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Ramón Vargas, cuatro décadas sobre escenarios

El próximo 10 de septiembre subirá al escenario del Palacio de Bellas Artes, en Ciudad de México

Ramón Vargas, cuatro décadas sobre escenarios

Ramón Vargas, cuatro décadas sobre escenarios

SAÚL RODRÍGUEZ

La palabra con la que Ramón Vargas (Ciudad de México, 1960) aborda sus cuarenta años de trayectoria es “aprendizaje”. Lo tiene claro, su periplo por los escenarios ha sido todo un proceso. La música, el arte, la ópera, le siguen instruyendo como el primer día. Las salas, los teatros, son ese salón de clases donde la vida le ha brindado la oportunidad de exponer todo el fragor de su talento.

“La música nos da un montón de enseñanzas, entre otras, la de trabajar en conjunto, la de estar en armonía, la necesidad de estar en el mismo canal con las personas que te escuchan y con las que haces música”.

El maestro aparece en una videollamada y se disculpa por retrasarse debido a fallas con su conexión a Internet. El próximo 10 de septiembre subirá al escenario del Palacio de Bellas Artes, en Ciudad de México, para celebrar el 40 aniversario del debut del tenor en este importante recinto.

El evento es organizado por la Secretaría de Cultura del Gobierno de México y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), a través de la Compañía Nacional de Ópera. La lista de invitados especiales es encabezada por la soprano mexicana María Katzarava y los integrantes del Estudio de Ópera de Bellas Artes (proyecto que Vargas fundó). También se contará con el Coro y Orquesta del Palacio de Bellas Artes, la dirección coral de Luis Manuel Sánchez y la dirección Orquestal de Iván López-Reynoso.

Arias de las óperas más representativas para Ramón Vargas tendrán protagonismo en el programa de la Gala Ramón Vargas, 40 Aniversario: El rapto del serallo y Don Giovani de Mozart, Il viaggio a Reims y La Cenerentola de Rossini, La bohème de Puccini, L’elisir d’amore y Lucia de Lammermoor de Donizetti, Carmen de Bizet, I Lombardi, Il trovatore, Attila e I due foscari de Verdi, entre otras.

Vargas considera que la ópera es la expresión humana más ambiciosa que existe debido a la necesidad de música, texto, libreto, vestuario y demás requerimientos. Para el maestro es la reina de las artes escénicas, capaz de confrontar los vicios y virtudes del ser humano.

“La ópera nos enseña las realidades, las emociones humanas que no han cambiado. Casi todas las óperas están basadas en grandes novelas y nos enseñan y muestran cómo los seres humanos tienen nuestras mismas virtudes, nuestros mismos pecados, nuestras mismas necesidades y cómo debemos aprender de ello”.

Maestros

El primer contacto de Ramón Vargas con la música ocurrió gracias a la radio. De niño solía acercar su oído al aparato y deleitarse con las canciones de Pedro Infante, Javier Solís y Jorge Negrete. Él solía imitar sus cantos. Más tarde un vecino le preguntó si en su casa se cantaba ópera, porque la voz del pequeño Ramón resonaba en el barrio. El maestro dice que entonces no sabía de qué se trataba la ópera, pero buscó el género en la radio y cuando lo encontró lo abrazó a su ser y jamás lo soltó.

Más tarde inició estudios musicales en el Coro de Infantes de la Basílica de Guadalupe. Luego ingresó al Instituto Cardenal Miranda. Ganó el Concurso Nacional de Canto Carlo Morelli en 1982 y debutó en la ópera Lo Speziale de Haydn. En 1983 hizo su debut en el Palacio de Bellas Artes gracias al papel de Fenton, en Falstaff de Verdi, bajo la dirección del desaparecido maestro Eduardo Mata.

“Fue muy importante porque el maestro Mata era un músico a toda prueba. Era un gran músico, un gran director. Cuando canté con él Falstaff y después Don Giovanni, me llamó para hablar conmigo y me dijo: ‘Mire, Ramón, le voy a decir una cosa. Usted tiene un gran talento natural. Usted toma una frase y sabe qué hacer con ella, es muy notable. Pero ahora lo que tiene que hacer es entender por qué lo hace así y saber cómo hacer otras cosas de esa manera. Ese es su trabajo ahora, tiene que trabajar en ello’. Yo tenía 21 años, estaba muy chavito y le dije muchas gracias por su consejo”.

Otro maestro que marcó su carrera fue Antonio López, quien lo motivó para dedicarse a la música al aconsejarle estudiar canto con la mayor seriedad del mundo. La música en su grado más exigente no es un pasatiempo, es una profesión. El maestro López falleció hace algunos meses a la edad de 93 años.

“Él fue quien me motivó, me inició a escuchar la ópera, a escuchar a los cantantes que después fueron mis guías, como Giuseppe Di Stefano, como Franco Corelli, como Beniamino Gigli, cantantes del pasado que escuchaba, después Pavarotti. Eran mis ejemplos a seguir, pero en realidad quien me los ponía como ejemplo era el maestro Toño”.

Recinto

Vargas, quien ha pisado los principales escenario del mundo como el MET de Nueva York o La Scala de Milán, reconoce que el Palacio de Bellas Artes es un templo sagrado para todo aquel mexicano que se dedica a la ópera. Enclavado en pleno corazón de la capital mexicana, por su escenario han pasado los más grandes artistas del país y del mundo.

“Para nosotros los mexicanos es el centro de la cultura, del arte en México, y creo que eso es lo más importante. Aparte de ser un lugar emblemático para nosotros, es un lugar histórico porque por ahí pasaron las grandes estrellas de la ópera desde 1930 hasta últimamente. Cuando Europa estaba en guerra en los años cuarenta, los grandes cantantes venían a Estados Unidos y al Teatro Colón de Buenos Aires, y en medio estaba México. Todos los grandes artistas que venían al MET de Nueva York y se iban a Buenos Aires, pasaban por México y todos dejaron su huella en nuestro arte dramática. Y creo que eso es muy significativo”.

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Escrito en: Música Ramón Vargas

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