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El papel del amor en las elecciones presidenciales
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El papel del amor en las elecciones presidenciales

Los vínculos afectivos de las precandidatas

JESÚS CERVANTES

El amor es uno de los temas que más nos atraviesan como seres humanos. Difícil es encontrar a una persona a quien alguna experiencia amorosa no haya marcado profundamente su existencia.

Aunque pareciera que el amor se encuentra en el campo de lo privado, casi todas las decisiones de la vida pública que tomamos están influenciadas por este tema, incluyendo la de elegir a quien presidirá un país. Además, nuestras relaciones afectivas están supeditadas a las representaciones sociales del amor, como en el cine, la música, la literatura, el teatro, las escenas de la vida cotidiana y, también, las campañas presidenciales.

Resulta necesario no limitar al amor como un sentimiento —comúnmente nacido de una atracción, tanto física como de personalidad, expresada y vivida de manera romántica con una persona en particular—, sino ampliarlo a un concepto construido socialmente a través del cual se nos ha enseñado a vincularnos afectivamente con individuos, cosas o ideas.

La vinculación amorosa que tenemos hacia los demás la hemos aprendido, desde la infancia, con el ejemplo de las parejas que solemos tener más a la mano: padres, abuelos, tíos o tutores, pero también a través de las artes y los medios de comunicación: películas, canciones, libros, telenovelas, programas de concursos, entre otros. Es ahí de donde adquirimos los significados del amor y las prácticas que este conlleva.

Las relaciones afectivas que tenemos con ideas o cosas —grupos musicales, equipos de futbol, ideologías, movimientos sociales o partidos políticos— son sumamente relevantes, puesto que determinan una gran cantidad de decisiones de nuestra vida cotidiana.

VÍNCULO AFECTIVO POLÍTICO

Dicho esto, para hablar de amor y elecciones presidenciales, se abren, sobre todo, dos posibles campos: el vínculo que se tiene hacia el partido político o la persona que contiende por un cargo público –precandidatas en el caso actual de México– y las formas como representan el amor de pareja esas aspirantes.

Respecto al primer campo, tiene que ver en gran medida con hacer a ese partido, coalición o precandidata parte de nuestra identidad. Por eso no es raro ver personas que defienden a la alianza Seguiremos Haciendo Historia (MORENA-PT-Verde) o a la alianza Fuerza y Corazón por México (PRI-PAN-PRD), o a sus precandidatas, Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez, como si de un familiar se tratase.

En cuanto a la representación del amor, una de las primeras preguntas que nos hicimos quienes estudiamos el fenómeno amoroso cuando se dieron a conocer las precandidatas fue ¿qué papel van a jugar las parejas de Claudia y Xóchitl? Tenemos más pistas sobre qué rol han jugado las compañeras de los candidatos hombres, pero, ¿será igual con las mujeres aspirantes a la presidencia?

Aunque todavía falten muchas semanas de precampaña y campaña, llama la atención el papel ausente de las parejas de ellas, en comparación con otras elecciones donde había candidatos hombres. Y no tiene que ver con la época, puesto que en la narrativa de la precampaña fugaz de Samuel García —hace apenas unas semanas—, Mariana, su esposa, jugaba un rol coprotagónico.

LAS PAREJAS DE XÓCHITL Y CLAUDIA

Xóchitl dijo desde sus primeras entrevistas que no estaba casada, ni legal ni religiosamente, con su pareja, el empresario Rubén Sánchez. Esta revelación resulta bastante interesante, puesto que va contra la narrativa tradicional en una campaña o precampaña presidencial. Además, llama mucho la atención que una integrante del Partido Acción Nacional diga orgullosa que vive en unión libre, ¿será que el PAN cada vez tiene más apertura a otras formas de organización amorosa que no coincidan con las de la Iglesia católica? ¿O será que está más desesperado que nunca en su historia?

Otra de las cosas que resaltan, y no, de la pareja de Xóchitl, es que no ha sido parte de su precampaña. Es poco común que el compañero de quien contiende por la gran silla no esté presente, sin embargo, en general es poco común que los hombres “acompañen” a las mujeres en sus carreras profesionales.

Aquí la pregunta debería ser ¿por qué no llama la atención que él no esté presente en la campaña de ella y sí llamaría la atención la ausencia de la esposa de un hombre que aspira a la presidencia?

En cuanto a Claudia, quien en los papeles es la precandidata de la izquierda, pareciera que busca construir una narrativa más tradicional: se casó una vez que había empezado su carrera por la presidencia y su esposo, el analista financiero José María Tarriba, ha estado medianamente presente en este proceso. Sin embargo, podría percibirse que ha sido una figura puesta con calzador en su precampaña y que no suma más allá de los memes sobre lo fría que parece ser su relación.

MANCUERNA POLÍTICA

En la historia de las elecciones, tanto en México como en otras partes del mundo, es común que las y los candidatos utilicen su vida amorosa para ganar votos. En el terreno internacional tenemos ejemplos como el de John y Jacqueline Kennedy, o Barack y Michelle Obama; en el nacional, el matrimonio de telenovela entre Enrique Peña Nieto y Angélica Rivera.

Hay otros que, incluso, han hecho mancuerna política expansionista como Juan Domingo y Evita Perón, o lo que en el terreno nacional pareciera que pretenden construir Samuel García y Mariana Rodríguez, o lo que Felipe Calderón y Margarita Zavala intentaron sin éxito en su momento.

¿Será que la diferencia entre las parejas que lograron expandir sus carreras políticas y las que no, radique en cómo contaron y cómo fue recibida su historia de amor por los votantes? Definitivamente es imposible hacer conclusiones tan determinantes, pero la forma en que se muestran los vínculos afectivos de un o una aspirante a un puesto público cada vez es más importante, y quienes están a cargo de las campañas deben atender de manera cuidadosa y prioritaria a este campo.

En conclusión, estas representaciones del amor en la vida pública —especialmente en las elecciones presidenciales— importan porque, por una parte, son reflejos parciales de las concepciones compartidas que tenemos sobre las relaciones y, a su vez, esas formas de pareja expuestas por las precandidatas son, también, generadoras de sentido o legitimadoras sociales que marcan una pauta en la regulación de la vida íntima.

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