El terror es uno de los géneros cinematográficos que ha evolucionado a lo largo de su historia, en gran medida por la posibilidad de jugar con el uso y hasta abuso de aquello que llamamos el mal, llevando a los espectadores a experimentar actos que difícilmente seriamos testigos de manera voluntaria, así como la idea de que, a través de estas historias, en el fondo hay una reflexión sobre la ética dentro de la sociedad actual.
En la actualidad las películas de terror que estamos consumiendo manejan fórmulas muy gastadas con elementos predecibles, en el pasado diversos directores se atrevieron a romper las ataduras que imponían lo que se podía o no contar, los códigos que indicaban que presentar y que no. Por ello el terror luego de ser algo que venía del exterior (las invasiones de seres fuera de este mundo), o se representaba por medio de lo grotesco (todos los monstruos de Universal), irrumpió en el espacio de la fe y que aterrizaría en la niñez.
La presencia de la fuerza maligna llamada diabólica (en total confrontación a la idea de la bondad y la fe en Dios) llegó con fuerza en el cine de los 70's. Posiblemente la obra mejor lograda en este tema sea El Exorcista, película basada en la novela del mismo nombre de William Peter Blatty y que dirigió el gran William Friedkin. Si bien The Omen (La Profecía) y The Possession (La Posesión), tiene como protagonista al demonio, estas películas fueron realizadas posteriormente al éxito de El Exorcista.
Su estreno en Estados Unidos fue el 26 de diciembre de 1973 (y en nuestro país el 19 de diciembre de 1974), por lo que llegará a sus 50 años. Y más que una restauración, el estudio de Warner Bros. quiso celebrar con la cuarta entrega de esta franquicia llamada El Exorcista: El Creyente.
Pero esta apuesta, que también tiene como plan reactivar dicho universo cinematográfico completando una trilogía, se enfoca a darle una desempolvada a la historia de "Reagan MacNeil" introduciendo de nueva cuenta el tema de la posesión demoniaca pero ahora en dos niñas, pero que por momentos recuerdan más a personajes y tramas de El Conjuro o Háblame, más que del tema principal de la película de Friendkin: las dudas de la fe.
Y sí tienen sus momentos de sorpresa y tensión que busca el salto en el asiento del espectador, el grito y el susto, el rechazo y la repulsión por las imágenes que el director ha decidido presentar. Pero se enfoca más en ahondar los temas de la falta de fe, no por una postura consiente y que tendría que ser una expresión de la postura posmoderna y cínica que nos acompaña en la actualidad, sino el recurso de pierdo mi fe porque murió un ser querido, y con ello responsabilizando a Dios de mi enojo.
Si bien en la película de 1973 la transformación y eventos violentos provocados o no hacia "Reagan" y su madre "Chris", son en gran medida las escenas más impactantes, el hilo conductor de la película es cuestionar en qué se está creyendo, si es solo por un compromiso personal, por una consecuencia de circunstancias o bien por algo que se llama libertad pero que se mete en una contradicción. De ahí que la presencia del demonio sea la del que engaña, que hace que la duda cimbre las bases de nuestras creencias y a través del desasosiego nos confrontemos a solo un ámbito de nuestro vivir, sino de nuestra misma persona, haciendo que aquello que pensaríamos imposible se puede dar.
Es cierto, los contextos son diferentes, así como la capacidad de sorprendernos a los asistentes al cine, pero la construcción de la experiencia del ver el rostro del mal, no el de "Reagan" poseída, sino ese rostro pintado de blanco y labios rojos que se inserta en varias partes de la película original, hacen que nos enfrentemos a una idea profunda del miedo y del cuestionarnos sobre nuestra experiencia en lo que creemos.
Además de que la pequeña Linda Blair de solo 13 años realizó la interpretación de su vida, Ellen Burstyn (en el papel de la madre de "Reagan", "Chris MacNeil"), Max Von Sydow (el padre "Lankester Merrin", quien hará el exorcismo) y Jason Miller (el sacerdote "Demian Karras", quien vive una fuerte crisis de fe) hicieron que este relato terrorífico en la pantalla y fuera de ella (debido a varios incidentes que generaron hasta la historia de una maldición) se convirtiera en la mejor película de terror de todos los tiempos.
Por ello no era fácil estar a la altura con esta nueva entrega, a pesar del cameo de doña Ellen Burstyn y que el tema de retornar la presencia maligna que aterrorizó a todo el mundo hace 50 años, sean suficientes, ya que la construcción de la historia se cae por diversas inconsistencias en el guion, los motivos van por el lado del sentimiento y no de un cuestionamiento frente a la experiencia del mal. Si bien trastoca la idea de que el demonio se instala en dos pequeñas adolescentes, se quedó corto en varios aspectos.
A pesar del tiempo, es muy difícil olvidar a aquella niña que tuvo una experiencia que ni la ciencia pudo solucionar, y que solo pudo regresar a su vida normal cuando un sacerdote sin fe toma la decisión del sacrificio. El Exorcista no envejece porque su historia aun deja inquieto a más de uno.