
Lolita de Rebollo, ha fallecido. (CORTESÍA)
“Me siento plena, sana y satisfecha con mi vida. Rodeada de la gran familia que junto con mi esposo construimos”, declaró años atrás doña María Dolores “Lolita” Mendoza, viuda de don José Rebollo Acosta, quien murió en 1996 y fue dos veces presidente municipal de Gómez Palacio.
Doña Lolita de Rebollo falleció este viernes a las 11:30 de la noche, a los 92 años de edad. Le sobreviven sus 10 hijos: Guadalupe, José Gerardo , María Dolores , Elvira, Magdalena, Francisco, María del Rocío, Lourdes, Ricardo y Carlos Rebollo Mendoza.
Será despedida en la Funeraria Serna, en Torreón, Coahuila en horario de 12:00 a las 18:00 horas. La Misa de Cuerpo Presente será a las 19:00 horas en la parroquia de la Sagrada Familia en Gómez Palacio.
¿QUIÉN FUE LOLITA Y QUÉ HIZO?
De acuerdo con el compendio “Letras de la Sabiduría, la otra parte de mi vida”, doña María Dolores Mendoza de Rebollo fue la mayor de cuatro hermanos. Dos mujeres y dos hombres. Se describía a sí misma como una persona que tuvo una niñez feliz, con unos padres muy enérgicos y estrictos. Originaria del pueblo de Jiménez, Chihuahua, creció en un ambiente tranquilo con una educación basada en el respeto y los valores de la fe católica.
Su padre fue agricultor por lo que creció en un rancho con árboles frutales que además tenía un enorme y frondoso Fresno cuyas ramas sostenían columpios de mecate. Cerca pasaba un río cuya agua regaba las hortalizas.
Se describió a sí misma como quien fue una joven seria, que pasaba algunas de sus tardes estudiando taquigrafía y mecanografía entre los dulces de leche quemada y las nieves de “Camacho” antes de conocer a su esposo, su único novio y posterior padre de sus 10 hijos.
Don José Rebollo, hijo de una familia de comerciantes que tenían una gran tienda había regresado de Chihuahua para ayudar a su padre enfermo del corazón y a su abuelo quien había sufrido los estragos de la Revolución Mexicana en su negocio.
Doña Lolita se casó con Pepe Rebollo en una iglesia llena de flores con un vestido de larga cola diseñado por el modisto de Torreón, Mario Pardo. La atención médica que requería su suegro, quien padecía del corazón, los llevó a vivir en Gómez Palacio, Durango, buscando estar cerca de Torreón donde recibía atención médica. En Gómez Palacio también asentaron el negocio familiar.
Fue después de que su esposo fue invitado directamente por el licenciado Carlos Madrazo, dirigente del Partido Revolucionario Institucional e impulsado por la Cámara de Comercio que Pepe Rebollo, siendo el candidato más joven y tras una lección interna en 1965 (mismo año en el que se realizaron las elecciones) fue electo presidente municipal de Gómez Palacio.
“A mi suegra no le gustaba la idea de que su hijo fuera político pero tuvo que resignarse”, contó Lolita alguna vez, quien confesó que ella se sentía confundida y temerosa para integrarse a la responsabilidades que debe llevar la esposa de un presidente municipal. Teniendo entonces seis hijos y otro en camino pidió el consejo del arzobispo de Durango, don Antonio López, quien contundentemente le dijo: “Dios te está poniendo las condiciones para hacer un apostolado. Piensa en toda esa gente humilde que necesita que la escuchen, que la apoyen porque a veces los políticos piden su voto y después se olvidan de ellos. Dios te va a iluminar para que tú y tu esposo puedan desempeñar bien la encomienda que les han dado”.
Doña Lolita recordó haber pedido a Dios en ese tiempo: “Señor, dame unos ojos como los tuyos que no juzguen. Señor, dame un poco de tus oídos para escuchar a esa gente que nadie oye. Señor, dame unas manos para ayudar a la gente que verdaderamente lo necesite”.
Así, doña Lolita quedó entonces al frente de lo que entonces era el Instituto Nacional de Protección a la Infancia en Gómez Palacio, que era la institución que antecedió al Sistema DIF.
INQUIETUD DE AYUDAR
En ese tiempo ella salía con su marido a recorrer el centro y las pocas colonias que para percatarse que en las calles se quedaban parejas de adultos mayores que sus hijos no los recibían en sus hogares, algunos dormían en la plaza principal, en el parque de Santa Rosa, respaldados en alguna pared o afuera de un comercio.
“Ver eso me despertó la inquietud o necesidad de ayudar a los adultos mayores, no podíamos construirles un hogar pero en las instalaciones del DIF Municipal, en el bulevar Miguel Alemán, el equipo de trabajo y yo empezamos a reunir a los adultos mayores para apoyarlos y a darles pláticas de salud y motivacionales; animarlos y darles otra calidad de vida con la idea de que todos, jóvenes y no tan jóvenes, podíamos aprender mucho de ellos, de su experiencia de su sabiduría”, aseguró Lolita.
Los recorridos que hacían los llevaron a identificar las necesidades de muchas de las colonias populares y barrios de Gómez Palacio donde había grandes carencias y donde había muchas madres trabajadoras.
“Mi esposo y yo visitamos todas las colonias populares para enterarnos de los problemas de la gente. Entramos a unos sitios totalmente insalubres que carecían de todos los servicios. Había una colonia llamada Francisco Zarco conocida como Trincheras, ahí instalamos un dispensario y medicina gratuita para atender a toda esa gente necesitada y un comedor para los desayunos de los niños”, recordó.
Ya con 10 hijos a su cuidado, con grandes responsabilidades en el servicio público, también doña Lolita se dio tiempo de cuidar con amor a su suegra, quien por esos años se enfermó y murió.
En 1988 cuando su esposo nuevamente ganó la Presidencia Municipal se hizo cargo del ahora denominado DIF Municipal de Gómez Palacio.
“Lo primero que hice fue revisar el internado de niños y niñas que es manejado por el DIF. Me causó un gran asombro y a la vez desilusión las condiciones deplorables en que se encontraba el lugar: las camas desvencijadas, los colchones raídos y sin sábanas, las toallas desgarradas. Tal fue el impacto que me sentí insegura por la responsabilidad que esto implicaba. Reuní a todo el personal y hablé con ellos. Les hice ver la importancia del trabajo que todos esos niños fueron confiados al cuidado de nosotros porque sus mamás tenían que trabajar y que no era justo en las circunstancias que se encontraban las instalaciones?, argumentó doña Lolita.
Tras lo anterior ella se comunicó con el entonces gobernador del estado, José Ramírez Gamero para que enviara a alguien a revisar las condiciones en las que estaba el internado. También solicitó la presencia de un notario para que diera Fe de todos los artículos que estaban inservibles para su reemplazo.
Más tarde también implementó el Club del Adolescente donde personal médico y voluntario daba pláticas y actividades a jóvenes de secundarias y preparatorias.
Al tener Gómez Palacio más de 100 ejidos, era difícil llevar los desayunos escolares a cada uno de ellos por lo cual doña Lolita involucró a las madres de familia con trabajo voluntario a quienes a través del DIF que ella presidía enviaban comestibles para que ellas mismas prepararan los alimentos al tiempo que una trabajadora social supervisaba que se cumpliera el objetivo.
Durante el tiempo en que se desempeñó como presidenta honoraria del DIF Municipal de Gómez Palacio se acondicionó un local en pleno centro de la ciudad, en una casa ubicada enfrente de la plaza y los viernes albergaban a los adultos mayores para que tuvieran momentos de esparcimiento. Se invitaba con frecuencia a la banda municipal para que interpretara melodías de su época, también se les mostraba a las mujeres manualidades y jugaban a la lotería. Se disfrutaba de juegos de mesa y algunos otros espectáculos de entretenimiento funcionando así como Casa Club de la Tercera Edad. A doña Lolita se le conoció además por ser fundadora del Programa de la Tercera Edad en Gómez Palacio, por lo cual recibió un homenaje hace años.
“Siempre he pensado que las personas mayores aún tenemos mucho que dar. Queremos sentirnos útiles y activos en nuestra sociedad; ser participativos en las acciones de la comunidad. Dicen que nunca es tarde para aprender y yo agregaría que tampoco es tarde para vivir con alegría y amor a Dios”, dijo doña Lolita, viuda de Rebollo.
María Dolores Mendoza de Rebollo, a sus 92 años de edad, tenía ya más de 30 nietos y otros tantos bisnietos aseguró hace un tiempo: “Me siento plena, sana y satisfecha con mi vida. Rodeada de la gran familia que junto con mi esposo construimos. Todos unidos y solidarios entre nosotros y con la gente que más lo necesita. Así los educamos y ellos han sabido y querido continuar por esa línea. El apostolado que todos debemos llevar hasta el final es el de propagar la ayuda al más necesitado sin esperar nada a cambio”. Q.E.P.D.