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La música, el vínculo entre la pantalla y el público

HUGO J. CASTRO

Cine y música han ido de la mano casi por necesidad. En primer momento fue por utilidad, el inmemorial piano que acompañó los momentos de acción, tensión y amor que se proyectaban en la pantalla. Luego se usó para seguir los largos traslados entre escenas evitando el silencio o el sonido ambiente que hace que nuestra acción se pierda en lo cotidiano. Y así llegamos hasta el encontrar como un subtexto más de estas historias, hasta convertirse en protagonista o dígame usted de que se acuerda más de Saturday Night Fever, la crisis que vivió el hermano cura y la familia de Tony Manero o las canciones de los Bee Gees que se usaron en varias secuencias y que ya son partes del “playlist” de millones de personas alrededor de mundo.

Y es que usar la canción perfecta para el momento exacto es un verdadero arte. El que tú puedas contar con una canción popular y la utilices para que forme parte del momento crucial de la historia, debe ser una decisión y hasta tener cierta sensibilidad para que realmente pueda funcionar, o de lo contrario será contraproducente, a pesar de todo el dinero que invertiste para obtener los derechos de uso de una canción famosa dentro de tu producción.

Todas las canciones, así como la música, que aparecen en una película o un programa de televisión, salvo que hayan sido escritas para estos, necesitan una licencia para que se pueda usar, pero a la vez tienen ciertas restricciones. Si en un momento dado no se pagaron estos derechos, los creadores pueden ser demandados y multados por diferentes asociaciones. Lo importante aquí es que las melodías que escuchamos tienen una razón de ser tanto para el creador como para los productores.

Pero además el elegir una canción popular y ponerla en la película, no te garantiza que obtengas el resultado deseado. Revise usted las últimas películas que se producen en nuestro país, en su mayoría se pondera que la canción es reconocida por el público, y se coloca en escenas que no emocionan, de ahí que en varias ocasiones haya una saturación de melodías que no le aportan nada a la historia, solo porque “estaba chida” y ya.

Cómo no recordar la saturación de canciones que nos regaló Suicide Squad, de David Ayer, que apenas iban 15 minutos de la película y ya la mitad de la banda sonora la usó solo para la presentación de cada personaje, convirtiendo esto en un innecesario recorrido musical sin pies ni cabeza.

En muchas ocasiones, los buenos directores pueden ofrecer grandes películas, secuencias bien logradas, pero también hacer que el público se involucre con los personajes y su historia, a través de la música. Posiblemente muchos tienen una imagen que guarda de sus películas favoritas, pero a la vez recuerda como sonaban estas. Por eso Sergio Leone hizo del Western no solo un género de cine, sino de ambientación y de música, de la mano del legendario músico italiano Ennio Morricone, por eso Hitchcock no sería el maestro del suspenso si no hubiera tenido a Bernard Hermann compositor de los estridentes “chillidos” de violines que acompaña la escena del baño en Psicosis, o tanto George Lucas y Steven Spielberg le deben parte de sus éxitos a un señor que tiene 91 años, aún sigue tocando y componiendo y aún se llama John Williams.

Pero también tenemos ejemplos de directores que han sabido rescatar canciones que las convirtieron en más clásicos o las rescataron de la sombra del olvido. Así tenemos a Stanley Kubrick que fue un genio al darle a la música clásica un lugar en sus secuencias. Desde famosas oberturas, valses, marchas y hasta melodías populares de diversos tiempos, por lo que la experiencia visual se complementa con los sonidos memorables.

Otro ejemplo es Quentin Tarantino, quien ha usado música tan distante del cuadrante comercial y se ha enfocado de traernos joyas que eran desconocidas. Lo mejor es que no está casado con un género o solo ciertos artistas, sino aquella que va de la mano del momento crucial. De hecho, él ha encontrado canciones en los lugares menos pensados, como en caso de la famosa instrumental The Lonely Shepherd, del flautista rumano Gheorghe Zamfir. Cuenta la leyenda que Tarantino estaba en un restaurante en algún lugar de México, en la radio se escucharon los nostálgicos sonidos de flauta de pan, cuando el director no dudo en buscar usarla para su siguiente proyecto llamado Kill Bill.

Hay que mencionar otro ejemplo muy particular, James Gunn. El director estadounidense que colocó un cómic poco valorado entre los seguidores de Marvel como Los Guardianes de la Galaxia, en gran medida por la música que ha usado desde la primera entrega hasta la tercera. Si bien es música con la cual creció “Star Lord”, la gran mayoría de las canciones las hemos escuchado y se han metido en nuestras vidas. Aquí el caso es que Gunn las ha elegido bien porque el rango de referencia musical va desde personas que vivieron en los 70’s, 80’s, 90’s y los 2000’s. Esto no es tan fácil debido a que los gustos son tan diversos que escoger una canción debe ser tan importante como en donde quiere el director poner la cámara o la luz.

En fin, ¿cuál es la canción con la que podría identificar la película de tu vida?

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