Este año que está por terminar ha traído retos particularmente importantes para nuestra región lagunera, más allá de los límites de la zona urbana metropolitana.
Los temas torales en la discusión pública transcurrieron entre la crisis por desabasto de agua potable y el proyecto de Agua Saludable para La Laguna; la eternización del arranque del Metrobús en La Laguna de Coahuila; procesos electorales; la reactivación económica, especialmente de eventos masivos y el regreso a las aulas presenciales; y en las últimas semanas, el presupuesto federal para el próximo año y su impacto para el desarrollo local esperado; entre otros.
Al centro de todos ellos, la vida de las personas que habitamos la metrópoli. Nuestro empleo, la educación, las enfermedades y la capacidad de atenderlas, los tiempos libres y el espacio donde podemos disfrutarlos, las posibilidades e imposibilidades de ser y estar en esta ciudad-región.
Poco a poco, en las discusiones va permeando de manera más contundente la necesidad de una perspectiva integral para la solución de estas y otras problemáticas -todas urgentes de resolver- y un enfoque metropolitano. Digamos que la ciudad es una silla, y mientras sigamos tratando de dividir los esfuerzos municipalmente, cada pata tendrá una forma y tamaño distinto. Al final, acabamos sentados sobre un mueble que a cada rato nos hará caer.
En La Laguna conocemos los alcances de la participación de la sociedad en la política, la salud, la atención a las comunidades y grupos más vulnerables. La metropolización de nuestra ciudad ha sido también una bandera que más de treinta organizaciones de la sociedad civil, de perfiles y vocaciones diversas, compartimos en el único ánimo de promover y construir colaborativamente un modelo de gobernanza que permita la participación sustantiva de todos los sectores de la comunidad en la planeación y gestión del territorio urbano, su interacción con el rural y las zonas protegidas, así como cada aspecto de la convivencia en la ciudad, para dar viabilidad de largo plazo a la vida aquí, pero además para permitirnos que esa vida sea disfrutable, y no sólo llevadera.
Planear la ciudad a largo plazo es un tema técnico de desarrollo, pero sobretodo es un asunto social de justicia para la disminución de las brechas de desigualdad, y con ello la construcción de comunidades seguras y una cultura de paz.
