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El Cavernario Galindo Jr

El Cavernario Galindo Jr.: memorias de un rudo legendario

La historia de un ex luchador lagunero que le ganó tres batallas a la muerte

El Cavernario Galindo Jr. en realidad se llama Gerardo Marentes Durán (Daniela Cervantes)

El Cavernario Galindo Jr. en realidad se llama Gerardo Marentes Durán (Daniela Cervantes)

DANIELA CERVANTES

"La grandeza de la eternidad obsesiona a los hombres. Y así nos preguntamos: ¿Reverberarán nuestras acciones a través de los siglos? ¿Oirá otra gente nuestros nombres mucho después de que muramos? ¿Se preguntarán quiénes éramos? ¿Con cuánto valor peleábamos? ¿Con qué ferocidad amamos?”, escribió Homero en La Ilíada y pienso si el ex luchador lagunero El Cavernario Galindo Jr. se pregunte lo mismo.

Estoy frente a él, en la atmósfera de su domicilio. Lo busco porque Arturo Zárate, presidente de la Comisión de Box y Lucha de Torreón me contó de sus hazañas: gladiador osado, rudo extremo y de carácter violento. Odiado, pero también muy querido por los aficionados del deporte del pancracio. Un luchador de la vieja escuela que compartió cuadrilátero con grandes gladiadores de la escena nacional de la época de los 90, tal como Mil Máscaras, Tinieblas, Aníbal, Octagón, Konnan y el Vampiro Canadiense.

Fue un rudo que enardecía a la gente (Cortesía)
Fue un rudo que enardecía a la gente (Cortesía)

El Cavernario Galindo Jr. en realidad se llama Gerardo Marentes Durán, hoy es un hombre de casi 70 años de edad que lleva 17 desprendido de los cuadriláteros. Hay que escribir: su despedida del ring no fue por decisión propia, más bien un infarto al corazón lo obligó a quitarse la armadura y a él no le quedó de otra más que aprender a vivir de sus recuerdos.

Él mismo me cuenta que el infarto ocurrió cuando, previó a un evento de lucha libre que se llevó a cabo en Puerto Rico, se suministró en exceso testosterona. La dosis le provocó que le “explotara” el corazón. Luego vinieron tres embolias que lo dejaron sobre la lona.

Dos veces lo han desahuciado, pero él con la rudeza que caracterizó a su Yo luchador se aferra a la vida. Por ahora no camina y tiene paralizada una mano. Lo que no se le debilita es su sonrisa, una mueca que perdura en la narración de sus hazañas.

Al principio de este texto cité a Homero, el poeta griego, porque quizá, alguien, en algún tiempo, se pregunte: ¿Quién fue El Cavernario Galindo Jr.? ¿Con cuánto valor peleaba? ¿Con qué ferocidad amaba?

Aquí, el mismo ex gladiador lagunero lo relata a este diario...

PRIMER CONTACTO

Gerardo Marentes Durán era un niño cuando, acarreado por la pasión que su madre sentía por la lucha libre, era ingresado a las arenas de manera clandestina. La mujer que le dio la vida se la ingeniaba para que su pequeño hijo cupiera en una bolsa de mandado y así poder meterlo de contrabando.

Ese, se puede escribir, es el origen de su futuro como luchador, porque, aunque primero intentó dedicarse al futbol y después al box, Gerardo no pudo desmarcarse de la magia que se desprende de la lucha libre mexicana, esa que por muchos años encantó a su madre y que a él lo catapultó hasta convertirlo en uno de los rudos más legendarios. 

Su hermana también fue luchadora, se llamó La Troyana y fue ella quién lo ayudó a registrarse como luchador profesional.

Antes de ser El Cavernario Galindo Jr, se desempeñó como el Latino, era técnico y usaba máscara. “Debuté como Latino en el 82, entrené con Héctor López, con Juan Flores la Sombra y con don Juan Espinoza el Halcón Suriano, ellos fueron mis tres maestros. Rápidamente despegué de aquí, mi debut fue en Mazatlán contra el Negro Casas y el Ángel blanco. Yo iba de pareja con Mano Negra”.

Antes de ser El Cavernario Galindo Jr, se desempeñó como el Latino, era técnico y usaba máscara (Cortesía)
Antes de ser El Cavernario Galindo Jr, se desempeñó como el Latino, era técnico y usaba máscara (Cortesía)

Un día, durante una contienda local, un rudo proveniente de la Ciudad de México no se presentó a luchar y Gerardo tuvo que entrarle al quite y cambiar de bando.

“Bajando del cuadrilátero luego luego me dijeron ‘usted no está pa’ ser técnico ni andar enmascarado, usted se tiene que quitar la máscara porque tiene una cara de méndigo que no puede con ella’”. Después de dos meses, Gerardo, aun siendo Latino, perdió la máscara, y lejos de debilitarse reforzó su verdadera personalidad de rudo. De técnico duró sólo tres meses.

“A mí me estorbaba la máscara. Creo que me fue mejor sin ella. Así le pasó a mucha gente. Recuerdo que muchos perdían la máscara y en vez de apagarse resurgían más fuerte. Entre ellos (por ejemplo) Sangre Chicana”.

EL CAMINO DE UN RUDO GLADIADOR

Gerardo Marentes Durán cimentó las bases de su carrera deportiva en la conocida como Sultana del Norte. Un tiempo fue parte de la Coliseo Monterrey, lo que ahora es el Consejo Mundial de Lucha Libre (CMLL), en donde comenzó a ganarse, curiosamente, el cariño de la gente. Y es que, por lo general, los rudos son odiados por los aficionados del pancracio. Él, sí, como todos los de esa esquina, enardecía al público, pero al mismo tiempo se ganaba sus aplausos.

“Los que me vieron luchar saben que era rudote a morir y que encendía a la gente. Desde que salía me empezaban a mentar la madre”, rememora.

Gracias a que su popularidad fue en aumento, por allá de la década de los 90, varias veces, el luchador lagunero acaparó espacios en las revistas más emblemáticas de lucha libre de México, tales como la Revista Nocaut, El Halcón y Combates.

Otro momento significativo de su paso por la lucha libre mexicana, fue cuando, por decisión propia, decidió mudarse a la empresa Monumental de Monterrey, ahí, después de 11 años, se despidió de su personaje Latino.

Tuvo una carrera de 26 años arriba del rig (Cortesía)
Tuvo una carrera de 26 años arriba del rig (Cortesía)

“Ahí me cambié el nombre de Latino porque, (también) iba a debutar Latin Lover”, recuerda que se lo sugirieron y él accedió. Asimismo aceptó heredar por parte de Rodolfo Galindo Ramírez, mundialmente conocido como El Cavernario Galindo, su nombre y convertirse en El Cavernario Galindo Jr. para rendirle un homenaje a uno de los grandes ídolos del pancracio mexicano.

Con ese nombre combatió por 15 años, hasta que, como ya se escribió, el exceso de esteroides le sepultó su carrera de luchador. Al final, este gladiador lagunero dedicó 26 años a la lucha libre, un deporte que por su trascendencia y popularidad es considerado patrimonio cultural en la Ciudad de México.

Y LA LUCHA SIGUE

Aunque Gerardo Marentes desde hace años se bajó del cuadrilátero sigue en lucha por recuperar su salud. Además del infarto, también ya libró tres embolias. Su problema dice, “es neuronal, se me murió una cuarta parte del cerebro y del corazón también nomás tengo la mitad”.

Su neurólogo se sorprende de la capacidad que tiene para recordar, pero, quizá, son esos, sus recuerdos, los que le procuran vida. Y es que, comparte, si volviera a nacer sin dudar volvería a ser luchador. “Te juro que si pudiera caminar, yo creo que todavía anduviera entrenando”.

Han pasado cinco meses desde que perdió la movilidad de sus piernas. Lo que no ha perdido es la fe. “Sé que volveré a caminar, yo nunca me he derrotado”.

Al pedirle que describiera en tres palabras a El Cavernario Galindo Jr,, compartió: rudo, leal y querendón. ¿Y a Gerardo?, se le preguntó: “muy sensible. Arriba del ring era un méndigo, pero cuando bajaba era todo lo contrario”.

Por ello, en su camino como luchador tejió grandes amistades que aún son parte de su vida. Más que los trofeos, la fama o el dinero, el haber hecho esas relaciones, comparte, es el mayor logro que alcanzó como gladiador profesional, y en la vida, mencionó, sus hijos representan su consagración.

Tuvo 10 con cuatro diferentes mujeres y con todos, dice, mantiene una buena relación. Susana Magallanes, su actual pareja, lo describe como una persona muy humana y un papá presente. Porque eso de ser rudo sólo lo reservaba para el cuadrilátero, abajo, con los suyos, Gerardo es otra cosa, es un hombre que después de torear a la muerte tres veces, ya se enfoca en el verdadero significado de la vida; uno, que sabe, no se encuentra en la superficie.

Lo que no se le debilita es su sonrisa, una mueca que perdura en la narración de sus hazañas (Daniela Cervantes)
Lo que no se le debilita es su sonrisa, una mueca que perdura en la narración de sus hazañas (Daniela Cervantes)

El ex luchador relató que cuando le dio el infarto, experimentó el salirse de su cuerpo; así, dijo, pudo acceder a la verdadera esencia de su ser. “Fue una experiencia muy rara, muy espiritual, me dolió, pero fue hermoso, ahí me di cuenta de muchas cosas, de todo lo que pensaba que era yo, pero que no era verdad”.

Ahora es un hombre apegado a Dios que no repara en mostrar sus sentimientos, durante la charla se le quiebra la voz, no de tristeza, sino de emoción, porque manifiesta sentirse pleno. “Necesita morirse uno en vida para entender lo que en verdad es eso, la vida”.

Con las estampas de sus recuerdos esparcidas en los sillones de la casa que habita, Gerardo no pierde su sonrisa y se muestra entusiasta para enfrentar de dos a tres caídas sin límite de tiempo lo que le reserva la vida.

“Sí, ya han sido muchos golpes, pero...lo bailado quién me lo quita”, remata Gerardo, El Cavernario Galindo Jr., un rudo legendario del pancracio mexicano.

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