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Populismo autocrático

CLAUDIO PENSO

Nerón fue emperador de Roma a los 16 años. En su entorno más íntimo, Agripina y Séneca, la madre y el preceptor, deseaban derrocarlo.

¿Cómo gobernó? Practicó un populismo autocrático parecido al de su tío Calígula.

Persiguió a los cristianos, a quienes acusó de ser los autores del incendio de Roma. Era muy desconfiado y cualquier mínimo gesto lo consideraba una amenaza.

En las representaciones teatrales, hacía ejecutar a los espectadores que consideraba que no habían aplaudido con suficiente entusiasmo.

Al igual que el dictador romano, quienes ejercen esta forma de liderazgo, ven en cada colaborador a un posible conspirador. Escamotean su confianza y jamás la entregan por completo.

Quienes ejercen el populismo, parecen liderar pensando en el bien común, pero es sólo un espejismo. Usan la aceptación colectiva como una táctica de captación de voluntades. Luego gobiernan pensando en sí mismos. Los demás son sólo medios no fines.

El liderazgo populista es autocrático, además tiene un talón de Aquiles y es su narcisismo. Actúa con verdadera adicción al halago y genera actitudes obsecuentes.

Ejecutan con sus críticas lapidarias a quienes no aplauden sus ideas y evitan la discrepancia.

Recuerdo una empresa de consumo masivo, líder en su categoría. El director general ejercía este estilo de liderazgo, disfrazado de glamour. Jamás se preocupó por el negocio, sino que toda su estrategia estaba orientada al lanzamiento y exhibición de productos. Eran una prolongación de su ego. Luego de perder varios millones de dólares por años de ausencia de control de gestión, la empresa decidió enviar una auditoría de su casa matriz. Los auditores fueron enviados a un circuito construido para impactarlos. Los informes, los puntos de venta, cada cosa que auditaron, estaba virtualmente enmascarada.

¿Cómo era posible que el negocio local perdiera tanto, si las cosas se hacían tan bien?

Alguien dijo que cuando actuamos lo hacemos, no teniendo en cuenta cómo son los otros, sino cómo somos nosotros. Nuestras actitudes son autorreferenciales aunque no lo sepamos, porque el otro somos nosotros.

Los líderes populistas basan su engaño en el discurso. Son hábiles oradores, mentirosos sutiles que utilizan su psicopatía para sostener una realidad paralela. Por esto pueden prolongarse en el poder durante bastante tiempo.

Dilapidan los recursos con su arrogancia porque el resultado no les importa. Probablemente una de las consecuencias más nefastas, es que aniquilan la creatividad de los que permanecen a su lado.

Cuando ha pasado el tiempo, quienes han sido víctimas despiertan de un largo letargo y comienzan a preguntarse cómo han estado ahí, sin rebelarse. Quizá permanecían adormecidos por un poderoso narcótico: la apatía.

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