversas películas como Los Caifanes, La ley de Herodes, El infierno, El crimen del padre Amaro entre otras.
Su última participación en el cine fue en La familia gang de 2014, ya que en sus últimos años estuvo alejado de los reflectores. En 2018 también se le vio en la novela Por amar sin ley.
Ganó dos veces el Ariel de plata al Mejor Actor además de otros cuatro por Mejor Coactuación Masculina. En 2014 recibió el Ariel de Oro en reconocimiento a su fructífera carrera.
Con un promedio de cuatro producciones anuales, entre películas y telenovelas, Ernesto Gómez Cruz fue un monstruo de la actuación.
Su carrera en el audiovisual la arrancó en 1967 con la cinta Los caifanes.
Ernesto Gómez Cruz murió a los 90 años, dejando un hueco en el mundo del cine en el que se destacó y se desempeñó durante 57 años. Sin embargo, atravesó momentos complicados a lo largo de su trayectoria como actor, pues aunque forjó una prolífica carrera, fue víctima del desempleo y hubo una época en que tuvo que ejecutar el oficio de barrendero para salir adelante.
Desde que Gómez Cruz residía en su natal Veracruz, se despertó en él la necesidad de dedicarse al canto; no obstante, era una persona sumamente tímida, lo que le impedía desempeñarse como intérprete musical o como compositor o locutor, sus otras dos grandes aspiraciones.
"Yo era una persona muy tímida, me sonrojaba yo ante cualquier persona y, si era mujer, peor, pero yo quería ser cantante, quería ser compositor, quería ser locutor, pero no tenía la preparación", reconoció en una entrevista para ADN 40, en 2014.
El primer actor nunca se atrevió a dedicarse a la música, por lo que comenzó a probar suerte en diferentes oficios, pero ninguno de ellos lo llegó a satisfacer, no como años más tarde lo haría la actuación.
"No sabía yo a qué me iba a dedicar, pasé por todos los oficios habidos y por haber".
Pasaron unos cuantos años para que don Ernesto viajara a la Ciudad de México para estudiar la carrera de actuación en el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), antes INBA.
Al graduarse, llegó su primera y gran oportunidad en el cine, como "el Azteca" en la cinta de "Los caifanes" de Juan Ibáñez, granjeándose de reconocimiento generalizado por parte del mundo del cine nacional.
"Llega la fama, pero, en ese momento, yo no entendía lo que era la fama, así como me llegó, la disfruté", destacó.
Aunque destacó que las malas rachas que vivió a lo largo de su carrera, lo llevaron a comprender la importancia de enfocarse en sus proyectos y entregar todo su esfuerzo a cada cinta o producción en la que participó.
"Tuve mis altibajos, fueron los que me enseñaron a soportar todas las inclemencias que se presentaban dentro de mi tiempo", señaló.
No se olvidará su trabajo
Estos son 5 personajes que el veracruzano interpretó y ha permanecido en la memoria del público:
El Azteca forma parte del grupo de jóvenes que por una noche le hacen ver su suerte a una pareja. Viste a la Diana Cazadora con ropa interior y se mete a un ataúd para ver qué significa la muerte.
Chankin es un chamula que ve cómo un cineasta llega a retratar su realidad, aunque de manera falseada. Debe aguantarse debido a la pobreza y los abusos que hay sobre él.
Unos cuántos minutos sirven para dibujar a Lucas García, el campesino rebelde que ayuda a los estudiantes perseguidos, minutos antes de su linchamiento. Intenta protegerlos y es asesinado.
Un gallo y una mujer son la perdición de Dionisio Pinzón, ganador en palenques. Bajo la dirección de Arturo Ripstein, su trabajo obtuvo galardones en La Habana y San Sebastián.
Su protagónico en telenovela no podía ser con cualquier personaje y entonces acepta ser un bandido que roba la ropa de un sacerdote muerto, encontrando en el camino, haciéndose pasar por él.
