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Crónica

Son rescatados por la fe en la casa Cristo Vive de Lerdo

Moran hombres y mujeres que manifiestan haber salido de los vicios gracias a la palabra de Dios

La Asociación Cristo Vive, es una casa de rescate de adictos que lleva 14 años operando en La Laguna, específicamente en Lerdo, Durango. (EL SIGLO DE TORREÓN)

La Asociación Cristo Vive, es una casa de rescate de adictos que lleva 14 años operando en La Laguna, específicamente en Lerdo, Durango. (EL SIGLO DE TORREÓN)

DANIELA CERVANTES

En el centro de Lerdo existe una casa que rompe con lo tradicionalmente visual. En sus paredes se proyectan dibujos religiosos coloridos y la frase "Cristo Vive" se impone en la fachada. No alcanzo a llamar al portón, dos jóvenes lo abren antes. Cargan una hielera y portan camisetas con la misma leyenda que se percibe en la morada. "Dios te bendiga" parece ser el saludo que me otorgan. Les sonrío.

Antes de que pueda soltar una palabra, uno de ellos me aborda. Dice que estaba enterado de mi visita. "Si usted es el medio, le pido de corazón que hable sobre el poder de Dios. Al adicto nadie lo quiere. Sólo lo quiere Jesús".

Dice que el cristal casi lo deja loco. Se considera un rescatado. Mientras carga de un lado la hielera que contiene los pays que sale a vender junto con otro compañero para el sostén del lugar, habitado por poco más de 100 exadictos (entre hombres y mujeres), me encarga mucho que relate cómo él salió de las tinieblas. Antes era un drogadicto, ahora, un entusiasta de la palabra de Dios. "De verdad, se lo pido de corazón. Jesús transforma vidas".

Sospecho que detrás del cubrebocas me sonríe porque sus ojos se achican. Se aleja antes de que pueda preguntarle su nombre. Ya me esperan en la puerta, me indican que cubra de gel mis manos y una serie de "Dios te bendiga" comienza a lloverme a donde apunte la vista. Estoy adentro de la Asociación Cristo Vive, una casa de rescate de adictos que lleva 14 años operando en La Laguna.

HISTORIA

Seguramente los han visto. Venden pays (y burritos los fines de semana) por algunas calles de Gómez Palacio y Lerdo. Hablan de Dios y de cómo este comercio los mantiene a ellos y a sus demás compañeros con los que viven en la casa de rescate. Hacen énfasis en eso, lo de ellos es un hogar, no un centro de rehabilitación ni un anexo. El concepto que mejor los define, dicen, es el de familia.

Christian Iván Borgon Gómez, es el pastor y director del lugar. Una figura que los exadictos ven como inspiración. Con él entablo la primera conversación, me ofrece asiento en el espacio dónde las familias conviven, martes y domingo, con quienes en algún momento de sus vidas se engancharon de alguna droga. Hay color en las paredes y se percibe mucha limpieza. Uno de los rescatados pasea el trapeador en el área. El aseo y el orden son parte de los protocolos del lugar.

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Con lo que parece ser una Biblia entre las manos, Borgón Gómez enfatiza que él echó a perder su juventud, se perdió en las drogas de los 14 a los 18 años. Marijuana, cocaína, resistol y pastillas psicotrópicas, estaban en el menú de su perdición.

A los 15 años ya era papá y contabilizaba un fracaso matrimonial. También a esa edad, su cuerpo le pasó la factura de sus adicciones en forma de convulsiones. "Lamentablemente mi vida estaba destruida. Llegué a esta casa de rescate, pero en Saltillo". Fue testigo de cómo algunos amigos del barrio con los que se juntaba comenzaron a transformar sus vidas en ese lugar. Alentado por ellos, el joven Christian tocó a la puerta de la primera casa de rescate de Cristo Vive, que cómo ya se mencionó, se erigió en la ciudad de Saltillo.

Carlos A. Pacheco es el hombre que fundó la asociación en 1999. Su historia también es la de un adicto que fue, en sus palabras, rescatado por las bondades de Dios.

"Recuerdo que después de haber intentado cambiar mi vida con psicólogos, curanderos, consejos de familiares y aún con mi propia fuerza de voluntad, no obtuve resultado permanente. Fue hasta que empecé a asistir a una iglesia en donde se ama a Dios sinceramente, cuando por fin Dios me hizo libre. Comprendí que mi problema era el pecado, después de haberme arrepentido de todo corazón, Dios me perdonó. Entendí, acepté y creí que gracias al sacrificio de Cristo en la cruz del calvario, hoy puedo decir con toda seguridad ¡Soy una criatura nueva, lavada con la sangre de Jesucristo!", se puede leer en un folleto que contiene información y fotografías sobre la asociación. Una imagen de Pacheco con su familia ilustra el testimonio antes compartido.

Según su página web oficial, actualmente existen 30 casas de rescate y 11 Iglesias ligadas a esta asociación civil coahuilense en 17 estados de la República Mexicana y una en Brasil. Sólo en la casa de rescate Cristo Vive Saltillo, se informa, han ayudado durante 22 años a más de 74 mil personas.

En La Laguna solamente se ubica una, esta, en la que Christian Iván y yo dialogamos, y que él lidera. "Nosotros tenemos 14 años, la casa de rescate empezó en Gómez Palacio en la colonia 5 de Mayo. Gracias a Dios empezamos a crecer y nos cambiamos aquí. Ahorita es el único en La Laguna, en San Pedro ya hay una iglesia, y se está acondicionando una vivienda para abrir una casa de rescate".

Manifiesta que hasta la fecha han podido atender a más de 10 mil personas (entre familias y adictos) que han llegado a la casa de rescate. Cabe mencionar que la ayuda es gratuita y atienden a todo tipo de personas que buscan una solución. Aparte de la asistencia, también facilitan alimento diario sin costo alguno. En el folleto, el dato es que ofrecen gratuitamente más de 3 mil platillos de comida por semana.

TRANSFORMANDO VIDAS

Su programa llamado Transformando vidas, me explican, consiste en un trato humanitario que se centra en la raíz del problema dando como solución el recuperar en ellos, los adictos, los valores morales y espirituales como el amor, el respeto a los padres, esposa e hijos así como también a las autoridades, amor a la patria y sobre todo el amor a Dios. El objetivo es reintegrarlos a su familia y a la sociedad.

"Nuestro programa es un programa de fe. Estamos fundamentados en la palabra de Dios, no tenemos psicología, u otro tipo de terapia, más que la Biblia".

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El pastor dice que en la casa nadie está contra de su voluntad. "Cada persona que llega aquí, llega voluntariamente. Aquí no hay ninguna persona que esté a la fuerza, no hay puertas cerradas. Bajo mi experiencia, sabemos que cuando la persona quiere cambiar, que ya está cansado de la vida que lleva y viene con un corazón dispuesto, Dios hace la obra en su vida. Yo llegué así, llegué cansado, con mi juventud echándose a perder, fui a la casa de rescate y ahí Dios empezó a transformar mi vida, empezó a hacer milagros conmigo".

Aparte de acompañar y ayudar al adicto, el pastor refiere que el cobijo también lo dan a la familia que padece indirectamente la adicción. Por eso explica que una cosa es la casa de rescate y otra la iglesia. "En la iglesia atendemos a las personas que de alguna manera fueron afectadas indirectamente. Tristemente vemos que los adictos causan un daño a su entorno social. La iglesia se compone de familias que han sido transformadas también por el poder de Dios".

Su columna vertebral es la fe, en ella, dice Christian, es donde el adicto encuentra una tabla de salvación. En su caso, expresa que luego de acudir con el corazón abierto a la casa de rescate de Saltillo, jamás volvió a recaer en las adicciones. "Empecé a aceptar la fe, yo no conocía nada de Dios, nada de la palabra, yo acepté la fe en mi corazón, acepté a Cristo como Señor y Salvador, y nuestro pastor Carlos Pacheco, que es el fundador, nos empezó a enseñar con la biblia, a enseñarnos que Dios tenía un plan y un propósito para nuestras vidas, que él podía enseñarnos y de ahí nos empezaron a instruir. En Saltillo hay un instituto bíblico, y ahí empezamos a aprender".

Indica que él tiene un certificado que lo avala como pastor, aunque reconoce que actualmente los nuevos pastores adquieren una documentación más formal. "La preparación está en lo teórico que es lo que se enseña de la Biblia y también en la práctica, el estar saliendo a las calles a transmitir el mensaje y realizando alguna actividad para el fondo de la casa de rescate, para seguir ayudando a la gente gratuitamente. El objetivo principal es transmitir el mensaje a las personas".

¿Cuánto cuesta mantener una casa de este tipo por año?, pregunto. "La verdad yo no me meto en los números. Hemos confiado que Dios siempre nos ha ayudado, la mayor parte de las aportaciones que llegan aquí son donaciones".

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Actualmente el 80 por ciento de los inquilinos son hombres y el resto mujeres. El habitante más joven tiene 13 años de edad y llegó por una adicción al cristal. Según una nota de la reportera Angélica Sandoval de esta casa editorial, en los últimos seis años y medio el consumo de esta droga subió drásticamente en la región Lagunera de Coahuila. Se informa que de enero a agosto de este año el 63.37 por ciento del total de pacientes atendidos en el Centro de Integración Juvenil (CIJ) de Torreón refirieron utilizar esta droga.

"Desde 2015, el director del centro, Rafael Mora Garza, alertó sobre la evolución en términos de consumo del cristal. En ese año, el registro era de apenas 1.8 por ciento del total de pacientes que manifestaron el uso de esta droga. En 2016 brincó a 17 por ciento; en 2017 se registró un 24 por ciento; en 2018 el reporte fue del 32 por ciento; mientras que 2019 cerró con un 48 por ciento; y 2020 siguió la tendencia al alza, con un 55 por ciento. Esto significa que en los últimos seis años y ocho meses el consumo en la región se incrementó 34 veces más", se lee en la nota publicada en octubre de este año.

Cabe mencionar que esta droga es sumamente potente y muy barata. Además crea una alta adición y afecta el sistema nervioso central. El grupo de edad más afectado por el cristal es de los 18 a 25 años.

Sí, Borgon Gómez sabe que el tema del cristal es un problema muy latente y grave, pero manifiesta que hay esperanza, comparte, que ellos, los rescatados, son el ejemplo de que los milagros existen.

RECORRIDO

Con cámara en mano se hace un recorrido por el lugar, en el que percibo, la rutina está muy definida. Todos, en grupos o en solitario saben bien lo que tiene qué hacer. Mientras unos lavan los trastes que se usaron durante el almuerzo, otros estudian la biblia y unos más trabajan en la limpieza. A donde volteo, todos están realizando algo.

En los dormitorios hay literas, y en una parte de la casa duermen los hombres y en otro las mujeres, que en ese momento observan atentas la televisión en su cuarto. El pastor me explica que las que tienen hijos duermen aparte. Él también vive ahí con su esposa e hijos quienes, asimismo, se involucran en las actividades diarias. "Mi familia y yo vivimos en esta parte", reitera mientras abre una puerta, "tengo tres hijos, el mayor tiene 22 años, la del medio 17 años, y una más chica de 9 años".

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Seguimos caminando. Al entrar al espacio que funciona como comedor, el sonido de música religiosa hace que el director de la casa hable más fuerte. Como dicen que el trabajo dignifica, todos los inquilinos tienen sus funciones. "Tratamos de que todas las personas que están aquí, en su momento puedan ser útiles en algo, porque una de las cosas que nos pasa cuando estamos afuera es que sentimos que no servimos para nada, que de plano nuestra vida no tiene ningún propósito. Por eso cuando la persona llega aquí, tratamos de que encuentre algo que le guste hacer, o que descubra alguna habilidad que posea".

Los que tienen más tiempo encaminan a los nuevos, y así se forma una red de apoyo. Tienen un reglamento y pocas veces, este es el motivo del por qué algunas personas desisten de entrar. "Es un porcentaje mínimo el que decide irse después de saber el reglamento, esas personas que dicen que no, son las que realmente no quieren cambiar".

En el recorrido me llama la atención dos hombres que le dan vueltas a un árbol mientras leen en voz alta algunos pasajes de la biblia. No se inmutan con mi presencia, ni con el movimiento que se genera al solicitar al pastor junte un grupo de rehabilitados para sacar una fotografía. Diez hombres llegan armados con cubrebocas para posar ante la cámara. Fueron adictos, tocaron fondo, pero hoy están ahí, manifestando que la fe los recató de los abismos.

UN AMOR QUE LO LIBERÓ DE LAS DROGAS

Antes lo conocían como el Chino y hacía vida en las calles. Fue esclavo de la droga desde los 11 años. "Vivía en una familia donde había problemas, había golpes, había maltratos, insultos, había daños físicos, espirituales. Mi papá era adicto, fue adicto desde su juventud, todos mis hermanos eran adictos, y era una vida muy miserable, una vida muy perdida crecí y mi vida se fue hundiendo más en la droga".

Hace nueve años Víctor Manuel Rodríguez Delgado, expresa, encontró una familia en Cristo Vive. "Encontré unos padres espirituales, que es el pastor, su esposa, sus hijos. Encontré el amor de Dios en este lugar y el amor de Dios me empezó a transformar, a sanar mi corazón".

Un 30 de diciembre a la 1:30 de la madrugada, Víctor llamó a la puerta de la casa de rescate, estaba completamente drogado y abandonado. "Ya sabía que había un lugar donde me podían ayudar, ya andaba buscando ayuda porque ya estaba cansado de la vida que llevaba, de los problemas".

Refiere que ahora tiene un corazón nuevo. "Del tiempo que tengo aquí no he tenido recaídas, aquí me ido formando como un discípulo. Dios puso un llamado en mi vida, encontré el destino, encontré el propósito, sé que tengo propósitos, tomé los valores, los principios que un día había perdido que son los de la palabra".

Tiene 43 años y hace tres años se casó, ahí mismo, en la casa de rescate. Su ahora esposa también llegó por problemas de adicción, pero hoy están juntos, están limpios y cien por ciento enfocados en servir a Dios. "Somos un matrimonio y estamos haciendo la voluntad de Dios, ahora tenemos un llamado, una visión que cumplir como matrimonio".

El hombre de ojos rasgados finaliza la charla comentando: "somos una familia, no somos un anexo, no somos un grupo, somos una familia donde el amor de Dios está transformando las vidas".

UN LLAMADO ATENDIDO

Con 19 años de edad, adentro de una celda y con estragos de droga dentro de su cuerpo, Mario Humberto Ríos Domínguez le clamó a Dios que lo ayudara. Se rindió. Esa fue la última vez que cayó en la cárcel (antes ya había estado ocho veces). Días después un hombre tocó a la puerta de la casa donde vivía, le habló de la palabra de Dios. "Hay un lugar donde el amor de Dios puede cambiar tu vida" y Mario decidió creer.

Llegó un viernes a la casa de rescate, ese día se llevó a cabo una oración en el auditorio. Lo que observó Mario fue algo inusual para él: hombres rudos con tatuajes hasta en el rostro clamaban a Dios hincados, llorando, desconsolados. Él se unió al rezo y a su manera, le suplicó a Dios que cambiara su vida. "Esa oración fue contestada al instante porque recuerdo que el siguiente día desperté y en mi vida había ganas de vivir, ganas de salir adelante".

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Ahora tiene 22 años, se casó hace dos años y tiene dos hijos. Duró cinco años perdido con el cristal, se recuerda vagando en las calles, robando para seguir consumiendo, pero hoy está transformado. "Dice en segunda de Corintios 5:17 de modo si uno está en Cristo, una nueva criatura es, las cosas viejas ya pasaron y aquí todas son hechas nuevas. Si alguno llega a conocer a Jesús se convierte en una persona nueva, una persona completamente transformada, dice, y todas las cosas son hechas nuevas".

Cuando llegó, recuerda que esa fue la palabra que lo cautivó. "Me hizo entender que a partir de que había llegado aquí, Dios me daba la oportunidad de ser una persona diferente".

¿Te consideras un hombre pleno?, cuestiono. "La verdad sí, la verdad estoy feliz, contento".

EL INTEGRANTE QUE DECIDIÓ SANAR

Expresa que él no eligió a Dios, sino que Dios lo eligió a él. "Me llamo Christián Gerardo Gallardo Jaime y estoy sirviendo a Dios", es lo primero que me dice cuando le digo que prenderé la grabadora.

Con su padre ausente, su mamá en la cárcel y sus hermanos en el DIF, las drogas encontraron un acceso fácil a su vida. "Tenía resentimiento en mi corazón e iba creciendo como un joven sin camino, sin dirección".

Recuerda que era 10 de octubre y que estaba lloviendo cuando se presentó en la casa que ahora habita. Tiempo antes, por un folleto que cayó en sus manos se enteró que en ese lugar transformaban vidas. "Yo pude ver el amor de Dios en las personas que me recibieron". Tiene 18 años y confiesa que antes sólo quería morirse, ahora trabaja porque su sueño es, un día, ser el pastor de una casa de rescate. Por ahora se lanza a las calles a difundir el mensaje.

"Dios hizo un milagro en mi vida, ahora tengo un plan, un deseo: un día ser un pastor, director de una casa de rescate, aquí en este lugar me están formando para el día de mañana que Dios me confíe una esposa, que me envíen abrir una casa de rescate, una iglesia, y seguir ayudando a la gente como lo hicieron conmigo".

Christián sabe que su destino desfiló por una línea muy delgada entre seguir consumiéndose en las drogas o retomar las riendas de su vida. Dice que fue la fe, y no otra cosa, lo que lo rescató.

Tal vez la mayoría de la población no los entienda, que otra los ignore, e incluso una parte más los rechace. Pero cuando hablan de Dios un fuego les enciende el rostro. Son entusiastas de su palabra. Antes estaban perdidos en las drogas, pero hoy, algo muy profundo dentro de ellos les inyectó esperanza. Los rescatados, exadictos que testifican haber salido de las tinieblas gracias al poder de la fe.

14

AÑOS

tiene la casa de rescate Cristo Vive operando en La Laguna.

17

ESTADOS

de la República Mexicana tienen la presencia de esta asociación civil.

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