(ÉRICK SOTOMAYOR)
Arturo Gilio Quintero ha crecido en un mundo influenciado por la fiesta brava. Su papá, matador de toros, empresario taurino y ganadero, le inculcó no solo el respeto, sino el amor y la disciplina por el arte de lidiar toros.
Desde niño, el ahora joven de 21 años decidió elegir el camino de la tauromaquia y ha tenido un resultado prolífico a base de entrega y constancia que se ha visto en diversas plazas de toros en México.
En los pocos meses que van de este 2022, Arturo triunfó con sus novilladas en León, Juriquilla, la Monumental Plaza de Toros México y recientemente con una encerrona con cuatro novillos en la plaza Alberto Balderas, en Ciudad Lerdo, donde se vendieron todas las entradas para verlo en el ruedo. Ésta última fiesta brava concluyó con una faena que lo hizo salir a hombros del recinto, con cuatro orejas, un rabo y un indulto.
Ahora, luego de ese encuentro de muchas emociones y en los últimos días de su estancia en México antes de regresar a seguir preparándose en Sevilla, España, Arturo Gilio habla de su vida dedicada a la tauromaquia.
¿Recuerdas cómo fue la primera vez que toreaste?
Sí, claro. Tendría como ocho, nueve años en el rancho de mi papá, pero lo hice como un poco para ver cómo era. Me gustaba siempre ir a los toros, pero nunca pensé dedicarme al cien por ciento. Recuerdo que era una becerrita muy chiquita con la que toreé ahí.
¿No pensaste que te ibas a dedicar a eso?
No, en aquel momento no. Me gustaban mucho todos los deportes y yo lo veía como algo más, como un entretenimiento más. Seguí jugando al fútbol, pero nunca se me pasó por la cabeza dedicarme a ser torero
… ¿y en qué momento fue que dijiste: “esto quiero”?
A los trece años hubo un festejo para la Escuela Taurina del Coliseo Centenario. Echaron ahí toros más grandes para los más avanzados y los más chicos para los menos avanzados. Ahí toreé un becerro. Sentí algo que no había sentido con ninguna otra cosa, esa adrenalina, ese miedo de superación no lo había sentido con ninguna otra cosa y ahí tomé la decisión de empezar a entrenar. Digo, más o menos sabía torear pero muy, muy poco, no sabía agarrar el capote ni la muleta y más o menos a esa edad fue cuando ya me lo tomé más en serio y me puse a entrenar.
¿Cómo te preparas para esto?
Mucha preparación tanto física como mental. Me gusta correr, me gusta hacer frontón, me gustan los ejercicios funcionales, ir al gimnasio y algo fundamental que es el toreo de salón, que es donde se pule la técnica. Tienes el capote y la muleta en la mano y es lo más parecido a estar delante de un toro y eso es a lo que más le dedico tiempo.
Y luego hay que trabajar muy bien la mente. Es una profesión de muchas satisfacciones, pero al final te estás jugando la vida, estás arriesgando la vida y tienes que tener la mente muy fría para todo lo que se venga.
¿Esperabas salir a hombros de la plaza Alberto Balderas en Lerdo?
Sí…bueno, es con la disposición con la que va uno. Dependes también de los toros, pero la verdad que sí, vengo ya de un inicio de año muy bueno. Empecé en la ciudad de León, después en Juriquilla, después un triunfo en la Plaza México, que es la plaza más importante de América y ahora refrendarlo ante la afición de La Laguna, ante mi gente, la verdad que muy contento.
¿Te hubiera gustado que fuera en otro lugar?
No. Yo creo que es una plaza en donde he sentido ese cariño, ese apoyo desde siempre. He tenido la suerte de torear ya algunas veces ahí, no pensé en otra plaza. Claro está que me gustaría torear en el Coliseo, aquí en Torreón, pero espero pronto poder hacerlo.
En todo lo que rodea la fiesta brava hay muchas supersticiones, ¿tú llevas a cabo algún ritual?
Sí hay muchas supersticiones, pero yo en lo personal no tengo, o no creo que tenga tantas. Se dice de no poner la montera en la cama, que el color amarillo… En lo personal no lo hago. Lo que sí es que sí sigo un ritual, sobre todo a la hora de vestirme, de cambiarme cuando voy a la plaza de toros. Cuando salgo de la habitación del hotel, salgo con el pie derecho, igual cuando entro a la plaza, entro con el pie derecho.
Eres alguien que cree en la preparación del cuerpo y de la mente. Te tocó vivir la pandemia y eso llevó a muchos a tener problemas relacionados con la salud mental, ¿a ti te afectó de alguna manera?
Sí, como a todo el mundo. Yo toreaba en la plaza de toros de Sevilla, que es una de las plazas más importantes del mundo, estaba hablado para torear en otras plazas muy importantes y me afectó porque iba a ser una temporada muy importante para toda mi carrera y para mi vida en lo personal.
Luego, pues había que verle las cosas de la mejor manera y tuve la suerte de prepararme muchísimo en las ganaderías. Esa es otra forma de prepararse los toreros, que sea en el campo, a puerta cerrada, privado. En mi caso, pues fueron toros. Prácticamente todos los toros que no se podían lidiar en las plazas durante la pandemia, pues se echaron a puerta cerrada. Entonces tuve la suerte de prepararme a lo mejor con ochenta toros a puerta cerrada y eso hizo que evolucionara mucho tanto mentalmente como técnicamente.
¿Mentalmente cómo te cuidas?
Trato siempre de estar preparado, viendo muchos videos de toros, tener la mente tranquila, disfrutar mi profesión. Un poco vivir por y para el toro, que de eso se trata, uno tiene que entregarle el cuerpo y el alma al toro, él te entrega su vida y qué mejor que uno mismo también le entregue la suya.
¿Cómo sentiste esta encerrona y que haya significado que terminó una etapa más en tu carrera?
Era una fecha muy importante, de muchísimo compromiso. Fueron cuatro toros para mí solo, eso exige muchísima preparación y me siento muy contento. Porque además prácticamente se acabaron los boletos y eso hizo que hubiera mucha responsabilidad. La gente quería verme, quería ver lo que había hecho en la Plaza México, querían ver mi evolución y creo que así lo demostré. Traté de darlo todo, de entregarme al público, de entregarme al toro. Y la verdad que pude expresar lo que yo siento, lo que he evolucionado y estoy contento de haber salido con cuatro orejas, un rabo y un indulto de ese día.
¿Y te sientes satisfecho?
No, quedan muchísimas cosas por lograr. Tengo que seguir evolucionando mucho día tras día. Esto no es nada para lo que yo quiero llegar a ser, sé que me quedan muchísimas cosas por hacer y estoy contento del resultado que he tenido sobre todo en este inicio de año, era fundamental para todo lo que se viene en mi carrera.
En una entrevista de 2016 decías que cuando estabas frente al toro sentías “miedo, adrenalina, alegría y una emoción que no sentías con nada más”, a la fecha, ¿ha cambiado algo de eso?
Claro que está ese miedo, hay que aprender a superarlo, a vivir con él, pero nunca se quita. Bueno, en lo personal a mí no se me quita, siempre está ahí, y es lo difícil de esta profesión, controlar ese miedo para poder expresar ese arte, todo ese arte que llevas dentro. Y sí, también muchísima alegría, muchísima adrenalina, muchísimas sensaciones que se viven en prácticamente 20-25 minutos que dura el toro en el ruedo.
¿Y ahora qué sigue para ti?
Toreo una novillada más aquí y yo creo que, no me gusta decirlo, pero sería de mis últimas novilladas en México. Me regreso a España a mediados de marzo para continuar con mi carrera. Tengo cuatro años haciendo mi carrera allá y busco tratar de torear en plazas importantes de ahí y después pensar en una alternativa a finales de año o principios del próximo y volver aquí como matador de toros.
