Espectáculos Taylor Swift Helena Rojo Fuerza Regida Gina Montes Famosos

Quiero palomitas

Sonidos de Libertad

HUGO J. CASTRO

El cine nos permite soñar, entretenernos, mirar realidades que pueden estar ocultas para nosotros y un sinfín de situaciones que como público podemos aceptar o no. Se le llama conceder licencias a lo que hemos visto.  Este es un elemento para considerar por parte de los directores y sobre todo los escritores, quienes buscarán hacer creíble aquello que puede estar lejos de la realidad o bien solo es una ficción. Hasta aquí el público se compromete a sentarse en su butaca y ver lo que pasa frente a sus ojos. 

Pero a últimas fechas parece que tanto las grandes productoras como aquellas de manera independiente tratan de hacer nuevas tácticas para que el público consuma sus contenidos. Por ello el marketing no va solo a la promoción, sino a las mercancías, a que aparezcan en los productos más populares, estén presenten en toda la ciudad y en el internet, con campañas agresivas o bien segmentadas para que las personas no solo sepan su nombre, sino que les nazca el interés por ir a verla.

En últimas fechas y gracias al marketing digital, se ha retomado un método generado hace más de cien años llamado Método AIDA, propuesto por Elias St. Elmo Lewis, "con el propósito inicial de optimizar las llamadas de ventas y todas las interacciones que se dan en ellas", explica el blog de la firma publicista Zendesk.

El nombre AIDA es un acrónimo de Atención, Interés, Deseo y Acción, es decir se llama la atención al público con un dato que no conocía, para generar un interés sobre el tema y su trascendencia en sus propias dinámica, posteriormente se lleva al consumidor a desear o conseguir el producto o saber cómo puede tratar de mejorar esa problemática, para que al final el mismo publicista mande una llamada a la acción, para que el consumidor decida comprar, apoyar o tomar la decisión de involucrarse e involucrar a los demás.

Esto es precisamente Sonidos de Libertad, película producida por Eduardo Verastegui y dirigida por el mexicano Alejandro Monteverde. Esta pareja ya ha realizado otras dos películas Bella (2006) y Little Boy (2015)) y ahora traen a la pantalla una historia basada en hechos reales sobre el problema del tráfico sexual infantil, que lo propicia las élites sociales de Estados Unidos y que encuentran en Latinoamérica el campo de explotación más grande. 

Hasta aquí parece un tema importante, pero de pronto vemos que existen fallas en dirección y en el guion, el cual se basó en solo meter con calzador la frase "los niños de Dios no están a la venta", que luego se vuelve hasta en un mantra. Desgraciadamente está historia está llena de sesgos, y de subtextos por demás obvios y hasta predecibles, el agente "Tim Ballard" (un Jim Caviezel que ya no soltará sus expresiones faciales de Jesús en su carrera) es rubio, tiene una familia numerosa en donde se plasma la idea de que tengas todos los hijos que Dios te mande (es decir no puede entrar ni el tema de planificación familiar ni mucho menos otras ideas progres), al rescatar a un niño lo lleva a la "libertad" en un establecimiento de "Hamburguesas Americanas".

La incursión en la historia del personaje de Eduardo Verastegui es lo menos lógico y hasta forzado, porque es un James Bond combinado con Bruce Wayne y un poco de aspiración que tienen todos los mirreyes de nuestro país, triunfar en los negocios en Estados Unidos y no perder la capacidad de ser aventurero casi como "Chucho El Roto".

Por eso el interés de parte de Verastegui que esta película sea más un éxito viral que una toma de conciencia es lo que hace que este producto este dirigido a varias situaciones, primero la de promover los valores de la extrema derecha, los cuales tienen la convicción de que el tráfico de los niños va en contra de Dios, sin embargo, los casos de pederastas como algunos religiosos cristianos o como el caso de Jeffrey Epstein esos parece que no existen para estas personas.

El problema de la separación de los hijos latinos de sus padres puede hacer que el público norteamericano diga "oh no, cómo es posible", pero cuando lo hace Trump parece que es un pequeño mal necesario. Y así la delgada línea entre lo que está bien y mal se puede perder. Aquí el cuestionamiento ético se nulifica porque está por encima el rescatar a los niños, pero no atacar a las estructuras de consumo en donde está el origen de todo.

El gran problema es cuando esta producción realmente se convierte en una estrategia de marketing desde el inicio hasta el final, tratando de aplicar modelos tan dirigidos al público que, en el peor de los casos, los espectadores salen con la idea de que vio algo que le mueve el tapete y por tanto debe hacer algo.  Por ello el mensaje post-créditos nos deja ver que todo era solo para atraer a más público, con un discurso de hagamos el cambio juntos, y que al comprar lo que se te propone estás ayudando a esos pobres niños, cuando en realidad es a la productora. 

La película cae en lugares y sesgos comunes, quiere crear a un héroe es capaz de sacrificar su "pensión" que le darán en unos cuantos meses debido a una promesa y luego el gobierno estadounidense se le une en el cumplimiento de esta, lo cual en la vida real es complicado. 

El mensaje puede ser importante para una toma de conciencia del problema, pero es importante saber que el público no se le puede engañar, porque de lo contrario el mensaje se perderá al paso del tiempo y solo se tendrá como una anécdota de la temporada.  

Leer más de Espectáculos

Escrito en: Quiero palomitas

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Espectáculos

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 2228721

YouTube Facebook Twitter Instagram TikTok

elsiglo.mx