(JORGE MARTÍNEZ)
Noche de celebración en la Comarca Lagunera, de beatificación, de idolatría, pero de poca asistencia, quizá la peor que se haya registrado en un acto de reconocimiento a un par de jugadores legendarios, quienes ahora tienen inmortalizados sus nombres entre los "Guerreros de Honor".
Desde temprana hora, Juan Pablo Rodríguez y Vicente Matías Vuoso arribaron al estadio Corona, en su velada de consagración como nuevos miembros del olimpo santista, donde comparten nombres con quienes han impuesto sus propios récords en la institución albiverde. Alejandro Irarragorri, presidente de Grupo Orlegi, propietario del equipo, dio la bienvenida a los sonrientes exfutbolistas que volvieron a pisar ese inmueble donde encumbraron sus carreras, para acompañar al "Chato" y al "Toro" hasta el Auditorio Orlegi, donde brindaron palabras y vieron develarse sus fotografías en el muro de la inmortalidad que ostenta ese recinto.
El encargado de encabezar el "Ritual Guerrero" fue otra leyenda, Rodrigo "Pony" Ruiz, quien también tuvo un marco demasiado desangelado, muy poca gente en las tribunas, aunque el panorama mejoró conforme avanzaron los minutos. Mejoró en el colorido, pero no en lo deportivo, pues la visita tomó ventaja en el marcador y se dedicó a cuidarla durante el resto del primer lapso, que tuvo su dosis de polémica, con el VAR como protagonista y el árbitro como verdugo; increíblemente se agregaron una docena de minutos, pero los Rayos igual se fueron al descanso con ventaja en el marcador.
El momento esperado.
Llegó el momento esperado, al medio tiempo, Rodríguez y Vuoso bajaron a la cancha y los santistas más recalcitrantes aguantaron las ganas de ir al baño o de comprarse otra cheve, para aplaudir a sus ídolos, al tiempo que una banda musical ingresó al estadio, interpretando el legendario Himno del Santos Laguna. Se dirigieron todas miradas hacia la parte alta del estadio, donde enmarcados por fuegos pirotécnicos, los nombres de Juan Pablo Rodríguez y Matías Vuoso fueron destapados para quedar inmortalizados, ante los sonoros aplausos de los aficionados.
Fue ese el instante más emotivo de la noche y mejor hubiera sido que ahí se apagaran las luces, pues la catástrofe aconteció en la cancha, Necaxa metió el segundo, el tercero, el cuarto… ¡el quinto! Y mientras Eduardo Fentanes festejaba eufórico, los aficionados pasaban de la incredulidad a la furia. No pocos espectadores prefirieron buscar la puerta de salida muy temprano, tanto que ni siquiera se percataron del doblete de Harold Preciado, que sigue siendo luz en la oscuridad del cuadro albiverde, al que su gente despidió con gritos de "Fuera, fuera", destinados a su entrenador.
La noche terminó con un sabor verdaderamente amargo, con enojo de los santistas y un dejo de incertidumbre por lo que vendrá en el futuro cercano, pues una humillación de este tamaño, frente a los ojos del dueño del equipo, será muy difícil de olvidar.
