(RAMÓN SOTOMAYOR)
El actor Raúl Adalid está en Casa Mudéjar, pero decide salir a la calle para fumar un cigarrillo. Ha vuelto al terruño para impartir una plática sobre el oficio actoral y celebrar sus 40 años de carrera artística. Detiene el paso en la fachada de cantera, bajo las nubes que ocultan el atardecer. Un saco gris lo cubre del fresco, acciona el encendedor y el humo sale por su boca antes de dar paso a las palabras.
“De 1982 para acá ha sido una carrera muy fructífera, entre el teatro, el cine, más recientemente la televisión, pero lo que siempre ha sido una constante es el teatro”.
Tenacidad es la palabra que emplea para describir a su oficio. La experiencia le ha mostrado la complejidad para que un actor en México cumpla tales años de labor. Otro ingrediente el la perseverancia, torear la desesperación con la mejores faenas emocionales, saber qué hacer cuando asalta la inercia de tirar la toalla.
“Tienes momentos en que a veces no hay trabajo. Entonces, tienes que saber otras cosas. Yo hago mucha locución también, eso me ayuda. Pero a veces las vacas flacas…. en mi caso, bendito sea Dios, lo más que se llegaban a tardar eran dos o cuatro meses y el trabajo aparecía, pero siempre estaba la amenaza”.
Actualmente, Adalid trabaja en la publicación del segundo tomo de Vida de Actores, en el que hablará sobre sus encuentros con otros actores y creadores de arte. La necesidad de escribir se surgió mientras estudiaba actuación en Ciudad de México. Está casi seguro de que la edición correrá por su propia cuenta.
“Desde que llegó el llamado a los 17 años, en mí siempre hubo el gusto por la literatura. Quería una carrera de fuera la de actor y la de escritor, y encontré una carrera exacta: Literatura en Arte Dramático, en la UNAM. En esa carrera veías tanto la parte actoral, como también una la de escritor”.
Decidido a escribir, terminó por hacer reflexiones sobre su actividad actoral, de sus propias vivencias, un sello donde narrar la manera en que el actor observa a la vida. Sus textos no son teóricos ni académicos, se escriben en hojas de carne viva.
En este volumen, trabaja encuentros con grandes intérpretes como la primera actriz Helena Rojo, cuyos padres son originarios de Torreón. Otros personajes serán Blanca Guerra, Alejandro Camacho, José Carlos Ruiz, Jaime Humberto Hermosillo, Pilar Rioja, etcétera.
“Desgraciadamente al actor a veces no se le da el valor, porque se considera algo superfluo, por todo esto que se ha dado de programa de chismes. El actor es una profesión muy seria, muy comprometida, platicar realmente lo que es el actor, cómo trabaja, si la actuación es considerada arte. En este caso, yo lo considero un oficio muy artístico”.
Fiel a las ideas del teórico Konstantín Stanislavski, lo considera el padre absoluto de la profesión, pues fue el primero en preocuparse por investigar la escenografía interior del actor. “Sigue siendo muy vigente, porque es la escuela de la vivencia”.
