Columnas la Laguna

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

El padre Arsilio estaba confesando a una de sus feligresas. La interrogó: "¿Le eres fiel a tu marido?". "Sí, padre -respondió ella-. Con bastante frecuencia". Gastonito era un yuppie de vida desbaratada. (Eso de yuppie viene de la expresión young urban professional, joven profesionista citadino que con el mismo esmero cuida su aspecto físico y su manera de vestir). A Gastonito sus amigos lo apodaban "El papayo", porque su padre tenía un cargo en el Gobierno, y cuando iba a otorgar un contrato -sin licitación, según el uso actual, diferente a todos los anteriores- Gastonito hacía acto de presencia y le decía a su progenitor: "Papá, yo". El muchacho era adicto a la cartografía, o sea a las cartas. Su especialidad era el póquer. También gustaba del vino y de las damas. Cierto día le comentó a un amigo: "Mi padre dice que me dará medio millón de pesos si renuncio a mis malos hábitos. Pero si renuncio a mis malos hábitos ¿pa' qué chingaos me servirán los 500 mil pesos?". Ocho años de matrimonio tenían ya esos casados sin encargar familia. Todas las noches se esforzaban por tenerla, y a veces hasta dos esfuerzos hacían. Un médico les sugirió que recurrieran al método de inseminación artificial, y los citó para tal día y tal hora a fin de llevar a cabo el procedimiento. Puntuales llegaron los esposos. El facultativo le pidió al marido que esperara en la antesala, y seguidamente condujo a la mujer al interior del consultorio. Pasó un buen rato y la señora no aparecía. El hombre, entonces, decidió entrar a la sala de consulta. Lo que vio lo desconcertó extremadamente. El galeno estaba celebrando con su esposa -la del hombre, no la del galeno- el acto propio de la generación. "Perdóneme, doctor -le dijo-. Desde luego usted está muy estudiado, y sabe de estas cosas mucho más que yo, pero la verdad es que el método que está utilizando no me parece nada artificial". Antes de que se conociera la renuncia de Santiago Nieto a la Unidad de Inteligencia Financiera escribí en este espacio acerca de la presencia de Emilio Lozoya Austin, testigo protegido del Gobierno, en un restorán de lujo, lo cual irritó a AMLO en tal manera que el tal testigo fue a dar a la cárcel. Dije: ". Esperemos que la boda de Santiago Nieto no haya molestado en la misma forma al Jefe Máximo, pues entonces el titular de la UIF se verá en apuros.". Mi pluma fue profética; el funcionario se vio en la precisión de renunciar. Pienso que si en vez de casarse en Antigua hubiera hecho la boda en la cochera de  su casa; si en vez de champaña hubiese ofrecido a la concurrencia aguas de limón, jamaica y tamarindo, y si en vez de invitar al director de El Universal hubiera invitado a quien dirige La Jornada, no habría sucedido lo que sucedió. En el fondo -y también en la superficie- AMLO es un puritano, y no tolera que nadie se aparte ni siquiera un jeme de sus fundamentalismos. (Un jeme es la distancia que media desde la punta del dedo pulgar a la del índice, separados ambos dedos lo más posible). En la invitación a Ealy Ortiz el tabasqueño debe haber visto un acto de traición, y en el asunto de los dólares una acción corrupta. Para colmo, todo esto coincidió con la visita de AMLO a Nueva York, y no podía él soslayar tal acontecimiento en los términos de su constante prédica sobre la corrupción y la austeridad republicana. Comenté con un amigo lo sucedido. Dije: "Lo que son las cosas. Se casa Nieto, y un par de días después pierde el trabajo". Mi amigo meneó tristemente la cabeza y respondió en tono filosófico: "¡Cuánta razón tiene la sabiduría popular! Las desgracias nunca vienen solas". FIN.

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