La pianista Mariana Chabukiani. (CORTESÍA)
Cuando el compositor ruso Sergei Rachmaninoff terminó su Concierto para piano No. 2, salía de una profunda depresión clínica. Tras estrenar su Sinfonía No. 1 en 1897, las críticas lo avasallaron y sus problemas personales lo enviaron al fondo de algo oscuro y desconocido. Esa especie de océano emocional donde el autor estuvo sumergido, está impresa en la partitura de la obra. Para la pianista Mariana Chabukiani, se trata de una pieza que agota, pero que también refleja su belleza a través de sus tres movimientos.
En el tradicional escenario del Teatro Isauro Martínez (TIM), la Camerata de Coahuila se ha dado cita para realizar el décimo concierto de la temporada Primavera-Verano 2024. Pasan de las 20:30 horas y por fin se indica la tercera llamada.
La primera pieza en el programa señala las Danzas eslavas, una serie de Antonín Dvorák.
Tras el intermedio, llega el momento esperado de la noche. Sobre el escenario aparece el piano de cola Yamaha perteneciente al TIM. Era turno de Mariana Chabukiani y de Rachmaninoff.
El primer movimiento del Concierto No. 2, denominado Moderato, comienza con acordes que asemejan campanas. Su dinámica aumenta y genera tensión. En la vieja Rusia, las iglesias ortodoxas hacían sonar sus campanas para anunciar una fiesta o algún acontecimiento importante.
La pianista se sumerge en un oleaje de notas, donde es acompañada por las cuerdas. Las emociones empapan los sonidos. En ocasiones se percibe la antesala de un naufragio, pero luego se respira en medio de la tormenta. Los movimientos Adagio sostenuto y Allegro Scherzando complementan la noche.
Sobre esta obra, en una entrevista con El Siglo previa al concierto, Mariana Chabukiani expresó:
“Es como un océano emocional que está dentro, estas olas emocionales que tienes, que llevan arriba y luego te caes. Es un mundo emocional muy profundo, muy fuerte, muy dramático”.
