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Una mujer moderna

M.C. MIRTEA ELIZABETH ACUÑA CEPEDA

En esta ocasión, mi artículo versa, sobre mi abuela materna Sofía Méndez Galindo, orgullosa de ser su nieta, (por parte de su hija Juliana) ya que es parte de la cultura que viví en mi hogar, a diferencia de muchas otras mujeres que se desarrollaron muy diferente desde que el mundo es mundo.

La mayoría de las mujeres que participaron en la Revolución han permanecido en el anonimato, una de aquellas mujeres fue Sofía Méndez Galindo. Ella fue una de las telefonistas en Saltillo, Coah., cuyas tareas servían a la inteligencia militar y, la importancia de su labor radica en que sin la información que lograban obtener, no habrían podido ganarse muchas de las batallas; por ello, aunque sin estruendos, su contribución resultó invaluable para el triunfo revolucionario.

Claro que esto puede afirmarse en el caso de tantas y tantas mujeres que permanecen invisibles para la historia, quizá, su memoria esté atesorada entre los muros de las historias familiares. Entre las primeras tareas de Sofía como telefonista, estaba la de recibir las llamadas locales, nacionales o del extranjero, y darles paso al destinatario, mediante la correspondiente inserción de las clavijas; conforme avanzaba en la jerarquía laboral, aunque seguía siendo operadora, su trabajo como telefonista tomó una índole administrativa, en 1910, ya era jefa de telefonistas, cargo que le permitió apoyar a los revolucionarios, entre ellos su padre Enedino Méndez, que se había unido a los primeros grupos que luchaban por la democracia, él participó en la toma de Cd. Juárez, Chih., en mayo de 1911, "sin importarle dar la vida".

Una mujer de la talla de Sofía, hija de tal padre y que también estaba de acuerdo con las ideas democráticas, no podía ser ni hacer menos que apoyar el movimiento iniciado por Madero; asimismo, debe anotarse que las telefonistas que estaban bajo su jefatura también eran familiares de los revolucionarios; entre otras su hermana Teresa Méndez y Petrita Dávila Flores. Desde su posición de telefonista apoyó a los revolucionarios hasta 1916, cuando se retiró de la compañía telefónica, porque contrajo matrimonio con Jesús Cepeda Flores.

Ella había trabajado desde los 12, por lo que difícilmente aceptaría una posición tradicional en el hogar. Desde el inicio de su vida como esposa y madre, ya que su esposo, viudo, tenía una hija de 1 año, se hizo cargo no sólo de la pequeña, sino que tomó en sus manos la producción lechera, mientras que su esposo continuó dedicándose a la producción agrícola: triguera y frutícola, asimismo, le enviaba el forraje para el ganado lechero.

Esta decisión no fue tanto porque él lo quisiera, sino más bien porque, según lo que Sofía platicaba a sus hijas, ella "se había acostumbrado a ser independiente", por lo mismo, las aconsejaba que estudiaran y trabajaran para desarrollarse como personas y tener su propio dinero, así estarían en posibilidades de resolver mejor las situaciones con que se tropezaran en su vida.

Su negocio de ordeña más que de traspatio, se podría considerar semi-especializado, pues tenía de 10 a 12 vacas en producción y otras preñadas, a las primeras se las ordeñaba en la mañana y en la tarde, con un rendimiento 15 litros por vaca en promedio; uno de sus hijos decía que eran vacas que "daban hasta 18 litros y sin salvado". Esto implicaba tener varios trabajadores bajo su mando, para el manejo de los animales, la venta de la leche que actualmente se denomina "bronca" y la elaboración de los productos lácteos.

Cuando faltaba un trabajador, ella misma, sus hijas e hijos alimentaban y ordeñaban las vacas. Sofía tuvo dos hijos y tres hijas, que sumaban seis con la pequeña que recibió al casarse. Siempre se preocupó por su educación y formación, opinaba que ni los hombres ni las mujeres deberían contraer matrimonio hasta que hubiesen terminado una carrera profesional y estuviesen preparados para formar un hogar.

Resultado de dicha preocupación es que sólo uno de sus hijos no terminó una carrera, por dedicarse a la agricultura; todas las mujeres estudiaron y en distintos momentos ejercieron trabajos remunerados: Normal Superior, Escuela mercantil , Enfermería, quisiera destacar a Juliana, quien cursó Química, segunda generación de la hoy Universidad de Coahuila, una carrera considerada masculina; ella, Graciela Dávila, Ofelia Garza Cepeda (primas entre sí) y Rita fueron las primeras mujeres que la cursaron en Coahuila.

Sofía padeció la enfermedad de Parkinson, trastorno neurodegenerativo que incapacita lentamente, entonces sin un tratamiento adecuado, quizá aceleró el proceso del Parkinson, la muerte del mayor de sus hijos varones en 1952, de 33 años. La enfermedad se la llevó al sepulcro, el 18 de julio de 1955, Sofía tenía casi 67 años.

[email protected], responsable publicación Dra. Liliana Acuña Cepeda.

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