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Mace Medina, el teatro como sentido de identidad

En el marco del Día Mundial del Teatro, que se celebra este miércoles 27 de marzo, el director y actor lagunero de 32 años reflexiona

Mace Medina, el teatro como sentido de identidad

Mace Medina, el teatro como sentido de identidad

SAÚL RODRÍGUEZ

Está en el mezzanine del Teatro Isauro Martínez (TIM), en ese recinto donde de niño vio una puesta en escena sobre Tarzán que significó su primer acercamiento al arte escénico. Mace Medina bromea; dice que en su inocencia pensaba que en la obra habría gorilas y otros animales reales. Tal fue su sorpresa al ver que esos personajes eran interpretados por humanos. El montaje, el escenario enmarcado por los frescos de Salvador Tarazona, todo le pareció tan mágico.

En el marco del Día Mundial del Teatro, que se celebra este miércoles 27 de marzo, el director y actor lagunero de 32 años reflexiona mientras la luz del día traspasa los ventanales e ilumina el salón. Más que un desfile de conclusiones, su visión artística es una serie de cuestionamientos: “¿Por qué seguir haciendo teatro? Es una pregunta que me hago todos los días”.

Mace Medina inició en el teatro en 2009, cuando tomó un taller en la preparatoria con el maestro Carlos Ruiz. En ese entonces buscaba un sentido de identidad. Lo había intentado en deportes, incluso en clubes de lectura, pero ninguna de esas actividades le satisfacía. Sólo la actuación le alumbró el camino de su narrativa interna. Aquello fue prueba y error. Recuerda que al principio era malísimo, pero se motivó a superarse.

Tras graduarse de la preparatoria, formó una compañía con el grupo del taller. “A lo punk, como creo que he construido esta trayectoria”. Juntos empezaron a tocar puertas y encontraron un primer refugio en el auditorio del Museo Regional de La Laguna (MUREL). Lo usaron por año y medio, procurando tener funciones cada fin de semana. “Pero yo sabía que necesitaba aprender más, sentía que sólo estábamos replicando formas”.

Buscó ofertas académicas. Algunas eran insulsas, otras se alejaban de sus posibilidades económicas. No podía quedarse quieto y empezó a ir al teatro para observar el trabajo de las compañías locales. “Veía la obra y a los meses me invitaban trabajar con esa compañía. Eso es algo que estuve haciendo durante varios años”.

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Luego viajó a Ciudad de México, donde estudió un diplomado en Actuación frente a cámara. Hizo cine, pero siempre desde las bases teatrales. Siendo un creador en constante formación, el arte escénico le ha brindado posibilidades creativas, comunidad y conexiones. “Aparte encontré un espacio sano de exploración creativa y de investigación”.

El pensamiento de Mace Medina cada vez se aleja más de las técnicas de Stanislavski. Fuera del teatro anecdótico o realista, sus propuestas se aproximan a la narrativa de procesos y la generación de imágenes. Su inclinación por el teatro contemporáneo la ha adquirido gracias a maestros como Martha Chávez, con quien trabajó en la obra Celsa, propuesta que toma en cuenta la participación del espectador. Otra experiencia similar fue Des/territorios, de Mariana García Franco, presentada en la Muestra Nacional de Teatro 2023.

“No es contar una historia, sino contar procesos de investigación que están realizando los actores y las actrices. En ese sentido, la actoralidad también cambia”.

El artista cancela el aforismo que convierte al actor en el personaje. Habla de estar en el escenario sin dejar de ser uno mismo. “Ya no soy Hamlet, sino que estoy en escena interpretando a Hamlet”. Nuevos tiempos implican nuevas formas. Develar que no es el personaje sobre el escenario es una idea que lo ha cautivado.

Recientemente dirigió Fuera de lugar, un proyecto de teatro documental basado en una investigación periodística. Entre sus próximos proyectos se encuentra el montaje a principios de mayo de Elisa conoció a Juma o ¿Por qué las mantarrayas quieren volar?, cuyo guion escribió hace unos seis años, cuando se cuestionó profundamente si seguiría haciendo teatro.

El proyecto es sumamente personal, nacido en una incertidumbre. Incluso el artista tiene una mantarraya tatuada en el brazo. La obra juega con la fantasía: Elisa, una niña de once años, se rencuentra con Juma, su amigo imaginario. “Juntos tendrán que descubrir por qué Elisa se encuentra en una cueva y cómo es que llegó ahí”. El argumento incursiona en el corazón de una frase: todos somos diferentes, pero tenemos algo igual.

“Lo que quiere decir es sí, todos somos diferentes, pero compartimos una misma cosa: estamos vivos”.

Para Mace Medina, el Día Mundial del Teatro es útil para visibilizar el trabajo escénico. No sólo las grandes producciones anunciadas a gran escala en las metrópolis, sino aquel que se forja en las comunidades.

“Es recordar que el teatro no nada más es lo que sucede en recintos como este, como el Teatro Isauro Martínez, sino en los foros independientes, en los foros al aire libre, en las comunidades, en los diferentes lados donde está sucediendo”.

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