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Cuando la Navidad se vuelve gris

Ya sea por precariedad económica, problemas familiares o expectativas sociales, muchas personas caen en depresión en esta temporada, pero se pueden desarrollar herramientas emocionales para salir adelante.

Imagen: Adobe Stock

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MARIMAR CENTENO

Esta temporada navideña es de crisis mundial, no solamente económica, sino también social, educativa y emocional. Las situaciones pospandemia incrementan la depresión y la ansiedad en la población, presentando desafíos que no se pueden dejar pasar desapercibidos.

Las fiestas decembrinas se caracterizan por expectativas sociales que promueven la unión familiar, la alegría y el consumismo por igual. La mercadotenia, que manipula las emociones humanas, invade todos los medios de comunicación y las vías públicas, despertando el deseo de obtener productos aunque estén fuera del alcance económico de la familia. Así, hay quienes se endeudan o gastan el aguinaldo antes de recibirlo para sentir una falsa ilusión de bienestar.

La felicidad suele confundirse fácilmente con el placer instantáneo, pero no es algo que se alcanza de inmediato al cumplir un deseo material. La subida de dopamina que activa la adquisición de un producto, genera una sensación muy agradable, pero regularmente la emoción es pasajera; entonces llega nuevamente la insatisfacción u otro deseo a través del cual se buscará replicar esos momentos breves de recompensa.

DETONANTES

Desafortunadamente, en nuestro país hay comunidades que no cuentan con los servicios básicos necesarios. La desigualdad social no les permite tener una blanca Navidad.

El desempleo derivado del cierre de algunas empresas por la crisis económica, e incluso por la introducción de inteligencias artificiales en los centros laborales, es un factor importante que activa la depresión más allá del decaimiento estacional.

Pero además de los ingresos económicos, una de las realidades vigentes en la actualidad es la prevalencia de familias muy disfuncionales, donde la comunicación es mala o nula y donde hay adultos que crecieron con heridas que no se han permitido sanar.

También hay personas que han vivido abusos por parte de algún familiar y, como en muchos casos, todos a su alrededor deciden callar para no romper con la aparente armonía en las fechas donde la víctima tiene que convivir con la parte agresora. Es común que existan esos secretos y es por eso que hay quienes prefieren no asistir a las reuniones, evitando a aquellos que les hicieron daño tanto físico como psicológico. Ese distanciamiento a veces genera enojo en los integrantes que no saben el motivo real del alejamiento. Por otra parte, cabe destacar que los que sí saben y aun así deciden callar, son parte del problema al actuar como si nada hubiera pasado.

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Las reuniones familiares son especialmente difíciles para quienes han sufrido algún tipo de abuso por parte de uno de los integrantes, por lo que es comprensible que prefieran aislarse. Imagen: Adobe Stock

Otro factor depresor es la comparación que se hace al observar las redes sociales de usuarios con poder adquisitivo, quienes tienen una vida aparentemente ideal. Lo que muestran es inalcanzable para la mayoría de la población: viajes ostentosos, regalos caros, marcas exclusivas. Sin embargo, es necesario recordar que eso no es sinónimo de bienestar y que muchas veces se trata de una pantalla que no es real; varias de esas personas se endeudan para encontrar validación hipotecando su salario por meses.

La precariedad en la salud mental en esta temporada es un fenómeno que se presenta en todas las clases sociales, ya sea por falta de solvencia económica, relaciones familiares dañadas o el querer aparentar algún estatus o falsa felicidad para tener validación por parte de cierto sector de la población. Por ello hay quienes experimentan sentimientos de frustración y tristeza si no cumplen con lo que la sociedad demanda.

Sea cual sea el motivo, en esta época se incrementa la sensación de soledad en muchos individuos. Enfrascarse en esa emoción ha llevado a algunos al suicidio, pues piensan irracionalmente que siempre se sentirán así y que su situación no cambiará.

RECOMENDACIONES

Aunque sean momentos de malestar y de mucha tristeza para algunos, hay que mantener aunque sea una mínima dosis de esperanza, porque todo pasa, nada es permanente y podemos elegir creer con fuerza que en algún momento el ritmo de la vida funcionará a nuestro favor. Mientras eso sucede, es importante hacer lo que esté al alcance de nosotros para mejorar, no permitir que la mente sea hogar de los pensamientos intrusivos que nos generan malestar y aprender a tolerar la frustración y las emociones incómodas.

Mientras la crisis pasa, se puede hacer una caja de herramientas emocionales. Un primer paso es deshacerse del estigma hacia la medicación, porque cuando hay sensación de desesperanza es urgente confiar en la ciencia y regular los químicos del cerebro. Hay fármacos que ayudan a estabilizar las emociones, gracias a lo cual se pueden ver con claridad y con una mayor objetividad las circunstancias que se están atravesando. También es recomendable tener al menos dos números de emergencia, alguien de confianza que pueda acompañarnos en momentos de crisis, o bien, buscar ayuda profesional.

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Es importante no engancharse con las vidas ideales que muestran las redes sociales, pues dan pie a comparaciones irreales. Imagen: Unsplash/ Erik Lucatero

La salud mental es prioridad más allá de las forzadas convivencias familiares. El autocuidado es importante y depende de nosotros activar la fuerza vital. Una opción es salir a caminar, pues el movimiento físico produce endorfinas y estas ayudan a contrarrestar la tristeza de forma natural. Dejar de pensar en lo que no se tiene y buscar opciones para salir adelante es otro enfoque útil. Un ejercicio efectivo es aprender a ver a la mente como una semilla que está germinando, y cada día elegir conscientemente nutrirla con pensamientos que ayuden a generar paz y esperanza.

HACERSE RESPONSABLE

Hay una gran responsabilidad social hacia las personas más vulnerables. Tenemos que ver a la otredad, estar atentos y practicar la empatía hacia los que más lo necesitan, promover su crecimiento personal y profesional tanto como lo permitan nuestras posibilidades y recordarles que si han atravesado situaciones adversas significa que son resilientes.

La felicidad, como cualquier otra emoción, es pasajera, pero puede extenderse si nos enfocamos en recordar los aprendizajes de cada experiencia. Cuando se aprende algo hay crecimiento; la fuerza se desarrolla al elegir centrarse en los obstáculos que se han superado.

Siempre habrá alguien dispuesto a brindar acompañamiento durante las crisis. Es importante pedir ayuda profesional si se considera necesario. En la Escuela de Psicología de la Universidad Autónoma de Coahuila hay un centro de atención psicológica para las personas vulnerables. Es de cuota voluntaria y el servicio es brindado por profesionales en salud mental con cédula de posgrado.

Darse permiso de sanar lo que ha lastimado en el pasado, eligiendo sabiamente los pensamientos a los que se les da atención, y recordar que después de las profundas tristezas y la desesperación viene la calma, permite aprender que la vida tiene sus propios ritmos, como las estaciones del año.

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